Desde que Ana Botella fuera nombrada alcaldesa de Madrid, el pasado 27 de diciembre, éste ha sido su examen más difícil. El Ayuntamiento de la capital celebraba este viernes el primer Debate sobre el Estado de la Ciudad de la ‘Era Botella’ y la expectación era máxima.
Seis folios escritos por la dos caras. Poco más de una hora de duración de su discurso salpicado con propuestas como la de alquilar viviendas públicas a 200 euros para las familias desahucios, agradecimientos a los empleados públicos, a los que trabajan en los servicios sociales, invitación al diálogo con el resto de grupos municipales y defensa de la candidatura de Madrid para los Juegos Olímpicos de 2020.
En su primera intervención, Botella ha aguantado el tipo. El texto escrito y preparado por los asesores siempre es un buen apoyo. Los puntos débiles han comenzado a aparecer en el turno de réplica. Desde confundirse en los datos que estaba dando hasta recordarle a Ángel Pérez, portavoz del IU, que su partido gobierna en coalición en Asturias, cuando en realidad, es en Andalucía. Algo que ha tenido que corregirle el propio Pérez. Pasando por frases improvisadas, que denotan que en el cuerpo a cuerpo a Botella le falta empaque y rapidez. Como la dirigida a Jaime Lissavetzky, el portavoz del PSOE. «Yo no sé cambiar el modelo productivo», le replicaba a la crítica que el socialista le hacía en su turno de palabra.
En varias ocasiones, Lissavetzky le «ha rogado» que baje a la realidad, apuntando que, en su intervención, la alcaldesa no ha hecho ninguna mención al cambio de modelo productivo. «Habla del mismo modelo que nos ha llevado a esto, el del suelo». El socialista apuesta por el conocimiento, la investigación y la innovación. No ha pasado por alto las palabras de la secretaria de Estado de Investigación: «En España sobran científicos».
Pero Botella no estaba por la labor de ceder y, después de reconocer que no sabe cómo cambiar el modelo de desarrollo de la capital del país, avisaba: «Ya le digo, desde ahora, que de cambio de modelo productivo, nada».
De más a menos
En su segunda intervención, la alcaldesa ha anunciado que, dentro de unos días, firmará con Esperanza Aguirre una tanda de acuerdos para evitar duplicidades en el Ayuntamiento y la Comunidad. Lo decía en su respuesta a David Ortega, portavoz de UPyD, que ha vuelto a quejarse del modelo territorial. Con UPyD Botella ha estado sobria y templada. Algo má alterada se la ha visto cuando se dirigía al portavoz de IU y se convertía en abanderada de la solidaridad. «No le admito que la solidaridad sea un valor propiedad de la izquierda», espeta mientras en las bancadas de la oposición se escucha: «Hablamos de solidaridad, no de caridad». La regidora ni se inmuta.
Tampoco ha dicho nada cuando, por dos veces, el presidente del pleno ha pedido a varios delegados sindicales que estaban en la tribuna que retirasen una pancarta en la que se leía: «No al despilfarro, no a los recortes». Eran de la llamada ‘marea negra’.
Ana Botella ha ido de más a menos. La ausencia de un discurso escrito ha hecho mella en la alcaldesa, que ha realizado un último turno de palabra aburrido, deslavazado, hasta casi con cierto tono de desprecio cuando se refiere a «eso que ustedes llaman empleos verdes», le criticaba al portavoz socialista. Hasta tal punto se ha notado la falta del don de la palabra y de conocimiento de los tempos políticos, que el propio Lissaveztky se ha animado a lanzarle un «reto»: celebrar un debate sin papeles, «donde quiera, cuando quiera y como quiera».
A nadie le ha sorprendido que la alcaldesa no respondiera a estas palabras al cerrar el debate, ni tampoco que no se haya referido ni una sola vez a la situació de Bankia por más que los tres grupos de la oposición se lo han pedido. A las dos menos cuarto de la tarde, después de cuatro horas de duración, el examen de Botella terminaba. ¿La nota? Aprobado raspado.