miércoles, octubre 2, 2024
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La familia y uno más

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El PP siempre ha sido un partido de familias. Pero esta vez a la familia marianista le ha sorprendido la llegada de un invitado inesperado. Uno que daban por jubilado y amortizado: José María Aznar. La bomba que soltó el expresidente del Gobierno la semana pasada con su disposición a volver a la primera línea de la política ha desatado los nervios. Y desde luego, ha puesto en evidencia que el Gobierno de Rajoy, lejos de ser monocorde y granítico -como intentó vender a su llegada a La Moncloa-, está compuesto por varias sensibilidades y cuotas de partido.

La principal colaboradora de Rajoy es aquella joven abogada del Estado a la que conoció en el año 2000 -cuando sólo tenía 27 años- y la reclutó como asesora jurídica-política para su gabinete: Soraya Sáenz de Santamaría. Desde entonces es una de sus personas de máxima confianza; y a la que le encomendó la difícil misión de ser sus ojos y su voz ahí donde no estaba él. Viernes tras viernes le toca lidiar con una de las obligaciones más incómodas de esta legislatura: trasladar y explicar a la opinión pública los recortes, las subidas de impuestos y las reformas estructurales. Su lealtad es indiscutible e inquebrantable. Aunque no es la única.

Entre los incondicionales marianistas se encuentran Sáenz de Santamaría, Arias Cañete, Soria o De Guindos

Cuando Rajoy llegó a La Moncloa intentó formar un Gobierno de consenso, que contara con un apoyo mayoritario y además le ayudara a sortear la grave crisis económica. Aterrizó en la presidencia en un momento de máxima euforia, con una mayoría arrolladora y sin precedentes para los ‘populares’. Pero Mariano Rajoy nunca perdió de vista aquel fatídico Congreso Nacional del PP celebrado en Valencia en 2008, cuando su carrera política estuvo a punto de extinguirse. Finalmente resultó el vencedor de aquel cónclave, pero nunca obvió una realidad actualmente irrefutable. La división interna de la formación en dos bandos claramente diferenciados: los marianistas y los aznaristas -entendiendo dentro de este núcleo al ala más conservador y ultraliberal de la formación-. Ambas cuotas claramente representadas en el actual Ejecutivo.

Entre sus incondicionales se encuentran: el ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, amigo personal de Rajoy. No podemos olvidar que fue uno de los elegidos para estar en el balcón de Génova la noche del pasado 20N. Ana Pastor, ministra de Fomento, y una de sus colaboradoras más próximas y fieles. El ministro de Industia, José Manuel Soria, el único ‘barón’ regional incluido en la lista de los elegidos. El ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, claro representante de la cuota catalana y principal enlace con la Conferencia Episcopal. Y Luis de Guindos, que está afiliado al PP, pero su perfil es el que más se ajusta al de un tecnócrata tras su importante paso por el sector privado. Algunos de ellos fueron colaboradores durante los Gobiernos de Aznar, los dos primeros como ministros, y los dos últimos como secretarios de Estado. Pero los cinco, junto a Sáenz de Santamaría, siempre destacaron por su cercanía y fidelidad al actual presidente a lo largo de toda su carrera política.

Rajoy era consciente de la dificultad de la legislatura que le tocaba presidir y quiso rodearse de amigos y de gente de confianza. Pero nunca perdió de vista esta división claramente representada en el Partido Popular. Algunos de sus ministros, de hecho, representan a esta cuota. Hombres y mujeres de confianza de Rajoy, que finalmente le dieron su apoyo en aquel fatídico Congreso de Valencia, pero que sin duda ponen voz a ese sector ideológico más cercano al expresidente. Este es el caso del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, hombre de confianza designado por el expresidente del Gobierno para instaurar el rigor fiscal como ministro de Hacienda el año 2000. José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y Deportes, y encargado del adoctrinamiento. En concreto de hacer una reforma educativa a la medida de los dictámenes establecidos desde FAES. Y la ministra de Sanidad, Ana Mato, componente del llamado ‘clan de Valladolid’, equipo de confianza que formó Aznar en los años 80 y que le acompañó durante toda su carrera política.

Además, la voz del Rey también se hizo escuchar en la conformación de este Gobierno. José Manuel García Margallo y Pedro Morenés son dos claros ejemplos de ello. El primero, amigo personal de Rajoy y de amplia experiencia en política europea, para el ministerio de Asuntos Exteriores. El segundo, de perfil más técnico aunque ya fue secretario de Estado con Aznar, para el ministerio de Defensa. Los dos veteranos del Ejecutivo. Y los dos enfrentados por la acción exterior del Gobierno. Las misiones en Mali y Líbano han puesto de manifiesto las discrepancias de ambos Ministerios en lo que al alcance y la implicación respecta.

Aunque esta no es la única brecha abierta en el actual Ejecutivo. Como ocurre en todas las buenas familias, las discrepancias entre sus miembros ya han protagonizado más de un importante episodio. De Guindos se convirtió en los últimos tiempos en uno de los gurús de referencia para los conservadores españoles, con sus dictámenes económicos y sus recetas contra la crisis. Y esto Montoro nunca lo llevó especialmente bien. Lucha de egos, sobre todo en lo referente a los impuestos. El ministro de Hacienda siempre ha representado a ese sector del partido contrario a las subidas impositivas. Lema que ha defendido hasta que se dio de bruces con la realidad y que durante meses le hizo estar en guerra con De Guindos, más partidario de atender a la realidad. Rajoy trató de retrasar lo máximo posible la subida del IVA, pero finalmente lo hizo. Decisión que ha obligado a Montoro a enfrentarse a las duras críticas de su exjefe, José María Aznar y de la que parece ser su aliada en esta nueva cruzada, la presidenta del PP madrileño, Esperanza Aguirre.

Y tras la irrupción de Aznar…¿ahora qué?

Aznar no parará hasta colocar a alguien de su agrado en la primera línea

Ahora toca posicionarse. Lo que parecía una guerra acabada y enterrada hace cinco años en Valencia, ha vuelto a resucitar. Por el momento, la prudencia ha sido la consigna seguida por Génova y Moncloa. Pero no durará mucho tiempo. Tal y como adelantó ESTRELLA DIGITAL, el sector más conservador del partido se está organizando y Aznar no parará hasta colocar a alguien de su agrado en la primera línea. Hay un sector ‘popular’ que cree que el momento del expresidente ya pasó. Pero también es cierto que el descontento de una parte del partido por la gestión de Mariano Rajoy es evidente.

Hasta el momento, el Ejecutivo ha decidido no entrar al trapo. Pero sí lanza mensajes indirectos a los críticos. «El Gobierno no cambiará de rumbo», dijo esta semana el presidente del Gobierno desde Bruselas. «La mejor manera de responder no es con palabras, sino con hechos», dijo su ‘número dos’. La gran mayoría de los ministros han preferido no pronunciarse a este respecto. Hay miedo. En privado, el descontento por la última intervención televisiva de Aznar es palpable. Pero en público nadie se atreve. Es más, los que hablan es para recordar que el expresidente es un referente político. Así lo hizo una de sus incondicionales, la ministra de Sanidad, Ana Mato. Y también el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, actualmente más preocupado de su futuro político que de atender a esta guerra. Cada vez más cerca de hacerse con el apoyo conservador del partido, Gallardón ha decidido presentarse a sus bases como el apaciguador. Marianista hasta que su sitio en el Ejecutivo lo diga, no quiere cerrarse la puerta más conservadora del PP.

La guerra está servida. Y el viejo miembro díscolo de la familia parece haber llegado con fuerza y dispuesto a quedarse. ¿Cuánto durará? Esta es una de las preguntas que por el momento nadie se aventura a contestar. Pero de lo que no cabe duda es que las elecciones municipales y regionales de 2015 serán la prueba de fuego de las políticas puestas en marcha por Mariano Rajoy. A partir de este momento, todo será posible.

Elsa S. Vejo

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