Como suele ser habitual en este tipo de citas parlamentarias, el debate sólo suele estar presente en el título oficial de la jornada: Debate sobre el Estado de la Nación. Desde 1983, que fue cuando el por entonces presidente Felipe González lo inauguró, el debate ha brillado por ausencia. Pero en esta ocasión, en la cita que está teniendo lugar esta semana en el Congreso de los Diputados, de una manera especialmente clamorosa. Huele a elecciones y eso ya se nota en el Hemiciclo. PP y PSOE ya calientan motores y ambos buscan el mejor hueco en el Parlamento Europeo. Por esta razón, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha eludido temas capitales que preocupan a los españoles y el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, se lo ha permitido. Ni una palabra sobre Bárcenas, aborto o el fin de ETA.
La economía ha centrado el debate entre Rajoy y Rubalcaba. El primero, empeñado en convencer a los españoles de que «España va mejor y camina en la buena dirección». Y el segundo, centrado en derribar ese mito que nada parece corresponderse con la realidad. Este martes, los dos grandes partidos nacionales han demostrado que no hay nada más importante que las próximas elecciones. Por ello, los reproches han vuelto a estar centrados en herencias recibidas y en ese juego de descalificaciones en el que tan a gusto parecen encontrarse ambos dirigentes: a ver quién miente más. Mientras se centran en estas cuestiones, no hablan de lo controvertido. Como si ya estuviera pactado de antemano. Los tabúes han vuelto a acaparar la atención de los más críticos con el bipartidismo. Así pues, Rajoy no sólo no ha mencionada a su extesorero, como ya viene siendo habitual, sino que en esta ocasión tampoco el aborto o a la banda terrorista ETA, protagonista durante la última semana después de anunciar un desarme parcial.
Bárcenas, el gran ausente
De esta manera, Rajoy vuelve a hacer gala de su disimulo más característico cuando de cuestiones polémicas se trata. La corrupción se ha convertido en un debate general, sin apenas concreciones. Ni Rubalcaba ha mencionado a Bárcenas, encarcelado en Soto del Real. El líder socialista se ha limitado a hablar de financiación ilegal y ha ridiculizado al presidente del Gobierno con su experiencia especial en contabilidad, sobre todo «en la contabilidad B». Pero nada más. Ni petición de dimisión, ni batería de preguntas a este respecto. Así que la actitud de Rajoy no podía ser otra que la de la sordera más absoluta.
Y más aún teniendo en cuenta, que unas horas antes ya se había presentado como el adalid de la transparencia. Durante su primera intervención, y bajo el epígrafe de «regeneración democrática», el presidente del Gobierno ha defendido su lucha contra la corrupción y ha pedido ayuda a la oposición para sacar adelante sus nuevas medidas aprobadas en el último Consejo de Ministros: dos proyectos de ley sobre el control de la actividad económica de los partidos y el de los altos cargos. «Ante las sombras, señorías, transparencia. Es una cualidad que hemos instaurado en la democracia española», ha llegado a alardear.
Posteriormente, otras formaciones políticas como La Izquierda Plural y UPyD también han intentado afear a Rajoy sobre esta práctica que está siendo investigada por la Justicia. Pero no han obtenido ninguna respuesta del presidente. El pasado 1 de agosto fue la primera vez que Rajoy reconoció en sede parlamentaria haberse equivocado en confiar en Bárcenas y de este discurso no se ha vuelto a mover. De hecho, no le ha hecho ni falta volver a repetirlo.
«Vamos a presentar una ley del aborto»
Sobre el aborto ha ocurrido algo parecido. Rubalcaba le ha sacado el tema en varias ocasiones, le ha reprochado el recorte de «los derechos de las mujeres». Pero Rajoy no lo ha mencionado y no ha pasado nada. No ha sido hasta la respuesta a La Izquierda Plural -que más guerra le ha dado con esta cuestión- cuando Rajoy ha dicho la palabra mágica: «Vamos a presentar una ley del aborto». Pero antes ni una palabra. Como si en la sociedad -así como en el seno de su propia formación- no existiera este peliagudo debate.
Desde el pasado 20 de diciembre, cuando el Consejo de Ministros dio luz verde al anteproyecto de Ley Orgánica para la protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada, una buena parte de la sociedad se puso en pie de guerra. La eliminación del supuesto de malformación, así como la ardua burocracia diseñada para permitir a las mujeres abortar, han sido dos de las críticas más coreadas. Su silencio a este respecto hace presagiar que habrá cambios y que serán de calado, pese a la oposición del ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón. Rajoy lleva meses insistiendo en que el objetivo del Gobierno es volver a la ley de 1895, y esta ley incluía el supuesto de malformación.
ETA y las víctimas no merecen su atención
Y el último clamoroso tabú ha sido el de ETA. Así como en la pasada Convención Nacional del PP, celebrada en Valladolid, el presidente y su partido miraron especialmente hacia el País Vasco, en esta ocasión nada de nada. El presidente del Gobierno no ha mencionado el desarme parcial anunciado la semana pasada por la banda terrorista. Algo previsible si tenemos en cuenta las palabras del ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, en el pasado Consejo de Ministros: «Esto es más de lo mismo». Pero lo que no parece propio de un presidente del Partido Popular en plena campaña electoral es haber ignorado a las víctimas de ETA. No ha sido hasta el final, en su respuesta a la portavoz de UPyD, Rosa Díez, cuando ha recordado que su partido «siempre ha estado y estará» del lado de las víctimas. El principal líder de la oposición tampoco se lo ha reclamado. No obstante, es muy probable que esta discusión no concluya aquí.
Este miércoles abren la segunda parte del debate sobre el Estado de la Nación los nacionalistas vascos y ya han advertido de que preguntarán al presidente sobre el porceso de paz en Euskadi.