Elena Valenciano y Miguel Arias Cañete afrontaron anoche un insulso debate político que más mostró sus carencias que sus virtudes a la hora de movilizar el voto en las elecciones europeas. Al brindis al sol generalizado de la candidata socialista respondió el ex ministro de Agricultura con una receta conocida y aplicada con cierta un punto displicente: ZP dejó el país hecho unos zorros.
La fórmula elegida por los partidos para este debate televisado dejaba poco margen para el error. Pues bien, la hora de debate solo demostró una cosa: ambos partidos hacían bien teniendo miedo de los errores de sus candidatos, porque ambos los cometieron con abundancia.
Cañete se retrató en el arranque, al despojarse de sus gafas para aliviar la presbicia miope: es decir, pensaba mirar los papeles todo el rato. Valenciano, por su lado, llevaba una buena empanada memorizada que no hacía sino ratificar la comunicación no verbal que transmitía su postura en la silla: envarada, atropellada y muy nerviosa.
Realmente Europa importa bien poco a ambos políticos, a tenor de lo visto en el debate. A las ráfagas de datos macro, micro, incluso astro económicos, con gráficos tamaño póster central de Cañete, no había más respuesta que un fuego graneado de postureo progre –“para qué intereses trabajan ustedes”, espetó– por parte de Valenciano. No se salvó sector alguno, con especial hincapié en la palabra “humildes”. La esperada salva feminista de la candidata socialista llevaba incorporada una frase de Arias Cañete –“histórica”, dijo ella– cuya veracidad atribuyó sin el menor rubor “a Google”.
Valenciano tiró de hemeroteca con una frase de Cañete, cuya fuente atribuyó sin el menor rubor «a google»
Qué se puede esperar de un debate preparado con google. Lo que hubo: una nada de una hora. A google lo contrarrestó el exministro de Agricultura con algo tan hondamente ministerial y espeso como “la intervención de la Seguridad Social”. Cierto que Arias Cañete asomó un par de propuestas europeas, sobre discapacidad y gestión de la inmigración, que no sonaron ni convincentes ni parece que puedan movilizar masivamente el voto de los españoles. Las propuestas de Valenciano pasaban por megaplanes europeos ampliamente regados por el aparentemente inagotable presupuesto europeo, ya que no explicaba de manera alguna cómo se podía financiar toda aquella pedrea de miles de millones de euros que altruistamente quiere dar a cada sector que considera desfavorecido de la sociedad.
En esa tesitura, el crédito de la Unión Europea al sistema financiero español ocupó inesperadamente una larga parte del debate. Cañete llegó a calificar las condiciones del mismo como “maravillosas” –del mismo modo que abjuró del proyecto de reforma de la ley del aborto de Gallardón–, mientras que Valenciano se creció en el postureo progre al rechazar las ayudas al sistema financiero, y proponer que se diera el dinero “a los humildes”. Hay que anotar en el lugar del haber de Arias Cañete el señalar que ese crédito de hasta 100.000 millones de euros era en realidad para salvar los depósitos de los ahorradores, una visión bastante menos demagógica del asunto.
Cañete no es Ted Mosby, ni Valenciano Sofía Vergara, precisamente, dos de sus competidores en el share de anoche. Los posibles efectos positivos en la telegenia de la apuesta clásica por el azul, quedaron empañados por el movimiento de la blusa de Elena Valenciano –mucho más telegénica–, que se cargó su micrófono, o cuando empezó a adelantar la cabeza, rompiendo la compuesta imagen del arranque del debate, siempre el flequillo tapándole un ojo. El aseado conjunto de corbata de Arias Cañete resultaba invisible cuando un pegote de saliva se acumulaba en la comisura y el labio inferior cuando sus discursos se alargaban.
María Casado, la moderadora, aseguró que, si bien ambos apostillaban y rezongaban cuando hablaba el otro (especialmente la socialista), se habían comportado con el tiempo de exposición, sin alargarse. No es de extrañar. A ambos parece que se les hacía largo el tiempo de exposición. Cuanto más hablaban, más lugar para los errores.