Manuel Fraga Iribarne nació el 23 de noviembre de 1922 en Vilalba, provincia de Lugo, entonces una de las zonas más atrasadas de España. Su padre, Manuel Fraga Bello, de una familia numerosa de modestos campesinos, hombre conservador y sin estudios, se decidió a emigrar a Cuba después de hipotecar la escasa tierra.
En América fue de los que triunfaron: puso un negocio, reunió ahorros y aprendió a leer. Allí conoció a María Iribarne Duboix, una vasco-francesa de profundas convicciones católicas, moralista y sacrificada, que le dio doce hijos. El mayor, Manuel, pasó de los dos a los cuatro años en Cuba, hasta que la familia, en 1928, regresó a Galicia para que los niños se educaran en España. Bajo la dictadura de Primo de Rivera, el padre fue nombrado alcalde de Villalba.
La niñez de Fraga transcurre dócilmente en una sociedad muy sólida, regida por un orden indiscutido al que se halla perfectamente adaptado: disciplina en la casa y autoridad en el pueblo, solidez religiosa y tradición conservadora. En la modesta escuela local cumple el primer ciclo de una enseñanza memorística y sin explicaciones. En 1931, con el comienzo de la república, empieza el bachillerato en el Instituto da Guarda de A Coruña, pero al segundo año lo continúa en el mismo Villalba.
Desencadenada la Guerra Civil, fue internado con su hermano José en un colegio de Lugo. Allí vio por primera vez a Franco, de quien, según cuenta en su Memoria breve de una vida pública, le «impresionó el aspecto, la voz y la forma de hablar», y, al igual que muchos jóvenes de la zona nacional, se sintió plenamente identificado con el lema «mitad monjes, mitad soldados».
Tan profundo era el sentimiento católico de su juventud, que al finalizar los estudios dedicó el verano de 1936 a realizar ejercicios espirituales en el monasterio benedictino de Samos, donde consideró seriamente la posibilidad de hacerse cura. Esta arraigada religiosidad, ajena a toda duda, nunca habría de abandonarlo, y le llevaría aun en su vejez a pronunciar frases como ésta, referida al infierno: «Creo en todo lo que manda la Santa Madre Iglesia, de modo que no discuto ninguno de sus dogmas».
Ingresó en la Universidad de Santiago en 1939, coincidiendo con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, que no le llevó a apostar por el triunfo de Alemania pese al ambiente que le rodeaba. Tras permanecer un año en una residencia de estudiantes de los jesuitas, cuando terminó el curso convenció a sus padres para que lo enviaran a Madrid a continuar la carrera. El salto a la capital supuso enfrentarse por primera vez a la dura realidad de los vencidos, al hambre de la posguerra -él mismo vivía en pensiones y llegó a adelgazar nueve kilos-.
Paralelamente a la carrera, gracias a una beca de investigación concedida por el decano de la Facultad de Derecho.
Ese año conoció a una compañera de la facultad, que en 1948 se convertiría en su mujer, María del Carmen Estévez, hija de un militar, que habría de abandonar los estudios para dedicarse al cuidado de sus cinco hijos: María del Carmen, José Manuel, Maribel, Ignacio y Adriana.
Finalizada la guerra, se abre para Fraga, en plena juventud, un período decisivo para su futuro político. En 1945 accede a la función pública por el camino tradicional de las oposiciones, siguiendo el consejo de su maestro Fernando María Castiella. Con el número uno gana el cargo de letrado de las Cortes, lo que le permite entrar en contacto con la clase política del franquismo. Pero a la vez ingresa -también con el ya inevitable número uno- en la Escuela Diplomática.
Tres años más tarde gana las oposiciones a la cátedra de derecho político de la Universidad de Valencia, y en 1953 obtiene el cargo de titular en Madrid. Su trabajo docente se ve apoyado por numerosas publicaciones, entre las que destacan La reforma del Congreso de los Estados Unidos y La crisis del Estado.
Ministro franquista
En plena era del franquismo duro, desde el sector católico, Joaquín Ruiz-Giménez inicia una cierta labor de apertura a partir del Ministerio de Educación, y para ello llama a profesores vinculados al Movimiento desde posiciones más independientes: Joaquín Pérez Villanueva y Manuel Fraga, que en ese momento ocupa el cargo de secretario general del Instituto de Cultura Hispánica y es nombrado secretario del Consejo Nacional de Educación. El equipo, que se proponía elevar el nivel intelectual en un intento de superar el fascismo, se vio muy pronto atacado, en nombre del franquismo de cruzada, por los falangistas.
Su ingreso en la política habría de venir de la mano del secretario general del Movimiento, José Solís, quien en 1957 le ofreció la Delegación Nacional de Asociaciones. Allí organizó Fraga el I Congreso de la Familia Española, que habría de posibilitar la introducción de procuradores familiares en las Cortes.
La huelga minera de 1962 y el amplio movimiento de solidaridad que ésta generó le confirmaron que era necesario reorientar el franquismo para afrontar una nueva etapa, la del fin de la «hegemonía azul».
Las vigiladas concesiones que está dispuesto a dar el régimen se plasmarían en la Ley de Prensa, que Franco le ha encargado como tarea principal y que Fraga presenta a las Cortes en 1966: una controvertida ley que suprime la censura previa de la prensa, pero que significativamente excluye a los libros, la radio y la televisión.
Trayectoria política
Su trayectoria política se desarrolló desde los años cincuenta del siglo XX hasta el año 2011, ocupando casi ininterrumpidamente cargos de relevancia política e institucional, tanto en la dictadura de Franco como en el periodo democrático; entre otros, fue ministro de Información y Turismo entre 1962 y 1969; vicepresidente del Gobierno y ministro de la Gobernación entre diciembre de 1975 y julio de 1976; y presidente de la Junta de Galicia entre 1990 y 2005.
Además de diputado y senador durante muchos años, fue uno de los padres de la actual Constitución española de 1978; fundador del partido Reforma Democrática, embrión de Alianza Popular y, a su vez, del actual Partido Popular de España; y candidato a la Presidencia del Gobierno de España entre 1977 y 1986.
Fraga ocupó un puesto de senador designado por el Parlamento gallego, cargo para el que fue elegido en el 2006 con 74 votos de los 75 que conforman el parlamento autonómico. En marzo del 2008 vuelve a ser designado senador autonómico por Galicia, esta vez con los votos del Bloque Nacionalista Galego y del PSOE. Su partido optó por abstenerse en esta votación.
El 2 de septiembre de 2011 finalmente anuncia su renuncia a la política activa.