Agentes del Grupo de Menores (Grume) y del Grupo de Homicidios del Cuerpo Nacional de Policía han coincidido en señalar que sospecharon «desde primera hora» de Miguel Carcaño, el asesino confeso de la joven sevillana Marta del Castillo ya que, tras denunciarse la desaparición, «no había manera de ponerse en contacto» con él, a lo que se suma que Miguel dijo a los agentes que «Marta le había contado que quería fugarse», cuando «los amigos a los que se preguntó definían a Marta como una joven normal y que no tenía intención de fugarse».
Durante la sexta jornada del juicio que se sigue en la Audiencia Provincial de Sevilla contra los cuatro acusados por el caso Marta del Castillo, los agentes han asegurado, además, que ningún agente «pintó planos, amenazó ni golpeó» a ninguno de los acusados, lo que contradice la versión ofrecida la pasada semana por Samuel Benítez, quien aseguró que la Policía lo presionó para que se auto-inculpara en los hechos e incluso le pintó un plano y le indicó el punto exacto desde donde tenía que decir que tiró el cuerpo de Marta al río Guadalquivir.
En este sentido, un inspector del Grume ha relatado que comenzaron a sospechar de Miguel cuando les dijo, en su primera declaración antes de ser detenido, que «Marta le había confesado que estaba harta de su padre, que no estaba bien en casa y que cuando cumpliera la mayoría de edad se iría de allí», lo que contrastaba con lo asegurado por distintos amigos de la joven, que apuntaban que «era una chica normal y que no tenía intención de fugarse».
Tras señalar que, actualmente, «están abiertas todas las líneas de investigación, desde la fuga voluntaria a un accidente», este funcionario policial ha puesto de manifiesto, asimismo, que Carcaño «también relató que había dejado a Marta en su casa a las 21,15 horas» del 24 de enero de 2009, tras lo que «se fue a dormir a la casa de su entonces novia en la localidad de Camas, por lo que no volvió a León XIII hasta que lo llamó su hermano» para darle cuenta del asunto, todo lo cual contrasta, según este agente, con lo declarado por un testigo que dijo ver a Miguel a las 1,30 horas del 25 de enero con una silla de ruedas en León XIII.
«No se presionó a ninguno de los acusados»
Este policía ha querido dejar claro, asimismo, que «no se amenazó, ni presionó, ni se golpeó, ni nada de nada», a ninguno de los acusados. «No hubo ningún tipo de presión ni nadie pintó planos», ha subrayado, señalando que desde el principio se informó a los imputados de las «ventajas» de colaborar con la Justicia y de mostrar arrepentimiento. Con ello, ha negado la versión ofrecida por Samuel, según la cual se autoinculpó en los hechos y ofreció tantos detalles sobre las tareas para hacer desaparecer el cuerpo por «presiones» policiales.
De este modo, respecto a Samuel, ha dicho que habló con él en tres o cuatro ocasiones antes de su detención «y se mostró bastante colaborador, incluso facilitó su número de teléfono móvil», por lo que ha subrayado que «no notó nada extraño en su actitud» durante estas conversaciones, en las que incluso mostró sus «sospechas» sobre Miguel. «Dijo que estaba preocupado por si Miguel pudiera haber hecho alguna locura», ha indicado, agregando que algunas personas –no ha podido precisar si Samuel se encontraba entre ellas– hablaban de Miguel «como una persona violenta e impulsiva».
Al hilo de ello, ha explicado que participó en dos registros realizados en la casa de Samuel, y ha asegurado que los padres «tuvieron un comportamiento correcto y no impidieron la práctica del registro, que se desarrolló con normalidad, aunque Samuel sí estaba alterado». De otro lado, y respecto a la acusada María García, este agente ha afirmado que «sospecharon de la veracidad» de su testimonio, «porque dice que estuvo desde las 23,30 horas del 24 de enero en León XIII estudiando unas oposiciones y no vio nada extraño».
El cuarto de Samuel olía a limpieza
Otro agente, en este caso del Grupo de Homicidios, se ha referido a la declaración que prestó Samuel tras ser detenido el 14 de febrero de 2009, en la que aseguró que ayudó a Miguel a hacer desaparecer el cuerpo de Marta, para lo que emplearon una moto con la que se trasladaron hasta el río Guadalquivir al objeto de tirar el cadáver, y ha asegurado que «fue una declaración espontánea, y en presencia de su letrado», durante la cual «no se le realizó ninguna sugerencia» sobre lo que debía decir.
Tras acudir con él a la pasarela de Camas desde donde dijo que tiraron el cuerpo, fue el propio Samuel «quien indicó el punto concreto del puente donde pararon con la moto y tiraron el cenicero y el cuerpo», al tiempo que ha informado de que este imputado «no habló en ningún momento» de la también acusada María García.
Un segundo agente del Grupo de Homicidios ha relatado que la tarde del día 25 de enero, y a petición de los familiares de la víctima, acudió al domicilio de León XIII donde se produjo el crimen y, tras llamar a la puerta, fue recibido por María García, quien le dejó entrar y «echar un vistazo» al domicilio, llegando a entrar en el dormitorio de Miguel Carcaño, que «estaba un poco más descuidado que el resto de la vivienda y que olía a limpieza».
Carcaño no cogía el teléfono
«El Grupo sospechó desde primera hora» del asesino confeso, «porque no había forma de ponerse en contacto ni con él ni con su hermano, Francisco Javier Delgado», pues «no cogían el teléfono», un extremo que les «extrañó, ha añadido el funcionario policial.
Otro agente del Grume ha relatado que el día 4 de febrero de 2009 acudió al piso de Camas donde Miguel vivía con su entonces novia y la familia de ésta, y una vez allí la madre de la menor le dio varias prendas de ropa perteneciente a Carcaño, entre ellas el chaquetón «de tipo militar y con bolsillos exteriores» en el que se encontró sangre de Marta.
Según ha agregado, la familia de Camas explicó donde dormía Carcaño, en una habitación con dos literas que daba a una ventana con una terraza en el exterior, desde la cual «se podía acceder a la calle perfectamente dando un salto». Este agente también participó en la declaración que el ‘Cuco’ prestó el 28 de enero en calidad de testigo, y ha aseverado que «no le fueron sugeridas las respuestas que tenía que dar». «Así no se trabaja», ha zanjado.
Miguel se cambió de ropa el día del crimen
En la sexta jornada del juicio también ha declarado protegido por una mampara un testigo, identificado como Diego C.M., que ha asegurado que sobre las 1,30 horas del día 25 de enero de 2009 vio al asesino confeso con una silla de ruedas en el portal de León XIII donde se produjo el crimen, una silla que habría empleado supuestamente para trasladar el cuerpo a un coche y hacerlo desaparecer.
Este testigo, que residía en el mismo bloque donde se produjo el crimen, ha señalado que pasó por el portal junto a su entonces novia para salir con unos amigos con los que había quedado esa madrugada, y en el mismo portal, se encontró con Miguel, que «ni entraba ni salía» y únicamente «estaba frente a un espejo como arreglándose la chaqueta» en posesión de una silla de ruedas «de color verde turquesa».
Asimismo, ha relatado que la tarde del 24 de enero de 2009, entre las 19,00 y las 20,00 horas, vio a Miguel entrando en el portal de León XIII, y ha explicado, respecto a la vestimenta que llevaba el acusado, que «una vez iba vestido de claro y otra de oscuro». Laura S.P., que era en aquellas fechas la novia de Diego C., ha confirmado que, pasadas las 1,00 horas, salieron del piso de él y observaron a Miguel con una silla de ruedas, «parado frente a un espejo grande».