La edad media en que las mujeres comienzan a adoptar el rol y las vestimentas del otro sexo está en los 12 años, mientras que en el caso de los hombres transexuales, este proceso se inicia en torno a los 17, según un estudio subvencionado por el Instituto de la Mujer sobre los «Aspectos psicológicos, sociales y de salud de la construcción de la identidad de género en personas transexuales y especificidades en la adaptación social después de la reasignación de sexo».
El estudio, realizado por la Unidad de Trastornos de Identidad de Género del Hospital Carlos Haya de Málaga y el departamento de Antropología social de la Universidad de Granada a partir de 24 entrevistas con pacientes de psicología, explica que todos los transexuales han «pensado, sentido y deseado pertenecer al otro sexo y adoptar el aspecto físico correspondiente».
Sin embargo, las mujeres que quieren ser hombres adoptan antes los roles del otro sexo que cuando la situación se da a la inversa, tanto en la intimidad del hogar como «en salidas y reuniones con amigos», lo que, según el estudio, «demuestra que la sociedad es más tolerante hacia las mujeres que visten y se comportan como hombres que hacia hombres que se comportan como mujeres».
Los expertos destacan asimismo que el proceso de reasignación de sexo «está demasiado idealizado para estas personas, haciendo que los progresos en su identidad se centren exclusivamente en los cambios físicos», lo que hace que «se condicione el logro de la identidad a conseguir una réplica exitosa del aspecto de otro sexo y produciendo desencanto y angustia cuando los resultados posquirúrgicos no cumplen las expectativas».
Discriminación
Por otra parte, el informe destaca que «la principal característica» de las personas transexuales es la «dificultad para ser aceptados y lograr una plena integración social, lo que genera problemas en su vida académica, familiar, social y laboral».
En este sentido, explica que las dificultades de integración llevan a estas personas a la interrupción temprana de la escolarización, lo que les coloca en una situación de desventaja sociolaboral, que afecta principalmente a los hombres que pasan a ser mujeres, donde el 48,8% tiene un trabajo remunerado frente al 70% registrado en el caso de mujeres que han pasado a ser hombres.
Prácticamente la mitad de ambos grupos se ha sentido discriminado a la hora de pedir empleo y más de la mitad son víctimas de agresiones y maltrato: el 72% en el caso de transexualidad de hombre a mujer y el 53,2% en el de mujer a hombre, según el estudio. En la mayoría de los casos los agresores son personas desconocidas y se producen en la vía pública, con un 41 por ciento de incidencia en el primer grupo y del 28,9 por ciento en el segundo.
No obstante, también reciben agresiones en su entorno, ya que entre los hombres transexuales a mujeres, el 17,1% de los agresores eran amigos, el 14,6%, conocidos y en el 13,4%, era su padre. Entre las mujeres transexuales a hombre, el padre es el agresor en el 26,3 por ciento de los casos, y la madre y los amigos, en el 10,5 por ciento. En un diez por ciento de las situaciones, estas personas son expulsadas de su hogar.
Redacción