miércoles, noviembre 27, 2024
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Un ‘Don Quijote’ sin medias tintas

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Tres semanas después de que seguidores de  Juan Manuel Sánchez Gordillo irrumpieran en un Mercadona, cargaran tres carros, se fueran sin pagar previo encontronazo con una cajera y repartieran los alimentos entre familias paupérrimas de Sevilla, The New York Times rebautizó el 22 de agosto al líder de la protesta. Desde 1979 alcalde de Marinaleda – 2.800 habitantes en la reseca Sierra Sur sevillana- y diputado andaluz de IU en esta legislatura, Gordillo fue consagrado por la biblia del periodismo mundial como “el Don Quijote de la crisis española”. Tal vez nunca el cofundador del Sindicato de Obreros del Campo (SOC) y capitán desde los años setenta de ciento y una marchas jornaleras y ocupaciones de latifundios –uno, de la duquesa de Alba-, había esperado semejante maremoto mediático. Y tal vez nunca sus detractores se sintieron tan inermes ante un episodio –el de Mercadona- respaldado por un discurso contra los grandes señores de una crisis feroz y que se sitúa “a la izquierda de Izquierda Unida”, que es lo que suele decir su artífice. El viernes, un diputado extremeño de IU emuló a Gordillo y se sumó al grupo que intentó sin éxito repetir operación en un Carrefour de Mérida.

Así las cosas, el retrato de Gordillo (Marinaleda, 1952) se presenta refractario a las medias tintas. Es un Gandhi, personaje elegido por el británico The Guardian como modelo homologable, o un villano. Un Robin Hood o un bandolero que campa a sus anchas, como suelen proclamar los medios conservadores mientras subrayan sus coqueteos con Batasuna en los ochenta o cómo en 1996 se supo que había estado cobrando como profesor en excedencia y como diputado, doblete que su protagonista atribuyó a un despiste al tiempo que devolvía los sueldos percibidos como docente.

En resumen: es sin matices como ha fraguado el perfil del único diputado andaluz de IU que se opuso a la investidura del socialista Pepe Griñán como presidente de la Junta, el único que infringe la prohibición de compaginar escaño y alcaldía y el único que en su formación abomina sin tapujos del pacto con el PSOE. Aforado ante el Tribunal Superior andaluz –el PP quiso detenerle tras el asalto al Mercadona pero el arresto habría sido ilegal- y maestro en el dominio de la escena, Gordillo dribla cuando se le pregunta por el riesgo que sus “acciones simbólicas” –“y pacíficas”, remacha- entrañan para el bipartito. Pero algunos observadores auguran a la Junta serios aprietos por los métodos de quien ha hecho seña de identidad de un pañuelo palestino y una barba canosa y lejanamente guevarista. Si otros años las protestas de verano pasaron inadvertidas al norte de Despeñaperros, ahora todos vigilan sus pasos.

El líder del SAT, hermano joven del jornalero SOC, lleva a gala que en Marinaleda no hay apenas paro ni latifundistas ni especulación ni necesidades básicas por cubrir. Y todo ello parece cierto. Pero sus detractores, entre ellos los dos ediles socialistas locales, sostienen que el alcalde se arroga méritos ajenos: el de los fondos aportados por la Diputación, la Junta y el Gobierno.  El munícipe aduce que, con el mismo dinero, ningún otro ayuntamiento construye casas entregadas luego a cambio de una hipoteca de 15 euros al mes.

Desde luego, los datos certifican que en Marinaleda no hay rescoldo de miseria, factor que su alcalde esgrime a favor de unas tesis comunistas sin más referente geográfico confeso que la “utopía”, literalmente “el lugar que no existe”, pese a que el argentino-cubano Ernesto Che Guevera es en el pueblo la figura mítica por antonomasia. El Anuario de la Diputación sevillana desvela algunas cifras sorprendentes. La más inesperada, esta: en 2009, el municipio contaba con 571,59 turismos –no de vehículos en general, categoría en la que también entran motocicletas, tractores y camiones- por cada 1.000 habitantes,  la segunda tasa más alta de la provincia tras la de Lora de Estepa, también en la Sierra Sur.

Según el mismo Anuario, en 2010 el ayuntamiento de Marinaleda recibió 4,53 millones en transferencias mientras que Martín de la Jara, otro pueblo de la Sierra Sur con el mismo censo y gobernado por el PSOE, logró 2,36 millones. En 2009, la relación fue de 2,72 millones para Marinaleda frente a 1,62 para Martín de la Jara. En privado, algunos dirigentes socialistas esgrimen que ese ha sido el precio pagado para contener a Gordillo. En público, nadie maneja ese argumento, y mucho menos en un mes difícil para el PSOE por la apertura de la comisión parlamentaria que investiga el formidable escándalo de los ERE. Gordillo tiene su propia réplica cuando se le sugiere un escenario de privilegios: “Nadie nos ha regalado nada”.

En el haber del alcalde, que gobierna con nueve de los 11 concejales -1.071 votos en 2011, el 71,74%-, figura con letras de oro la finca El Humoso. Para sus opositores, como el concejal del PSOE Hipólito Aires, el devenir del antiguo latifundio del duque del Infantado, comprado en 1987 por la Junta tras largas ocupaciones jornaleras y cedido a cooperativas en alquiler, encierra la clave de una receta entre cuyos ingredientes señala  el amiguismo, el autoritarismo y la opacidad. Para Gordillo, la receta está compuesta de justicia, solidaridad y participación: la de las ya célebres asambleas vecinales.  En relación a El Humoso, han circulado durante años historias sobre jornaleros penalizados subrepticiamente por no trabajar gratis en los “Domingos Rojos”. Hasta la fecha, nadie ha acreditado la existencia de tales prácticas, “calumnias”, dicen los suyos.

El lunes, Gordillo escenificó su enfado por las informaciones –ciertas y documentalmente confirmadas- sobre cómo el consistorio adjudicó sin concurso todos los contratos públicos (nueve) de 2009 y 2010 por 2,2 millones. “No daba tiempo a convocar concurso porque se perdían las ayudas”, adujo tras muchas vueltas. “Nos están buscando siempre cualquier mancha”, se lamentó luego ante quien acababa de preguntarle por esos contratos. Al día siguiente, la marcha jornalera ocupó en Hornachuelos (Córdoba) la finca de otro aristócrata –el duque de Segorbe, casado con una prima del rey- y exhibió el baño de braceros en la piscina de la hacienda. Hornachuelos abastece en parte de agua a Marinaleda. Pero Gordillo se nutre de otro acuífero: el de una rabia ciudadana que, paradójicamente, ya le ha deparado fama en EEUU, cuartel general del capitalismo mundial.


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