viernes, octubre 11, 2024
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Trece días en huelga de hambre delante del Congreso

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Llevan 13 días en huelga de hambre porque prefieren «pasarla voluntaria que obligatoriamente». Sus nombres no suenan, sus caras tampoco, pero ya son habituales entre las personas que frecuentan el Congreso de los Diputados. Se han sentado frente a sus puertas y, ante la falta de ganas de la clase política de escuchar su voz, han llenado los alrededores de una marabunta de carteles protestas. Su mayor queja: «¿Quién me rescata a mí?».

Jordi Linares, Presidente de Unicaes (asociación por la defensa de los autónomos y las PYMES) y Luis Fernández, presidente de Adesorg (Asociación Nacional de Desempleados) son los protagonistas de otra historia que deja la crisis. En sus caras no hay pena, si no coraje.

Jordi Linares comenzó de forma pacífica una huelga de hambre el pasado 27 de junio: «El Gobierno está haciendo un exterminio total de los autónomos y las PYMES». El presidente de Unicaes recuerda que el 70% del empleo de España proviene de los autónomos y las PYMES y argumenta que si «matas a la gallina de los huevos de oro, deja de poner huevos». Por eso, ante el alto nivel de paro entre los empresarios y empleados a los que representa, su pregunta es evidente: «¿Quién me rescata a mí?». Este es el eslogan de una manifestación que pide los mismos derechos para todos y  mira con impotencia cómo «si una empresa quiebra, se arruina sin posibilidad de rescate aunque muchas veces no sea su culpa, pero si la Banca se arruina por hacerlo mal el Gobierno la rescata».

A esta reivindicación de Linares se unió el presidente de Adesorg (Asociación Nacional de Desempleados), Luis Fernández, quién, ante la falta de oídos para que le escuchen, también decidió dejar de comer. Fernández defiende la postura de Jordi y mantiene que desempleados, autónomos y PYMES tienen que unirse para hacer frente al sistema. Y ellos son el paradigma del principio de esa unión. Ambos reivindicaron sus derechos antes de las presidenciales del 20N, aunque en ese momento de una manera mucho menos radical a la actual. La huelga de hambre es su protesta «extrema». Aunque el presidente de Adesorg ya hizo un primer intento el pasado año en el mes de septiembre, la consideró «más poética que esta». Ahora la situación que viven los desempleados españoles y el número que hay es tan alarmante que no hay tiempo para los versos, si no para los hechos. Pero hasta el momento, todas las reuniones que han mantenido con representantes políticos en el Congreso de los Diputados se quedaron en hechos sin ninguna relevancia. Ellos iban a reclamar lo suyo, a pedir una solución pero se encontraron con que las reuniones fueron por protocolo: «Nos sentimos ninguneados por ellos y nuestros motivos les dieron igual», cuentan a este periódico. También narran el acoso que sufren para levantarlos de la calle: «La policía municipal está poniendo muchos impedimentos presionados por la alcaldesa Ana Botella».

Pero ellos aguantarán el tiempo que haga falta en la Carrera de San Gerónimo. Allí sentados, sobre el cemento que lidera la zona de la Cámara Baja, controlando la actualidad con sus respectivos ordenadores portátiles y explicándole a todo curioso que pregunta por qué están allí, esperan la llegada de la marcha negra de los mineros para este miércoles. Se reunirán con ellos, porque todos defienden los mismos objetivos. Entrar al hemiciclo, que les escuchen y les den una solución: «Si no les dejan pasar, una delegación acudirá a las puertas del Congreso para hablar con nosotros». Saben perfectamente que habrá un cordón policial evitando que los representantes de España escuchen al pueblo asturiano. Cierto, quizá esas no sean las formas, pero no les dan otras opciones.

David Pluma

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