domingo, noviembre 24, 2024
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El Prestige, crimen sin castigo (ni culpables)

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Puede haber una catástrofe en la costa de Galicia y unos irse a cazar, otros no coger el teléfono y tomar decisiones de cualquier tipo con resultado calamitoso. La Audiencia Provincial de A Coruña ha determinado que los responsables de la tragedia del Prestige no son culpables de ningún supuesto penal (solo el capitán Mangouras se lleva una condena leve por un asunto menor) tras una tragedia que asoló la costa atlántica gallega, parque naturales, litoral cántabro, asturiano y hasta francés; que dejó sin actividad alguna la costa gallega durante medio año, que llevó casi un lustro reparar; que supuso unas pérdidas económicas astronómicas (4.000 millones), y que conmovió la conciencia de los ciudadanos. Los magistrados no han visto conducta dolosa en el capitán Apostolas Mangouras, en su jefe de máquinas, ni en el entonces director General de Marina Mercante, José Luis López Sors. Casi una década de instrucción, once años después, la conclusión de los jueces es que no hubo nada.

El argumento de los jueces no deja de ser un retruécano casi cáustico: como quiera que el daño ha sido reparado, las decisiones fueron correctas. Han avalado la actuación del Ejecutivo de José María Aznar (y la cadena de mando compuesta por Álvarez Cascos, ministro de Fomento, Arsenio Pérez de Mesa, delegado del Gobierno, y José Luis López Sors, director General de Marina Mercante y único de ellos que estaba en el banquillo). O sea, que visto en cierto modo, el trabajo de miles de voluntarios y el peculio de todos los españoles ha valido para justificar y exculpar a los responsables de la peor catástrofe ambiental de la historia.

Aunque fuentes jurídicas que han participado en el proceso piensan más bien que no se ha sentado en el banquillo a los que más fácilmente se hubiera podido condenar. Fruto, según estas fuentes, de una instrucción ciertamente farragosa, complicada por la descomunal magnitud de la catástrofe y las complicadas pruebas, que a punto estuvieron de colapsar los juzgados locales.

El trabajo de miles de voluntarios y el peculio de todos los españoles ha valido para justificar y exculpar a los responsables

De hecho, los magistrados, en la sentencia, han perorado sobre el inadecuado sistema de control mundial de seguridad de los barcos, reprochando que sea un sistema privado y no tenga supervisión pública. Pero el meollo de la sentencia es que no han sido capaces de determinar «la causa» ni los «culpables» de que el vetusto petrolero arrasara con chapapote el litoral gallego, más allá de las «extremas condiciones del temporal y las extraordinarias olas».

La catástrofe, según la han diseccionado los jueces, tiene dos momentos: por un lado las condiciones del barco y las causas que desencadenaron el accidente. El argumento para exculpar a Mangouras, el capitán del Prestige, lleva al asombro: al final todo ha consistido en que, si él hubiera sabido que el barco estaba en condiciones tan deficientes, no habría subido al navío y puesto en riesgo su propia vida. Esto obvia las razones económicas, la posible negligencia del capitán («las deficiencias no eran apreciables a simple vista», aseguran los jueces) o incluso la temeridad a que se pudo ver abocado por las peculiares condiciones del mercado laboral de la gente del mar.

Las responsabilidades, en este caso civiles, van hacia los armadores, acusados de codicia en la sentencia, y las compañías supervisoras de la nave. O sea, un brindis al sol.

La segunda parte desencadenante de la tragedia fue la actuación de las autoridades españolas ante la emergencia. Las alternativas no eran muchas: o meter el barco en algún puerto de refugio, o llevarlo a alta mar. El objetivo era poner rumbo a Cabo Verde, según explican los jueces, maniobra que impidió un buque de guerra portugués. Eso justifica, según los magistrados de la Audiencia coruñesa, que el Prestige y sus remolcadores llevaran un rumbo que ellos mismos califican de «errático, pero no suicida».

No se ha sentado en el banquillo a los que más fácilmente se hubiera podido condenar

Como alternativa, a falta de un puerto de refugio en alta mar, los peritos han barajado la opción de haber condenado a la Ría de Corcubión y haber llevado allí al Prestige. Pero los jueces consideran que dado el estado de la mar, aquella era una alternativa difícil y peligrosa, y no encuentran rotundidad en las pruebas periciales y en los expertos para considerar que esa era la decisión correcta. De manera que se despachan asegurando que López Sors y su equipo tomaron la decisión «consciente, medita y eficaz».

Lo grave es que 11 años después, tras 1.000 millones invertidos en la dársena de Llagosteira como alternativa para barcos averiados como era el Prestige, las autoridades marítimas españolas aún no son  claras sobre cómo actuar en caso de que una tragedia así se repita.

La única condena que han dictado los jueces es contra el capitán Mangouras, por desobediencia grave a la autoridad. Esta condena habla de las primeras horas angustiosas del accidente, cuando el barco escoró y requirió el auxilio y la evacuación de una tripulación aterrorizada. Y también habla de la picaresca del mar. Del coste de los rescates y de cómo los armadores apuran porque casi prefieren perder un cargamento que costear un caro rescate para un barco que está zozobrando en medio de un temporal atlántico.

Mangouras, ya anciano y jubilado, pasó un largo tiempo en prisión preventiva. La condena de nueve meses por desobediencia no hará que vuelva a prisión. Apostoulas no pasará a la historia como el villano que aquello Gobierno del PP quiso dibujar.

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