Vamos a explicar cómo modificar poco a poco nuestros hábitos alimentarios para tratar de conseguir tener una mejor salud. La clave del éxito está sin dudas en la planificación, elaborando una lista de la compra con todos los alimentos que formarán parte del menú semanal, y evitar a toda costa comprar con hambre, debemos ir al supermercado con el estomago lleno para no comprar alimentos innecesarios.
Debemos buscar una alternativa a la sal, que bien pudieran ser las hierbas aromáticas o las especias, ya que además prácticamente no aportan calorías.
Evitar comprar alimentos calóricos tales como productos de bollería o pastelería, chucherías, etc. y si se compran, guardarlos en lugares poco visibles o en recipientes opacos.
Respetar los horarios de las comidas. Se han de realizar de 5 a 6 comidas al día, y no deben saltarse ninguna de ellas. De esta manera llegaremos a la siguiente comida con menos hambre. Comencemos por disminuir el tamaño de las porciones, pasando de la ración a la media ración, y así conseguiremos llegar a las recomendaciones nutricionales de una alimentación equilibrada.
El agua debe estar presente en cada una de las comidas. Evitar la ingesta de alcohol, son “calorías vacías”. Tan solo se aconseja un par de copas de vino tinto al día, por lo beneficios que aporta.
Es muy importante aprender a disfrutar el momento de la comida, no asociando ésta con una situación de estrés. Antes de comer, dedicar unos minutos a relajarse. Comer sentado a la mesa y de un modo tranquilo, sin realizar otra actividad como leer o ver la televisión. Es muy importante no comer solo, hacerlo en compañía de amigos, de familia, recordar que la alimentación es, también, un fenómeno social, cultural e identitario. Hay que disfrutar de la comida, siendo consciente de lo que comemos. Nunca debemos acabar toda la comida del plato si no tenemos más apetito, y debemos recoger la mesa al acabar de comer para evitar seguir picando.
Es importante leer las etiquetas de los productos para conocer la información nutricional de los alimentos que consumimos. Debemos conocer las calorías de los alimentos para poder elegir los que menos calorías aporten, como frutas y verduras. Hay que evitar a toda costa tener en la despensa alimentos muy calóricos como bollería, patatas fritas y snacks, bebidas azucaradas, embutidos, pasteles, postres lácteos tipo flan o natillas…
Limitar alimentos con alto contenido en azúcares: azúcar blanco o moreno, mermeladas y confituras, buscando alternativas tales como la utilización de edulcorantes o canela y/o vainilla en los postres ya que le dan un toque dulce. Debemos leer el etiquetado de los edulcorantes, porque nos dirá la temperatura máxima a la que puede ser sometido, con temperaturas superiores pierde su poder endulzante e incluso puede originar sabores no deseados.
En cuanto a lácteos, priorizar por los productos desnatados o semidesnatados y bajos en grasa, limitando los lácteos enteros (leche entera, quesos untables o grasos, etc.), así como los ricos en azúcares (mousses, natillas, etc.).
Comencemos realizando estos primeros cambios en nuestros hábitos, y “el cuerpo nos lo agradecerá”…