Europa corre el riesgo de perder el tren del mercado mundial de aviones sin piloto –drones- y carecer de la autonomía industrial para equipar a sus propias fuerzas armadas en este campo. La falta de recursos económicos –recortes presupuestarios- y de voluntad política, si el Consejo Europeo de diciembre dedicado a la defensa no lo remedia, impiden avanzar en un mercado multimillonario copado por empresas estadounidenses e israelíes. A España no se le espera.
Tres grandes empresas de defensa mayoritariamente europeas -EADS, Finmeccanica y Dassault-, que se debe interpretar como los intereses industriales de Alemania, Italia y Francia, acaban de presentar ante el Ministerio de Defensa francés el proyecto de un nuevo drone. Se trata del último intento de convencer a las autoridades políticas de apostar por un nuevo proyecto industrial que revitalice la deprimida industria europea de defensa y además en el ámbito con más expectativas de crecimiento y futuro.
Según publicaba hace unos días el principal periódico francés de información económica, Les Echos, a finales de octubre se presentaron ante la DGA francesa, la agencia pública de armamento, los consejeros delegados de Cassidian, Bernhard Gerwert (grupo EADS, multinacional europea semipública); de Alenia, Giuseppe Giordo (grupo Finmeccanica, multinacional italo-anglosajona con mayoría de capital público italiano); y de Dassault, Eric Trappier (multinacional francesa casi privada, propietaria por otra parte del periódico Le Figaro).
A falta de mayor definición, presentaron el proyecto de un drone del tipo Male (medium altitude, long endurance), hasta 30.000 pies de altitud y un alcance de unos 200 kilómetros, en principio un aparato de vigilancia pero con la posibilidad de una versión armada. El coste del desarrollo del proyecto (que no de la producción) se estima en 1.000 millones de euros, y de aprobarse las empresas se comprometen a tenerlo volando en 2022.
El proyecto presentado ahora recuerda al difunto Talarion, un aparato muy similar impulsado por EADS y abandonado definitivamente hace año y medio ante la falta de un compromiso financiero por parte de los países patrocinadores, Alemania, Francia y curiosamente España, donde se llegó incluso a hablar de la instalación de un centro de excelencia de EADS dedicado a estos UAV. La crisis y los recortes presupuestarios generalizados impidieron al trío aportar los 1.500 millones de euros que pedía la empresa.
La situación de Europa ante los drones refleja todos los aspectos que hoy caracterizan la defensa en la UE: renacionalización de políticas, acuerdos bilaterales, falta de recursos económicos y de impulso político compartido.
Hay interés, hay necesidad operativa de los ejércitos, hay negocio, pero no recursos públicos
Francia y Reino Unido anunciaron hace dos años el desarrollo de un proyecto de drone que parece no haber avanzado por el camino previsto por sus impulsores. Francia y Alemania anunciaron a comienzos de 2013 el impulso de otro drone militar. Y la realidad más real es que las urgencias operativas han llevado a Francia este verano a adquirir en Estados Unidos dos MQ-9 Reaper, fabricados por General Atomics Aeronautical Systems, para desplegarlos en el Sahel y probable aperitivo de un lote final de 16 drones y su equipamiento que se acercan a los 1.200 millones de euros.
En un nivel más modesto, algo parecido le ha ocurrido a la Armada española, que ha acabado comprando su primer sistema aéreo no tripulado embarcado –Pesante lo ha llamado- a la empresa sueca SAAB AB para dotar a los nuevos Buques de Acción Marítima que se despliegan, entre otros lugares, en aguas de Somalia.
El hecho es que a nivel nacional y algunas empresas llevan veinte años con proyectos de investigación en este campo de los aviones sin piloto tanto de uso civil como militar. Por poner un ejemplo, el público Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, INTA, viene desarrollando durante las últimas dos décadas prototipos como los Alba, Diana, Siva o Milano, de diferente alcance y uso, que han supuesto un conocimiento adquirido de interés desde el punto de vista de la I+D+i, pero que no han enganchado con intereses industriales. La multinacional semipública Indra, por su parte, tiene en marcha el desarrollo de un helicóptero no tripulado bajo el nombre de Pelícano.
Nada en cualquier caso comparable a un gran proyecto multinacional que permita el desarrollo tecnológico y la fabricación de un aparato que pueda competir en los mercados de defensa de medio mundo con los productos ya operativos de Israel o EEUU.
Este asunto figurará sin duda en la agenda del próximo Consejo Europeo a celebrar el próximo mes de diciembre de carácter monográfico sobre temas de defensa. En la documentación elaborada para la cumbre, la vicepresidenta y Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores, Catherine Ashton, señala este campo de la inteligencia, vigilancia y reconocimiento como prioritario.
Muy probablemente se trate también de un asunto presente en las actuales reuniones y contactos que mantiene la industria tecnológica española de seguridad, defensa y espacio con la Secretaría de Estado de Defensa.
La realidad es que hay interés compartido, posibles usos tanto civiles como militares, hay necesidad operativa de los ejércitos, hay negocio, pero no recursos públicos para financiar un proyecto europeo ambicioso. El ministro de Defensa, Pedro Morenés, aplazaba hace pocos días hasta la próxima legislatura, o el horizonte de 2015, la puesta en marcha de nuevos programas de adquisiciones para las Fuerzas Armadas, entre los que podría figurar uno de este tipo.
La situación actual lleva a algunos países como España a financiar con muchas dificultades sistemas de armas comprometidos hace 15 años, diseñados hace 25, y no poder afrontar hoy equipos más adaptados a las necesidades operativas.