Las relaciones entre España y Estados Unidos en materia de seguridad, y muy especialmente en asuntos militares, es de una relevancia excepcional: en implicaciones industriales, en el marco de la OTAN, en operaciones en el exterior, en inteligencia. Por tanto, los avances en las filtraciones de Edward Snowden, antiguo consultor tecnológico de los servicios de inteligencia norteamericanos, y de Glenn Greenwald, periodista del británico The Guardian, ahora por libre, sólo podrán derivar en luz sobre estas relaciones, tensión entre administraciones y sorpresa entre administrados.
Algunos ejemplos concretos: los buques más avanzados de nuestra Armada cuentan con el sistema de combate norteamericano Aegis, capaz del seguimiento y de interceptar 200 blancos móviles a 200 millas, una tecnología de la que únicamente disponen los propios EE.UU., Corea del Sur, Japón, Noruega y en breve Australia, los dos últimos por contratos derivados de la construcción por Navantia de las fragatas F-100.
Otros indicadores de la relación privilegiada en materia de Defensa de España con EE.UU. son las bases de utilización conjunta –cabría decir mejor de utilización vecina, porque españoles y norteamericanos hacen vida independiente, incluso con diferentes contratos de la luz-: España autorizó en 2011 la participación de la base de Rota en el escudo antimisiles de EE.UU., y por ello llegarán cuatro destructores –con el sistema de combate Aegis- a partir de 2014. Las obras realizadas en Rota en los últimos años han permitido duplicar su capacidad de atraque.
En cuanto a Morón, el pasado mes de abril el Gobierno autorizó la llegada de 500 marines, dispuestos al combate en Magreb y Sahel, como prueba de que el comando norteamericano para el continente –Africom- se ha trasladado disimuladamente a suelo español, sin duda alguna desde el punto de vista operativo.
El objetivo argumental que se utiliza es que se espía en el extranjero, no a los nacionales
Dicha relación especial España-USA se puede personificar en dos perfiles. Jorge Dezcallar de Mazarredo, director del CESID-CNI entre 2001 y 2004, luego embajador en Washington entre 2008 y 2012. Y del propio Félix Sanz Roldán, actual director del CNI desde 2009, jefe operativo de las Fuerzas Armadas entre 2004 y 2008, con destinos y contactos muy relacionados con EE.UU. y la Alianza Atlántica.
EEUU cuenta con 16 organismos de inteligencia y varios de ellos tienen acreditada su presencia y trabajo en España. Además de la Agencia Nacional de Seguridad –NSA-, que por tamaño y actividades se lleva ahora la actualidad, se podría recordar que en 2007 el Gobierno acordó permitir su trabajo en suelo español a las agencias Air Force Office of Special Investigations –AFOSI- y el Naval Criminal Investigative Service –NCIS-, es decir, los servicios secretos de la Armada y del ejército del Aire de EE.UU. Y quedarían otros 13 organismos dedicados al espionaje.
Una de las estrategias de defensa de EE.UU. para descargar parte de la presión sobre sus actividades de espionaje por medio mundo ha sido apuntar la colaboración del CNI y el espionaje francés con la NSA norteamericana. Insinúa que España capta datos e información sobre el norte de África, África occidental (desde Canarias) y probablemente en operaciones con despliegue militar español (Afganistán, Líbano, Somalia) que traslada a EE.UU. para que lo convierta en inteligencia. El famoso ciclo de la inteligencia –dirección, obtención, elaboración, difusión- situaría en este caso su final y mayor valor añadido en Maryland, no en la cuesta de las Perdices de Madrid, donde el CNI tiene su dirección postal.
El objetivo argumental que se utiliza es que se espía en el extranjero, no a los nacionales (en España y en EE.UU. interceptar comunicaciones individuales o masivas es un delito); que los servicios extranjeros han colaborado con los de EE.UU.; y nada se dice del espionaje a jefes de Estado aliados, del compadreo con las grandes multinacionales de las telecomunicaciones para intercepciones masivas e indiscriminadas –Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, Verizon-, espionaje en este caso donde difícilmente se puede controlar la nacionalidad de los metadatos; y nos olvidamos también de que se utiliza la seguridad y la amenaza terrorista para captar información no relacionada con estos ámbitos sagrados.
Desde la parte española se intenta desviar el foco con una parte de esta colaboración que pueda resultar incontestable para la opinión pública: la aparentemente valiosa contribución del espionaje estadounidense en la lucha contra ETA.
La última revelación por ahora apunta a que el Centro Nacional de Inteligencia desarrolló una estrecha colaboración con la agencia de intercepción de datos de Reino Unido en el campo de las llamadas «Operaciones Encubiertas de Internet» (Covert Internet Ops), según nuevos documentos del extécnico de la Agencia Seguridad Nacional de EE.UU. Edward Snowden, divulgados el pasado viernes por el diario británico The Guardian. Tal colaboración se habría producido a través de una compañía privada intermedia.
Por tanto tendríamos un intenso trabajo conjunto de nuestro CNI con EEUU y también con Reino Unido en el rastreo masivo de Internet y de las telecomunicaciones, que a su vez actuarían por su cuenta en el espionaje gubernamental a aliados y amigos; y nada sabemos aún de espionaje industrial entre aliados, inteligencia económica a la que estos servicios dedican buena parte de su presupuesto y personal.
Arqueología submarina
El interés de la Armada por los pecios históricos que duermen bajo las aguas cercanas a la Península puede tener una derivada menos romántica. Debe resultar poco menos que imposible hacer algo discretamente en el Estrecho de Gibraltar, con el foco militar de todas las potencias del planeta, con bases militares como Rota, Gibraltar y el SIVE que todo lo ve.
Uno de los cables más extensos es el FLAG Europe-Asia que va desde Reino Unido hasta Miura Japón con parada en Estepona
Durante años ha estado navegando por el Estrecho buscando monedas de oro y cañones mohosos aquel cazatesoros llamado Odissey, con medios técnicos muy adecuados para trabajar bajo el agua en asuntos de historia más reciente que el siglo XVII.
Por el Estrecho pasan una docena de cables de fibra óptica esenciales para las telecomunicaciones de medio mundo.
Uno de los cables más extensos (28.000 kilómetros) es el FLAG Europe-Asia que va desde Porthcurno (Reino Unido) hasta Miura (Japón) con parada en Estepona, para luego atravesar todo el Mediterráneo, el mar Rojo, el Océano Índico y el mar de la China.
Estepona también tiene conexión submarina con Tetuán, ciudad que enlaza a su vez con otro cable de 39.000 kilómetros -SeaMeWe-3- que parte de Corea del Sur, conecta con China y Australia, Filipinas, India, Península Arábiga y acaba su recorrido con conexiones en Francia, Reino Unido, Bélgica y Alemania.
Entre Rota y Arcila tenemos el cable submarino llamado Loukkos, propiedad de Maroc Telecom. Arcila y Marsella también están conectadas por cable submarino que atraviesa el Estrecho.
La localidad gaditana de Conil cuenta con dos conexiones: un cable de Telefónica hasta Canarias y, mucho más relevante, el Columbus III, 9.800 kilómetros entre Sicilia y Florida, principal enlace trasatlántico con parada en nuestro país.
Gibraltar por su parte tiene conexión con el Europe India Gateway, 15.000 kilómetros de cable submarino desde la India, pasando por el Golfo Pérsico, el Mar Rojo, todo el Mediterráneo, conexión con Mónaco, Lisboa y final en Reino Unido.
En las Canarias tienen parada bastantes cables que siguen hacia el sur bordeando África. En Bilbao existe una conexión con Reino Unido, principal lugar de entrada de los cables transatlánticos. Finalmente Lisboa es el principal punto de enlace en la Península Ibérica con el resto del continente.
Big data
Una de las revelaciones de Snowden es que esta multinacional anglosajona del espionaje que formarían EE.UU., Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda ha pinchado cables de fibra óptica a través de un programa llamado Tempora.
El espionaje parece saltarse todos los controles en su actuación
Una de las consecuencias que vienen asociadas al avance e implementación de las tecnologías de la información en todos los ámbitos de la sociedad es la generación de cantidades ingentes de información. Los ratios de crecimiento de la información digital son tan altos que se estima que el 90% de los datos almacenados en el mundo actualmente se han generado en los últimos dos años.
La captura, gestión y proceso de esa cantidad de información, que se ha venido en llamar big data, se ha revelado un objetivo prioritario tanto para empresas privadas como administraciones públicas. Sin embargo, la capacidad de interpretación de esos datos no está al alcance de cualquiera, y se trataría además de una interceptación masiva de información que escapa a los límites legales y nacionales.
Como sucede en otros ámbitos e instrumentos -el espacio, los aviones sin piloto-, el espionaje parece saltarse todos los controles en su actuación. Sorprenderse por las acciones de los servicios de espionaje no es por tanto un asunto de ingenuidad, sino de legalidad. Los poderes sin control tienden a excederse en el uso de herramientas a su disposición.