Siete peregrinos franceses, entre los que se encuentran varios menores de edad y una joven minusválida en silla de ruedas, han interpuesto ante la Policía Nacional varias denuncias contra otro grupo de jóvenes, participantes en la manifestación laica del día 17 de agosto en el centro de Madrid, a los que acusan de insultarles, perseguirles y humillarles con un látigo de correas.
Los hechos tuvieron lugar sobre las 21 horas del pasado miércoles, en las cercanías del Metro de Sol, precisamente cuando se desarrollaba la conocida como marcha laica, que acabó accidentalmente en ese punto con varias personas detenidas y otras heridas tras los enfrentamientos entre participantes de la Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) y manifestantes ‘antiPapa’.
Las denuncias fueron presentadas por los afectados ayudados por intérprete dos días después de los hechos en la comisaría de Fuencarral-El Pardo. En una de ellas, un chico de Normandía (Francia) de 17 años, asistente como peregrino a las Jornadas, ha relatado que, estando junto a este grupo de amigos en las cercanías de la parada de dicho suburbano, en un momento dado aparecieron otros jóvenes ‘anticatólicos’ que procedieron sin motivo algunos a insultarles y zarandearles.
Según han señalado los denunciantes, estos jóvenes «que portaban pancartas y gritaban que había que quemar los crucifijos, les rodearon, les insultaron, les zarandearon y les amenazaron». «Nos gritaron en actitud amenazante diciendo que iban a quemar los crucifijos y las mochillas, así como los dijeron otro tipo de improperios y vejaciones, como hijos de puta», ha relatado Anne-Marie C., una joven de 23 años, también de la región gala de Normandía.
A esto se suma, según las declaraciones de los peregrinos, que una mujer vestida con un disfraz de gato pasó en todo momento un látigo de correas de color negro cerca del cuerpo de muchos de ellos. Concretamente, Nicolás T., de 20 años, ha afirmado que incluso uno de los jóvenes anticatólicos «le tocó los genitales» con dicho látigo. Temiendo por su integridad física, abandonó el lugar a la carrera «por el miedo que le invadió en se momento».
Los declarantes han insistido en que, aunque no utilizaron el látigo para agredirles físicalmente, sí lo hicieron ‘en actitud de humillación simbólica, no importándoles que una de las afectadas utilice silla de ruedas’.
La propia chica minusválida, también francesa y de 18 años, ha denunciado ante los agentes que su grupo fue perseguido por miembros de la manifestación laica y que éstos no cesaron en sus insultos y vejaciones ‘ni incluso cuando en un momento dado, y para superar una de las vallas instaladas en el lugar, sus amigos la cogieron en brazos’.
De hecho, otro de los adolescentes denunciantes, ha explicado que consiguieron salir de esta situación «poniendo delante la silla de ruedas de una joven que les acompañaba. «Conseguimos llegar de nuevo al metro, donde nos encontramos con otro grupo de manifestantes, que nos impedían salir de los vagones del Metro, al igual que a otros participantes de la JMJ, mientras golpeaban los cristales’, ha agregado.
Asimismo, ha denunciado que los participantes de la manifestación «le empezaron a acariciar el cuerpo, a la vez que le hacían gestos obscenos con los dedos, no llegando a agredirle físicamente».
Por su parte, un adolescente de 17 años y menor de edad, quiso dejar constancia a la Policía que había pasado mucho miedo ‘teniendo la impresión de no poder salir del Metro’, al igual que otra amiga, que sufrió una crisis de angustia, perdiendo la consciencia durante unos instantes.
Pero las descalificaciones y vejaciones no acabaron cuando los chicos franceses accedieron al Metro y se encontraron con otros peregrinos. Algunos de ellos han relatado que fueron perseguidos hasta el Metro de Ópera por los mismos manifestantes ‘agresivos’, dándoles gritos desde la calle y ya, dentro de la estación, intentaron impedir que él y otros compañeros subieran al vagó ‘con empujones e insultos de nuevo’.
«El Metro no paró en la estación de Sol, pero en la siguiente parada había un tumulto de gente golpeando las ventanas de los vagones, increpándoles nuevamente», ha señalado el último denunciantes, que aseguró que llegó a su destino en Coslada «apresuradamente y con mucho temor».