Creemos que lo sabemos, pero desconocemos las consecuencias que puede tener en nuestra salud la producción en masa de carne y los productos derivados de la ganadería.
Los empresarios buscan la producción mayor de carne, leche o huevos, y para conseguirlo se utilizan técnicas que quitan el apetito.
La Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO), el World Watch Institute, el Instituto de Estudios Ambientales y la Universidad Libre de Amsterdam arrojan datos preocupantes sobre la producción del ganado y las circunstancias en las que se cría. Los animales son sometidos a amputaciones.
Mientras que a las gallinas, para evitar que se muerdan, se les corta el pico, a los cerdos se les arrancan los dientes, e incluso la cola y las orejas. Además, se les castra sin anestesia cuando apenas cuentan con unos meses de vida para que engorden más fácilmente. Las vacas son otras víctimas del consumo. Las encargadas de dar leche están conectadas todo el día a succionadores artificiales.
Pero la venta no sólo afecta a los propios animales. También a las personas que después ingieren ese producto en la mesa.
La salud humana, en riesgo
El endocrino argentino Horacio Verini (‘Plántale cara al estrés y acaba con él) narra en su libro que el estrés al que están sometidos los animales acaba afectando a nuestra propia salud: “No es difícil pensar que las condiciones ambientales que tienen los sistemas de producción avícola intensiva generan estrés en las aves de corral”.
Para alimentar a los animales de granja, se sustituye la tradicional hierba por maíz y soja. Un cambio alimenticio que provoca un impacto en cadena que comienza en el trato del ganado, pasa por el deterioro medioambiental y trasciende a nuestra salud por las enfermedades que se derivan de la propia alimentación de los animales. El aumento de enfermedades cardiovasculares, diabetes o un gran número de cánceres se deben a la soja y al maíz con los que se sobrealimenta a los animales.
Por otro lado a la OCU también preocupa la presencia de antibióticos veterinarios en los productos cárnicos. La Organización de Consumidores detectó, tras el análisis de varios productos, la presencia de niveles ilegales de antibióticos en miel y gambas. Mientras, la Comisión Europea (CE) es contraria a prohibir la carne que contiene residuos de antibióticos por el efecto que la medida podría tener sobre los animales y el daño económico que provocaría a los productores.
Los antibióticos tienen la función de evitar que los animales hacinados en granjas desarrollen enfermedades, pero no se les trata cuando tienen síntomas de estar enfermos sino que se les inoculan dosis como medida preventiva, que luego todos consumimos.
Itziar de la Fuente