viernes, octubre 4, 2024
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El teatro de Bankia, la verdad de Antonelli

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Se reúne el Pleno de la Asamblea de Madrid coincidiendo con el apogeo del Festival de Otoño en Primavera 2012, artilugio cultural de la Comunidad de Madrid cuya magia radica en la transmutación estacional y el baile de equinoccios sobre las tablas de la cartelera. El diputado Mario Salvatierra, del Grupo Socialista, niega con rotundidad en el salón de plenos las palabras de la presidenta cuando habla de Bankia y festeja en los pasillos la belleza que hay en la sencillez del teatro de Brook, que ha estrenado en el susodicho festival la historia de un triángulo amoroso en el apartheid de Johannesburgo.

Teatralidad hay, aunque con poco arte, en el Pleno, la que surge del hacendoso trabajo de nuestros parlamentarios. Y triángulos poco amorosos se ven en el hemiciclo, pues las tres fuerzas de la oposición triangulan con su dialéctica la incomoda posición del gobierno regional cuando se somete al control parlamentario sobre su actuación en la ya intervenida caja madrileña. La diputada Vaquero, en sustitución de un ausente Gordo, abre el fuego por Izquierda Unida y coincide en el reproche de la situación con Velasco, el elegante portavoz de la formación magenta.

Pero es Tomás Gómez, portavoz socialista, quien sacude, en su turno, la modorra parlamentaria de la mayoría y agita con habilidad dialéctica el patio de sus correligionarios. Recuerda el socialista a una presidenta, extrañamente prudente y moderada, la responsabilidad de su gobierno y la tosquedad de su verbo en la confusas conspiraciones habidas entre ella, Gallardón y su delfín González para lograr el férreo control de la entidad financiera, cuyo asiento presidencial recayó, de forma milagrosa, en manos del milagro económico de Aznar, don Rodrigo Rato.

«Ustedes han conseguido lo que no logró Franco, acabar con Caja Madrid, que tenía trescientos años de historia», retumba en la sala entre los aplausos del grupo Socialista. «Esto supondrá que cada familia española tendrá que pagar 900 euros». Pero el dardo estaba por llegar «¿Por qué mantiene al señor Rato al frente de Caja Madrid?», interroga el socialista.

El duelo es agrio, pero sin la contundencia verbal de otras ocasiones. Aguirre atribuye a Fernández Ordoñez, militante socialista, según recuerda con ironía, la responsabilidad en el control del fiasco y culpa a la situación de las otras seis cajas fusionadas del desastre que ha triturado a Bankia. Finalmente sólo supo escapar por las bambalinas habituales: Parla.

Los abucheos socialistas sonrojan a parte de la parroquia popular, que disimula su desconcierto ante la situación financiera de la ya desmoronada cuarta entidad bancaria que se pregunta en silencio, siguiendo la estela de Gómez: ¿Y si Mariano se lo ha cargado de Bankia por qué Esperanza no lo fulmina de Caja Madrid? ¿Estaremos otra vez en la pelea? Pero para entonces la Presidenta está en otro mundo y sus palabras van dirigidas al diputado `popular` señor Fermosel, que con sabia intuición le ha permitido a la señora Aguirre hacer un no poco teatral mutis por el foro hablando de genéricos, quién sabe si de paracetamoles e ibuprofenos, la receta si no para la crisis, si para los humores que provoca.

Aun estando Bankia de por medio, el pleno semanal ha sido el espacio que la socialista Antonelli ha escogido para hacer un contundente ejercicio reivindicativo, expresado con la clásica vehemencia parlamentaria y los fuelles propios de aquellos primigenios próceres de la Carrera de San Jerónimo, que careciendo de micrófonos que amplificaran su palabra, eran capaces de llenar el espacio vacío con la rotundidad de su verbo, la fluidez de su oratoria y la fortaleza de sus convicciones, así como con un caudal de vehemencia para defenderlas.

Hablaba la diputada de las fobias contra gais, lesbianas y transexuales, en su día y en un foro, el de la política, en el que las inquinas habitan por todos los rincones, y lo hizo con el respaldo de los suyos y la presencia de un grupo de invitados, terminándose su intervención
con una sonora y estruendosa ovación, casi tan firme y decidida como la que mereció Brook en su estreno otoño-primaveral madrileño, y participando, sin duda, en ambas, el diputado Salvatierra quién contaba, más tarde y a este cronista, las excelencias del teatro, un arte tan impropio en la política como desdeñado suele ser por ella.

Del Pleno de este jueves queda el agradable regusto dejado por la diputada revelación, su señoría Antonelli, que dio una lección de oratoria propia de un evento de mayor enjundia, desde luego política y teatral. Ya saben, la belleza de la sencillez. Y de la verdad.

Hasta la semana que viene.

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