- Se calcula que ya existen cerca de 50.000 ciudadanos en situación de pobreza extrema
La profunda crisis económica ha incrementado las cifras de pobres en España hasta límites que podrían alcanzar dimensiones históricas en 2012 si alguien o algo no detiene la hemorragia financiera actual. Según los últimos datos de la Fundación FAESSA, 22 de cada 100 españoles carecen de los ingresos económicos básicos para enfrentarse a las necesidades de la vida. Más de nueve millones de personas viven con menos de 530 euros netos al mes —un millón más que hace tres años—, de los que 50.000 han sido arrojados a las llamas de la miseria extrema —10.000 más que en 2007—. Unas cifras desoladoras, las peores en los últimos 30 años.
Una de las personas a las que esta situación le ha alcanzado de lleno es María, baja estatura, flaca y con el rostro arrugado como una nuez. Mira con ojos de agua y habla a solas. Está sentada en el suelo cerca de la Puerta del Sol con una mano flácida extendida pero que no muestra ninguna confianza en la caridad pública. Duerme en un nicho humilde. En un pabellón de cartones apilados a mano bajo la sombra de unos cipreses inmensos y de una buganvilla tan cansada que parece que cualquier día se va a descuartizar.
Nació en Fuenlabrada y es tan vieja que no recuerda su edad. “Estuve trabajando en la limpieza de portales y haciendo camas. Toda la vida. En Madrid, en Munich…”, explica. Tampoco recuerda con exactitud cuándo durmió por primera vez en la calle, “quizá en la Navidad de 2010”, dice.
La pobreza palpable como la de María ha comenzado a ser contrarrestada en España con ordenanzas municipales destinadas a convertirla en invisible. El alcalde de Madrid y candidato del PP a la reelección, Alberto Ruiz-Gallardón, anunció en abril que propondrá la inclusión en el programa de su partido de cara a las elecciones generales de 2012 la aprobación de una ley que permita a los ayuntamientos retirar de las calles a los sin techo. Según Ruiz-Gallardón es necesario «abrir una reflexión muy profunda» sobre una problemática que el presidente de la asociación de Comerciantes de Gran Vía de Madrid, una de las más concurridas de la capital de España, Florencio Delgado, considera «desastrosa» para el negocio.
La iniciativa del regidor consiste en que «nadie duerma en la calle por falta de recursos sociales para atenderles”. Para el Ayuntamiento de Madrid, que cifra el número de sin techo de la ciudad en 1.800 o 1.900, «aquel que vive en la calle lo hace por su voluntad, no por necesidad”. Sin embargo, la propuesta de Ruiz-Gallardón puede caer en saco roto debido a la oposición frontal de la mayoría de los agentes sociales.
La pregunta que se hacen algunas organizaciones es si las Administraciones públicas hacen lo suficiente por combatir con eficacia la mendicidad en España; si medidas como las que propuso el Ayuntamiento de Madrid sirven para algo más que maquillar un defecto estético. Hay quien piensa que no.
“Los recursos cumplen su función pero está claro que se necesitan otras medidas complementarias si se quiere combatir una situación que suele estar motivada y que no sería tan compleja de minimizar si hubiera voluntad”, comenta Manuel Muñoz, profesor de Psicología de la Universidad Complutense y responsable de la primera iniciativa que se realiza en España para cuantificar a las personas sin hogar (PSH) que viven en una gran ciudad como Madrid, donde se calcula que hay unas 8.000.
El patrón que se ha seguido es similar al que se aplica en Nueva York o Londres, cuyas experiencias contra la indigencia crónica pudieron conocerse en unas jornadas celebradas hace dos años en la capital de España. “El primer objetivo es aproximarse a las cifras reales, a los problemas intrínsecos de esta gente, para poder comparar realidades y hacer más efectivas las políticas”, dice Muñoz.
En Francia se puso en marcha una campaña destinada a lograr que el derecho de las PSH a tener una vivienda pudiera ser exigible ante los tribunales, como en los casos de la sanidad o la educación. En opinión de sus promotores, el objetivo “no es generar satisfacción”, sino acabar con el “escándalo que representan los 80.000 franceses que no tienen una casa para cobijarse” mientras decenas de miles de pisos permanecen vacíos a la espera del resurgir de un mercado paralizado. La medida, tildada de “electoralista” por sus detractores, ve cómo cada día crecen sus partidarios, que empiezan a convencerse de que nunca ha existido un trasfondo económico vital para hacer confluir vivienda con pobreza, sino más bien al contrario. “Es un problema político. De voluntad. Exactamente como ocurre en España”, señala un conocido diputado conservador. Sin embargo, sólo Escocia goza por el momento de una legislación similar, la Homeless Act, votada en 2003 con el fin de que a partir de 2012 se pueda garantizar el derecho efectivo a una vivienda de los sin techo. Claro que entonces la economía estaba encantada de haberse conocido.
El último informe del INE sobre el perfil del sin techo en España no detecta excesivas diferencias con el que subsiste en las calles de EE UU, Reino Unido o Francia. Son los desechos de la opulencia. En su mayoría, inadaptados y psicológicamente desordenados. Se trata de los que comen en la acera, mendigan agresivamente, se apiñan en las bocas de metro y duermen bajo los soportales de un edificio del centro de la ciudad. Es el grupo en el que se piensa cuando se analiza la pobreza como un problema social. Una minoría dentro del problema, pero más dura. Aunque el 66,9% de ellos dispone de tarjeta sanitaria, el 15,6% declara superar sus dolencias en la calle. El 29,1% tiene una enfermedad grave o crónica y el 10% asegura tener problemas de alcoholismo o drogodependencias. Y mendigar en un estado de embriaguez es una manera segura de enfermar.
Gorka Castillo y MA Blanco