La obesidad supone uno de los principales problemas de salud pública en los países desarrollados y por ello la Organización Mundial de la Salud (OMS) la ha definido como la “epidemia del siglo XXI”. De hecho, cuando alcanza un grado importante o se mantiene en el tiempo, deja de ser un problema puramente estético y se convierte en la causa de que vivamos menos años y que los vivamos con peor calidad de vida.
Pero no todas las obesidades son iguales en cuanto el riesgo para la salud. Se ha valorado que el riesgo cardiovascular de la obesidad depende en gran medida de la localización de la grasa, siendo aquella que se acumula en el abdomen, alrededor de la vísceras, la que produce una mayor afectación vascular: es la que se conoce como obesidad abdominal o visceral. Por el contrario, la grasa localizada en las caderas o en otras partes del cuerpo no incrementa el riesgo cardiovascular.
Muchos estudios han demostraron que el perímetro abdominal es el mejor indicador de riesgo cardiovascular, tanto por su muy buena correlación, como por su fácil medición. Por ello, en la actualidad, en toda consulta médica debe haber siempre una cinta métrica para poder medir este “perímetro de riesgo” y debe hacerse a la altura equidistante entre la parrilla costal y la parte alta de la cadera. Los valores del riesgo, que se han adoptado por consenso de muchas sociedades científicas, son los siguientes siendo diferentes para cada sexo:
- Varones: PA > de 95 cm. riesgo moderado y > de 102 cm. riesgo alto
- Mujeres: PA > de 80 cm. riesgo moderado y > de 88 cm. riesgo alto
La grasa abdominal produce las alteraciones metabólicas más importantes. De hecho, esta grasa no es un tejido metabólicamente inactivo sino que produce numerosas sustancias (leptina, adiponeptina, factor de necrosis tumoral alfa, resistina, etcétera) que contribuyen al desarrollo de resistencia a la insulina (disminución de la capacidad de la insulina para introducir la glucosa dentro de las células) y diabetes mellitus. Estas sustancias también producen inflamación de las paredes de las arterias, lo que facilita la aparición de la arterioesclerosis.
Esta asociación entre la obesidad abdominal y la resistencia a la insulina hace que sean los principales factores definitorios de lo que se conoce como Síndrome Metabólico, también conocido como Síndrome X, Síndrome Plurimetabólico, Síndrome Cardiometabólico, Síndrome de Insulinoresistencia o Síndrome de Reaven. Este síndrome describe la combinación de algunos de los factores de riesgo cardiovasculares más importantes, como la hipertensión, la obesidad abdominal, la resistencia a la insulina, con la diabetes o la hipercolesterolemia.
La resistencia a la insulina es un trastorno que se produce cuando el cuerpo no puede utilizar la insulina de forma eficiente. Muchas personas tienen una predisposición genética a padecer esta alteración. La combinación de esta predisposición con otros factores como la inactividad física o el exceso de grasa corporal pueden favorecer la aparición del síndrome metabólico en este tipo de personas.
La Asociación Americana del Corazón recomienda diagnosticar la existencia del síndrome si se presentan tres o más de estos componentes:
- Un perímetro abdominal superior a 102 centímetros en hombres y 88 en mujeres.
- Un nivel de triglicéridos igual o superior a 150 mg/dL.
- Un nivel de HDL o “colesterol bueno” inferior a 40 mg/dL en hombres y 50 mg/dL en mujeres.
- Una tensión arterial igual o superior a 130/85 mmHg.
- Un nivel de glucosa en ayunas igual o superior a 100 mg/dL.
En el síndrome metabólico, la asociación de varios factores de riesgo incrementa el riesgo cardiovascular más de lo que lo haría la suma del riesgo de cada uno de los factores (el riesgo total es más que la suma de las partes). Por ello, es muy importante no tener que llegar a tratar cada una de las enfermedades y hacer medicina preventiva, evitando que se desarrolle el síndrome en su totalidad. Y para esto se considera muy adecuada la combinación de las dos medidas terapéuticas que han demostrado ser más eficaces:
- evitar el sedentarismo realizando ejercicio de forma cotidiana;
evitar el desarrollo de la obesidad adecuando la alimentación y teniendo en cuenta los alimentos que teniendo menor índice glucémico contrarrestan el factor común del síndrome que es la insulinoresistencia.
Dr. J.P. Fernández Corbelle (Doctor en Medicina y Cirugía)
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