Comenzó allí, en la esquinita de la península, Barcelona, y allí se ha quedado. A principio de mes saltaba a los medios que 73 detectives e investigadores habían sido detenidos por sobornar a funcionarios para obtener datos confidenciales y venderlos. Y desde entonces la noticia se difuminó en la prensa junto al calor de mayo y los primeros baños de la temporada. El silencio absoluto evidencia que algo gordo está pasando en Barcelona, tan gordo como los peces que rodean la operación.
Pitiusa, la isla de los pinos. Pinos tan altos que coronan España, pinos tan grandes que se hermanan para velar desde las alturas por la seguridad del país. Y como buenos pinos, silenciosos. Callados. Observando y actuando desde arriba sin que los de abajo se enteren. Quieren mantener la estabilidad de la tierra que los sujeta, tierra, que mejor sorda porque el ruido puede hacerla temblar y tambalearlos. Así son los pinos de la ‘operación Pitiusa’. Unos fuertes y grandes de España que frenan el viento a golpe de mesa como si fuera a traerles secretos de Estado. Que se tornan hacia la derecha cuando las cartas vienen mal dadas. Que temen que se abra la caja de pandora que contiene esas cartas.
La máxima reserva sobrevuela la operación. Una cautela como nunca en seguridad privada. Dicen que hay que estar callado para atraer los peces al cebo, pero por primera vez en la historia de la Pitiusa, el ruido es lo único que podría hacer caer a los peces.
Redacción