Las nuevas formas de comunicación y la tecnología han modificado el formato y acceso al cine porno que ahora se consume en todas sus modalidades desde el confort y privacidad de nuestros hogares. Del oscurantismo de antaño se ha pasado al anonimato de nuestros ordenadores.
Aunque parezca una paradoja, a pesar de que hoy vivimos bombardeados por todo tipo de información que procede de múltiples fuentes, la desinformación sobre el tema de la sexualidad es, a veces, preocupante. “La tecnología ha facilitado el poder indagar sobre métodos anticonceptivos o sobre determinadas disfunciones sexuales, también sobre cómo innovar, pero en la Red hay información deficiente que hay que saber escoger y discernir. El hecho de un mayor acceso a pornografía en línea no es perjudicial en principio, pero si es la única fuente de información o educación sexual de una persona adolescente o adulta, sí lo sería”, dice Carme Sánchez, psicóloga clínica y co-directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona.
Cuando vemos una película de ficción sabemos perfectamente diferenciar la realidad de lo que no lo es. Sin embargo, muchas veces, con el cine porno “esto no sucede y nos asusta”, explica Mikel Resa, vicepresidente de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS). “Si nos preguntamos los porqués, básicamente nos encontramos que al no tener otros modelos o una formación en educación sexual, recurrimos a aquello que nos resulta más parecido o que, al menos, está al alcance de nuestra mano”, matiza el experto.
El cine porno podría ser para algunas personas el único modelo a seguir
Sin esa educación sexual adecuada, el cine porno podría ser para algunas personas el único modelo a seguir. Y he aquí, coinciden los especialistas, donde entran las dificultades aunque dejando claro, que también se trata de un recurso que ayuda a muchas personas y parejas a innovar en sus relaciones sexuales y que éstas no se conviertan en una rutina.
Pero, como todo, debe hacerse con cierta medida. Como dice el refranero popular “lo poco agrada, lo mucho cansa”. O más que eso, “de manera empírica, parece que el visionar en exceso determinadas películas con sexo explícito irreal puede provocar que las relaciones sexuales reales parezcan menos estimulantes, más aburridas y provocar disfunciones sexuales como la falta de excitación, problemas de erección o eyaculación retardada”, comenta Carme Sánchez.
El hecho de que no exista una educación sexual “reglada” hace que muchos adolescentes, tanto chicas como chicos, se informen sobre la sexualidad por vías informales. Antes la mejor de estas formas era a través de las amistades, actualmente se ha unido internet con foros, chats y también la pornografía on-line. “El problema es que los jóvenes no tienen información veraz con lo que poder contrastar lo que ven en las películas y pueden llegar a creer que lo que visionan en lo “normal”. Además, educación sexual no es sólo saber qué es el coito o los órganos sexuales, sino también incluye aspectos emocionales, relaciones sociales desde el rigor científico, actitudes tolerantes y democráticas y valores como la responsabilidad. Todos esos aspectos no los puede cubrir en absoluto el simple visionado de pornografía”, afirma Carme Sánchez.
Hay quien asegura que el porno se ha convertido en la fuente principal de educación sexual de la mayoría de los adolescentes, lo que puede llegar a ser una rémora y dañar su desarrollo sexual posterior. “Puede distorsionar lo que debería ser un proceso positivo y gradual del aprendizaje de los aspectos que comportan la sexualidad humana”, asegura Sánchez.
Lo que parece claro es que si la única fuente de información es la pornografía, la persona tendrá una visión muy sesgada y parcial de la sexualidad. Por eso Mikel Resa afirma que “el conflicto no está en ver o no ver este tipo de género, si el fácil acceso perjudica o no, si se producen disfunciones en el individuo. El problema es la imitación y expectativas que uno se puede crear y no ver que la realidad sexual, erótica y amatoria supera con creces a la ficción”.