domingo, noviembre 17, 2024
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Wert, ese hombre

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Que es un hombre brillante académicamente es evidente. Un “empollón” de los de antes. Un alumno de expediente impoluto. Las matrículas de honor y los dieces ya se le acumulaban cuando era alumno del Colegio del Pilar. Y no fue muy diferente cuando se enfundó la chaqueta –por aquellos años indumentaria obligatoria en la Complutense- y llegó a la universidad. Doctorado en Derecho con Premio Extraordinario Fin de Carrera, distinguido con el Premio Calvo Sotelo en 1972, máster en Sociología Política por el Instituto de Estudios Políticos dependiente del Ministerio de Presidencia y políglota –habla seis idiomas, entre ellos el catalán– completan un currículum académico excelente, de calificaciones siderales y de apariencia rutilante.

Una desorbitada acumulación de méritos de la que además es consciente y habitualmente presume. Aunque su arrogancia, su soberbia y su incontinencia verbal normalmente lo ensombrezcan. Polémico donde los haya, el ministro de Educación, Cultura y Deporte es de esas personas que son capaces de causar un terremoto político de dimensiones desconocidas con solo abrir la boca. Lo hizo durante su época de tertuliano en la radio; y lo sigue haciendo ahora que ostenta un cargo de responsabilidad en el Ejecutivo ‘popular’. Nunca ha sido un rival fácil. Y probablemente sea ese el motivo por el que Rajoy le eligió. Hay que estar muy seguro de uno mismo para no desfallecer ni un momento cuando se rema a contracorriente durante dos años.

Es un hombre acostumbrado al éxito. Al éxito personal y profesional. Y quien le conoce no duda de su valía. Nació en Madrid el 18 de febrero de 1950, el tercero de ocho hermanos, y con sólo 22 años ingresó por oposición como titulado superior en Radio Televisión de España, donde en poco tiempo ascendió a director adjunto en el Gabinete de Investigación de Audiencia. Carrera que compaginó con la política. Donde nunca destacó especialmente, pero que sí le ha valido para estar donde está. Miembro destacado de la rama democristiana, decidió sumarse a la marca liderada por Aldolfo Suárez, la Unión de Centro Democrático (UCD), con la que obtuvo su primer puesto de confianza política. Con tan sólo 30 años, el Senado le eligió vocal del Consejo Asesor de RTVE.

“Yo era asquerosamente bueno, muy bueno, el mejor alumno, un empollón de libro”

Aunque a su andanza política aún le quedaba mucha historia hasta llegar a convertirse en ministro del primer Gobierno de Rajoy. Tras la desaparición de la UCD, incluso hay quien dice que Wert se unió antes, el ministro se pasó al Partido Demócrata Popular, coaligado desde sus orígenes a Alianza Popular. Liderado por Óscar Alzaga y junto a 13 democristianos más –entre los que se encontraban Jaime Mayor Oreja y Javier Arenas-, llegó a ser concejal de Madrid y diputado por La Coruña. Aunque por ambos cargos pasó ni pena ni gloria. Por ello es difícil encontrar en sus biografías oficiales contenido jugoso sobre estas breves paradas, sus currículums se centran más en su etapa ya dedicada a los negocios privados. Presidente de Demoscopia entre 1987 y 2003; y de Sofres entre 1994 y 2003. Adjunto a la Presidencia del BBVA y fundador de Inspire Consultores. Hasta que Mariano Rajoy le encomendó una de las misiones más complicadas de cualquier legislatura: cambiar la Ley de Educación.

Y aquí despegó su popularidad. “Yo era asquerosamente bueno, muy bueno, el mejor alumno, un empollón de libro”. Así se autodefine; y así es como se explica su obsesión por hacer del sistema de educación pública un nicho de alumnos selectos. Si hay un ministro que más haya fomentado el entendimiento, el consenso y el acuerdo que tanto proclama el Gobierno de Mariano Rajoy desde que llegó a La Moncloa, ese es José Ignacio Wert: el rechazo absoluto a su nueva ley de Educación probablemente haya sido una de las reacciones más consensuadas de toda la democracia. La comunidad educativa, el Consejo Escolar del Estado, la oposición parlamentaria al completo y la sociedad en general han dado un “no” rotundo a un proyecto que nace muerto.

Igual de muerto que se vislumbra su futuro político. Dice que dejará la política cuando concluya su mandato al frente del Ministerio, pero cuesta creer que fuera de otra manera después de su propia inmolación política. Él llegó al Consejo de Ministros con un único mandato de Rajoy; y lo ha cumplido: el Parlamento acaba de dar luz verde a la LOMCE (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa). La implantación de reválidas, la importancia que se le vuelve a dar a la asignatura de Religión, la eliminación de la asignatura de Educación para la Ciudadanía y su controvertida política de becas nos devuelven al pasado.

Sin duda ha ido a por todas. Sin importarle su desgaste público; sin importarle lo que se dejaba por el camino. Y donde su boca le ha vuelto a traicionar. Le ha enfrentado a Cataluña, por aquello de querer “españolizar a los niños catalanes”, pero también a la comunidad educativa y a la sociedad española en su conjunto cuando aseguró que no “estamos para gastar 4.000 millones en estudiantes que dejan la carrera a medias” o como ha hecho esta misma semana cuando ha asegurado en el Congreso que los “repetidores encarecen extraordinariamente el sistema”. Controvertidas declaraciones –y eso que esto sólo es una mínima muestra- que le han valido su primer suspenso en la vida. Un 1,95 es la nota que obtuvo en el último Barómetro del CIS. La más baja del Ejecutivo de Rajoy.

Desde entonces, acudir a cualquier acto público es prácticamente imposible para él. Los alumnos excelentes a los que tanto venera le han negado el saludo y las universidades públicas han optado por no invitarle. El pasado septiembre, la Universidad de Zaragoza lo intentó, pero tuvo que suspender el acto previsto con motivo de la apertura del curso universitario por miedo a que se produjeran incidentes violentos. “Soy como el toro bravo que se crece con el castigo”, ironizó Wert en el Senado hace un año con motivo de la fiesta de la Constitución. Veremos qué tiene que contar este año. Igual aprovecha esta recepción mejor para hablar de su vida personal y quitarle hierro al asunto. Tal y como relatan varias publicaciones del corazón, no todo ha sido insultos y abucheos en este año y medio en el Ministerio. Por lo visto, el amor también ha llamado a su puerta. Después de su ruptura con la tertuliana y columnista Edurne Uriarte, el ministro “más odiado” del Ejecutivo se ha enamorado. ¿La afortunada? Su actual secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, recién divorciada, con dos hijos y la mujer más rica del Ejecutivo. Wert no ha dado nunca puntada sin hilo, y en el amor no iba a ser menos.

 

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