Secta: autoritarismo, fanatismo, aislamiento, engaño, manipulación, dependencia. Son sólo algunos de los términos para definir a grupos que se califican a sí mismos como religiosos, sociales, políticos o filosóficos, pero no tienen nada que ver. Grupos cerrados que comparten elementos que sólo ellos conocen y que se aíslan del resto de la sociedad.
Pasar a formar parte de uno de ellos es una tarea muy sencilla. Los miembros de una secta tienen capacidad suficiente para saber elegir a los posibles adeptos, personas que atraviesan un momento de su vida con dificultades y que encuentran apoyo en un grupo que les ofrece compañía y soluciones a sus problemas. El director de la Agencia de Investigación Zentral, Armando Freiría, afirma que ésta es una característica común: «Todas ellas acuden a personas que por razones personales o profesionales tienen las defensas bajas, se encuentran con dificultades psicológicas, soledad, desamparo, con una pérdida de identidad. Es fácil que una secta les ofrezca apoyo de grupo y ayuda. Los propios grupos tienen habilidad especial para captar esas adversidades».
En España operan hoy en día más de 200 grupos sectarios. Según Freiría, «hay distintas sectas con diferentes características. El término ‘secta’ es considerado como algo peyorativo y no lo es. Etimológicamente significa ‘disgregación de un grupo mayor’. Por ejemplo, el Opus Dei es una disgregación de la Iglesia católica y nadie lo considera (o sí) perjudicial o peligrosa». En los últimos días unas declaraciones del socialista Tomás Gómez han provocado la polémica al exigir que los pertenecientes al Opus Dei no ocupen cargos públicos por su “pertenencia a pseudosectas”.
Freiria añade, «lo que es preocupante es cuando se trata de una secta destructiva». Una secta destructiva emplea técnicas y persuasión y control mental: «destruyen la personalidad de los individuos y coartan la voluntad, libertad, autonomía, pensamiento o decisión. Ésas son las realmente peligrosas», señala Freiría.
Sean destructivas o no, todas las sectas están controladas por un líder carismático. El líder es quien maneja todo y quien dirige todas las acciones del grupo con su poder divino. Nadie puede dudar de sus afirmaciones, ni llevarle la contraria y todos deben servirle. Además, es el principal beneficiario de los bienes del grupo: «Aparte del control personal y del servicio que algunos adeptos hacen al líder, lo primordial es lo económico, bien poseyendo y llegando a controlar los bienes que los adeptos aportan al grupo, o bien mediante el trabajo que realizan estas personas. Los recursos y beneficios que se obtienen trabajando no son repartidos entre los miembros, sino que se los queda el líder», dice Freiría.
«Mediante terapias grupales, descubrimiento del propio yo o la filosofía, consiguen que los adeptos se mantengan dentro del grupo. Poco a poco les van separando de su entorno laboral y familiar. Una forma de fortalecer al grupo es teniendo lo exterior como enemigo. Cuanto más aislado se encuentra el adepto y cuantos menos apoyos psicológicos, personales, plurales, formativos y menos recursos tiene, es más dependiente. Por lo tanto, resulta más fácil el control», afirma el director de la Agencia de Investigación Zentral. Las amenazas y las extorsiones son un recurso habitual para la supervivencia de estos grupos caracterizados por el hermetismo: «El líder o el grupo se siente agredido porque los adeptos disponen de mucha información que pueden expandir al resto de la sociedad».
Investigar una secta es una labor muy complicada. «Casi siempre son los propios familiares de los adeptos los que recurren a nosotros porque han desaparecido o porque no mantienen contacto con ellos», dice Freiría. Una forma de conocer todo lo que ocurre dentro del grupo es formar parte de él o contactar con personas que lo abandonaron: «Uno de los medios es infiltrarse para convivir con ellos y comprobar si llevan a cabo acciones delictivas. Así se puede ver de forma directa y de primera mano quiénes son, cómo se organizan, cómo se estructura su actividad diaria, cuáles son sus elementos. Es importante recabar información en internet y comunicarse con exadeptos, aunque es complicado porque no suelen estar localizables ni disponibles».
El único modo de denunciar a una de estas organizaciones es demostrar que cometen delitos: «Ha habido casos en los que se han producido delitos contra la libertad sexual o en el ámbito fiscal. Es ahí cuando se puede aplicar la legislación común y cuando se pueden activar acciones políticas, legales, judiciales que pueden derivar en condenas. Tenemos un derecho que permite la libertad religiosa y, a priori, no tiene por qué desechar creencias religiosas. Por tanto, es muy difícil que se pueda denunciar por este motivo», señala Freiría.
Entre los grupos sectarios asentados en España, los más numerosos son los de origen cristiano: los testigos de Jehová, con unos 90.000 miembros, o los mormones, con alrededor de 20.000, son los más numerosos. La Iglesia de la Cienciología y la Iglesia de la Unificación, a pesar de sus grandes inversiones en España (una se aloja en un edificio en el centro de Madrid de 3.600 metros cuadrados y la otra en un gran edificio en Moratalaz), no alcanzan el millar de adeptos. También hay otras de origen oriental como los Hare Kris-hna o Meditación Trascendental, el grupo más activo. Las satánicas son las más peligrosas. Algunas de ellas son: Amigos de Lucifer, Caballeros del Anticristo, Mano Negra o la Hermandad de Satán. Muy pocas sectas están inscritas como asociaciones religiosas; la mayoría se califican como asociaciones culturales, fundaciones o entidades comerciales, un modo de disfrazar la realidad.
Bea Ruiz Aranda