El informe maneja datos de muestras tomadas 2011 en 29 países (27 de la UE y 2 de la EFTA: Islandia y Noruega) y una evaluación del riesgo derivado de ello. Nos dice que fueron analizadas más de 79.000 muestras, pertenecientes a 600 productos alimentarios, para determinar la presencia en ellos de residuos de pesticidas. Y que se detectaron cerca de 400 pesticidas de entre los 900 buscados. Pero nos dice que no tenemos que preocuparnos.
Nos dice que en el marco del programa de monitorización coordinado a nivel de la UE, que cubría más de 12.000 muestras, de 12 productos diferentes, un 44.7 % de las muestras (5.660) contenían residuos de pesticidas.
Pero que no pasa nada. Que podemos estar tranquilos. Que el 98% de las muestras cumplían con los límites legales. Que solo el 1,9% de las muestras (245 muestras), superaba el llamado Límite Máximo de Residuos (LMR). E incluso que, al considerar la incertidumbre de medida, era solo un 1,1% las muestras que no cumplían con los límites legales.
A nivel general, los pesticidas más frecuentemente detectados, según nos dice la EFSA, fueron el ión bromuro (36.4 %), seguido por el propamocarb, thiabendazole, boscalid, dithiocarbamatos, chlorpyrifos, imazalil y chlormequat; sustancias que fueron halladas en del 5 al 25 % de las muestras analizadas. Pero claro, la EFSA no puede dejar de apuntar argumentos como que la detección del ión bromuro no refleja necesariamente el uso del pesticida bromuro de metilo (objeto de prohibiciones en la UE) ya que también puede originarse de forma natural en ciertas plantas, sin necesidad de que proceda del uso de pesticidas que lo contengan. Algo parecido dice de la detección de dithiocarbamatos que dice que podrían provenir de compuestos naturales de ciertas plantas. Y es que, a lo que se ve, siempre que hay un motivo para intentar quitar importancia a un riesgo la EFSA lo hace. Y ello estaría bien si al mismo tiempo supiera destacar también cuando pasa lo contrario.
El producto alimentario que superó más veces el Límite Máximo de Residuos fueron las espinacas
El producto alimentario que superó más veces el Límite Máximo de Residuos fueron, nos dice la EFSA, las espinacas (de las cuales un 6.5 % de las muestras lo excedieron), judias verdes (beans with pods) que lo excedieron en un 4.1 % de las muestras, las naranjas en un 2.5 %, los pepinos en un 2.1 %, el arroz en un 2 %, las zanahorias en un 1.6 %, mandarinas en un 1.4 % y peras en un 1.1 %.
Las combinaciones de pesticida y cultivo para las cuales se cuantificaron las concentraciones por encima del nivel establecido para ser reportado fueron, más frecuentemente: imazalil en mandarinas (65.1 %), imazalil en naranjas (64.5 %) y chlorpyrifos en mandarinas (51.7 %). El chlorpyrifos, por ejemplo, es un pesticida objeto de una gran controversia, por la existencia de numerosos estudios que lo asocian a diversos efectos para la salud. Pero la EFSA no se detiene demasiado a comentar circunstancias como estas y simplemente prosigue con una monótona exposición de sustancias para las que también se reportaron altas frecuencias como el ión bromuro en zanahorias (55.7 %) y espinacas (54.2 %). Y apunta que el más alto porcentaje de superación del LMR fue en dithiocarbamatos en espinacas (4.8 % de las muestras de espinacas), ión bromuro en arroz ( 2.4 %), clothianidina en espinacas (1.4 %) y carbendazim en arroz (1.1 %).
Pero, y con independencia de las dudas que uno pudiera llegar a tener con la forma en la que la EFSA haya obtenido estos datos o los haya interpretado, lo que más llama la atención es la simplicidad con la que esta agencia resta importancia a la detección de ésos residuos de pesticidas, limitando su preocupación, como mucho, a aquellas muestras que superan el Límite Máximo de Residuos.
La EFSA, como antes otras autoridades a nivel internacional y nacional, llevan años y años intentando tranquilizar a la opinión pública con mantras como ése de que «se cumplen los niveles legales«. En este caso, los Límites Máximos de Residuo (o, ligado a lo mismo, la Ingesta Diaria Aceptable de los diferentes pesticidas).
Los ciudadanos recelan
Sin embargo, y por algo será, la ciudadanía no acaba de tragárselo (muy oportuna esta imagen literaria justo cuando hablamos de lo que ingerimos). Basta ver los datos del Eurobarómetro para darse cuenta de ello.
Cuando se preguntó a la ciudadanía europea sobre la seguridad de los alimentos, un 48% de ellos consideraba probable o muy probable que lo que comieran pudiera dañar su salud. Y cuando se les pidió que dijeran de, entre todos los posibles riesgos alimentarios, cual era el que más les inquietaba la mayoría dijo, precisamente, que la presencia de residuos de pesticidas en los alimentos (un 72% de los europeos lo estimaba así). Luego iban otros riesgos alimentarios como presencia de hormonas y antibióticos en la carne, mercurio en el pescado, dioxinas en el cerdo, aditivos…
La EFSA fue creada tras el impacto social que crearon una serie de escándalos de contaminación alimentaria
La gran cuestión es por qué si la mayoría de los europeos creen que la presencia de los residuos de pesticidas en las frutas y verduras es una amenaza ¿por qué estamos pagando la burocracia de entidades como la EFSA cuyo mensaje tranquilizador no cala en la ciudadanía?.
¿Acaso porque la EFSA es algo así como un faro de una «verdad» tranquilizadora en la que alguna vez debiera creer una «ignorante» masa de europeos que recela por pura irracionalidad? ¿Acaso será verdad lo que dice la EFSA y no hay motivos de alarma?
La EFSA fue creada precisamente, en los primeros años de este milenio, tras el impacto social que crearon una serie de escándalos de contaminación alimentaria. El gallinero europeo estaba muy alborotado y había que sosegarlo. La EFSA se puso a ello, utilizando datos aparentemente científicos. Datos y conceptos que sus bien pagados funcionarios repiten una y otra vez, como mantras, intentando calmar a la población. Entre estos conceptos «mágicos» destacan por su importancia los ya citados del Límite Máximo de Residuos y la Ingesta Diaria Aceptable. Supuestamente, estos conceptos serían la última línea de defensa de la salud de los europeos frente a los venenos alimentarios y , según la EFSA, siempre que no se vean superados no hay riesgo. ¿Pero es así realmente?
Todo es cosa de «gestionar» el riesgo
Tanto el Límite Máximo de Residuos como la Ingesta Diaria Aceptable nacen, en realidad, de una decisión política hecha para apoyar una serie de intereses económicos. Básicamente, nuestras autoridades parten de la idea de que para incrementar la productividad, cosa no sabemos si tan necesaria en un entorno de excedentes y agricultura subvencionada, no cabe otra opción que usar pesticidas sintéticos en masa. Cosa harto dudosa, tanto por la existencia de alternativas como por los problemas de resistencia de las plagas que genera tal uso de productos químicos. Por no hablar de lo «competitivos» que son los costes ambientales y sociales que genera tal uso (contaminación de aguas subterráneas potables, daños a la biodiversidad que pueden tener consecuencias graves de pérdida de productividad de muchos cultivos por afectarse factores como la polinización, pérdida de expectativas exportadoras ante mercados muy exigentes que no ven con buenos ojos la presencia de residuos de pesticidas, costes sanitarios,…). Pero, como decimos, se ha decidido, graciosamente que , a priori, no cabe otra que usar los pesticidas en gran cantidad y que, por lo tanto, hay que asumir , porque sí, que exista cierto grado de contaminación con los mismos. Y, por lo tanto, que en lugar de eliminar el riesgo lo que hay que hacer es limitarse a lo que, en la terminología oficial, se llama «gestionarlo». Establecer que hay dosis supuestamente inocuas de venenos que podemos tragar.
Un «trágala» que nos impone
Como es la norma, derivada de un modelo agro-químico-industrial, que un alto porcentaje de nuestros alimentos contengan ésos venenos a ciertos niveles de concentración, lo que se hace es convertir en norma legal ésas concentraciones a las que de forma más común nos exponemos, aventurando que son «seguras». Y establecer que solo puede haber un riesgo cuando ésas normas se superen cosa que se sabe que sucederá en pocas ocasiones.
Solo en el 2.5 % de las muestras los límites legales fueron superados para uno o más pesticidas
Nos dirá así la EFSA en su último informe sobre el tema que en 2011, fueron tomadas más de 70.000 muestras en total en el contexto de programas nacionales y que el 97.5 % de estas muestras estuvieron en o por debajo del LMR. Que solo en el 2.5 % de las muestras los límites legales fueron superados para uno o más pesticidas (1.764 muestras). Y, finalmente, que teniendo en cuenta el margen de incertidumbre de las mediciones, solo cabía si acaso emprender acciones legales para el 1.5 % de las muestras. Eso es lo que se veía en los países del Área Económica Europea.
Así, como solo un pequeño porcentaje de las muestras superan ésos niveles máximos que se han establecido, la EFSA puede presentar sus informes mostrando un escenario aparentemente paradisiaco de seguridad alimentaria.
En este sentido, es interesante saber, además, que cuando la EFSA «armonizó» hacia el 2008 los diferentes Límites Máximos de Residuos que había en los países de la UE, no lo hizo adoptando los más exigentes para proteger la salud, sino los menos exigentes, haciendo que países como Alemania subiesen ésos límites, a veces cientos de veces por encima de los que ya tenían. Claro, que subiendo ésos límites, se bajaba artificialmente, ¿no?, la cantidad de veces que se superaba el LMR y, por lo tanto, ello permitía presentar informes más «paradisiacos».
Pero la EFSA no comenta ésas circunstancias tan interesantes. En su informe se limita a proseguir con su monótono listado de porcentajes intentando, siempre que puede, barrer para casa, a favor de lo bien que se hace todo en la UE. Nos dirá así también el informe de la EFSA que el porcentaje de muestras alimentarias importadas desde terceros países que excedían el límite legal fue del 6.3% mientras en los países de la UE y EFTA fue del 1.5%. Una tasa similar fue calculada entre el no cumplimiento del LMR -3.7 % contra un 0.9 % para la comida producida en el EEA o en terceros países. Productos de Chipre, Malta, Bulgaria, Portugal, Eslovenia, Islandia, Luxemburgo, Francia, Bélgica, Reino Unido, Estonia, Chequia, Austria, Grecia y España superaron la media calculada del 0.9 %. Para terceros países las más altas tasas de incumplimiento (el porcentaje de las muestras analizadas de ése país que superaron el LMR) eran de Vietnam que los excedía en un 26.8 % de 421 muestras, Kenia (15.2 % de 355 muestras), Malasia (14.0 % de 108 muestras), Guatemala (12.1 % de 33 muestras) y Tailandia (10.3 % de 458 muestras). Más específicamente, el más alto porcentaje de superación del LMR fueron pimientos vietnamitas (61.5 %, sobre todo debido a residuos de hexaconazole, carbendazim y difenoconazole) y por la albahaca vietnamita (59.5 %, sobre todo por chlorpyrifos, carbendazim y hexaconazole), seguido por la okra de la India (43.3 %, probablemente por los residuos de acephate, monocrotophos y endosulfan).
Todo, en fin, nos da la sensación de un exhaustivo control. De que además en Europa, la cosa se controla más y mejor que en otras zonas del mundo en las que se supera mucho más ésos límites legales. Pero la propia presentación del informe, que ha necesitado varios años para realizarse, y que trabaja con muestras de 2011, nos sugiere ya lo complicado e inabarcable que es, realmente, llevar un control de la presencia de tantos pesticidas, en tantos productos diferentes, de tantos países y , mucho más, evaluar qué puede haber comido cada cual, en qué cantidad, cómo puede afectarle, etc. Es como uno de ésos trabajos de Hércules, tan complejo, tan caro, tan inasumible en realidad,… que cabe preguntarse si no sería mejor hacer como Alejandro Magno y cortar el nudo gordiano que no sería otra cosa que cortar de raíz el problema, reduciendo el uso de pesticidas.
Se está ignorando el conocimiento científico actualmente existente a la hora de establecer muchos de ésos límites legales
Además, hay una serie de hechos que permiten poner en cuestión los bucólicos escenarios de supuesto «control» que quiere pintarnos la EFSA y que vienen a dar la razón a tantos europeos que recelan. Uno de ellos es la presencia en los paneles de expertos de la EFSA, tal y como reiteradamente se ha denunciado, por ejemplo por el Corporate Europe Observatory, de personas con conflictos de interés por estar ligadas a entidades e industrias que pueden verse beneficiadas con tales enfoques idílicos.
Otro, la propia inconsistencia científica de los conceptos básicos en los que se «apoyan» como el Límite Máximo de Residuos o la Ingesta Diaria Aceptable y que no dejan de ser más que meros inventos artificiales y arbitrarios «basados» en poco más que en la pretensión de que es cierto lo que dijese, allá por el siglo XVII, un personaje llamado Paracelso que pensaba que «solo la dosis hace el veneno». Por lo tanto, que todo es cosa de establecer, por las buenas, y sin encomendarse a Dios o al Diablo, que las dosis muy bajas son inocuas y solo los niveles más altos pueden generar un posible problema.
¿Son seguros los límites máximos de residuos?
Dichos límites legales establecidos por la EFSA y otras entidades (como el Joint Meeting on Pesticide Residues de la FAO) han venido basando sus evaluaciones toxicológicas no en investigaciones realizadas por entidades independientes, publicados en revistas científicas serias y sometidas a la crítica de toda la comunidad científica, sino fundamentalmente en estudios realizados por las propias industrias fabricantes de pesticidas. Estudios muchas veces secretos, como secretos han venido siendo muchas veces los nombres de los paneles de expertos que los han evaluado e incluso, durante mucho tiempo, secretos sus conflictos de interés, su competencia real para evaluar ésos riesgos, etc.
En «base» a ésos estudios de la industria, que evalúan, del modo en que lo hacen y con el rigor que lo hacen, posibles efectos sobre animales (cancerígenos, inmunotóxicos, neurotóxicos, reprotóxicos, etc.) se trata luego de aplicar, lo que se llama «factores de seguridad». Básicamente consiste, grosso modo, en realizar una división para reducir ésa cantidad de sustancia que se ve que está asociada a un efecto, según ésos estudios realizados por la industria. Suponiendo, que con ésa división, se llegará a una cantidad de veneno lo suficientemente baja como para que un efecto no se produzca. La división será mayor o menor, en función de la arbitrariedad de los «expertos» que determinarán poco más o menos que a «ojo» el nivel que a ellos les parezca «seguro». Todo sin olvidar la presión, de fondo, de alguna industria determinada que pueda estar interesada en que el nivel que se establezca no sea demasiado exigente y la mayor o menor posible afinidad del experto en cuestión a los intereses industriales.
Pero, más allá de ello, el hecho es que, en el mejor de los casos, todo se basa en una suposición personal de que a ésos niveles más bajos no se producirá un efecto, no en la constatación y estudio real de que a ésos niveles más bajos tal efecto u otros no vayan a producirse. Y, además, ya que todo descansa en la «impresión» de ésos misteriosos «expertos», no estaría de más que considerásemos con detalle quiénes son ésos expertos y hasta qué punto queremos o debemos fiarnos de sus juicios.
Una construcción meramente burocrática que viene muy bien a las industrias fabricantes de venenos o a las empresas alimentarias que utilizan materias primas tratadas con ellos ya que permite vender una imagen de seguridad basada en el «cumplimiento de la ley» (aunque ya se sabe que, tantas veces, quien hace la ley…).
Los alimentos contienen cantidades de veneno, sí, pero son cantidades «legales» de veneno. Cantidades que se nos impone ingerir sin preguntarnos si queremos cantidad alguna, legal o no, de venenos en nuestra comida. Cantidades impuestas más por una decisión política (al servicio de intereses económicos que se anteponen a los sanitarios) que por la existencia real de datos científicos que lo fundamenten adecuadamente. Cuando se nos habla de conceptos como la Ingesta Diaria Aceptable, hemos de preguntarnos ¿»aceptable» para quién?, ¿para las industrias o para nosotros? ¿Por qué se estima que hay un riesgo «aceptable»? ¿Porque hay intereses económicos que nos fuerzan a que lo «aceptemos»?. ¿»Aceptable» en relación a qué, a los beneficios de alguien que «justifican» que se corra un riesgo sanitario?. El sistema de evaluación toxicológica ¿nos defiende a los ciudadanos o más bien a la industria?
Recomiendo la lectura de libros como La epidemia química que publiqué hace no mucho, o Nuestro veneno cotidiano, de la periodista francesa Marie Monique Robin, en los que se desgranan con detalle muchas de las inconsistencias de los sistemas de supuesta seguridad toxicológica y en los que se ve en qué manos estamos. Por ejemplo, como se está ignorando el conocimiento científico actualmente existente a la hora de establecer muchos de ésos límites legales. Cómo es más que posible que muchas de las sustancias que ingerimos puedan estar dañando nuestra salud a niveles bajísimos de concentración, muy por debajo de ésos límites legales y solo aparentemente «seguros».
Uno de los aspectos más inquietantes tiene que ver con aquellas sustancias, entre las que se cuentan muchos pesticidas, que tienen la capacidad de alterar el equilibrio hormonal humano. Los llamados disruptores endocrinos sobre los que se han realizado miles de investigaciones y sobre los que, como no se cansa de insistir la comunidad científica, no está claro que puedan establecerse umbrales seguros de exposición a los mismos. Son capaces de actuar a niveles nanomolares, esto es, de milmillonesimas de gramo, muy por debajo de los niveles «legales», causando especial preocupación cuando la exposición se da en mujeres embarazadas o niños.
Los sistemas de evaluación toxicológica que utilizan entidades como la EFSA no evalúan tampoco otros aspectos en los que la comunidad científica insiste, tales como el «efecto cóctel». Es decir, el efecto conjunto de la inmensa cantidad de compuestos tóxicos que podemos tener simultáneamente en el cuerpo en un momento dado. Una sustancia que aisladamente pudiera no producir un efecto, cuando está en combinación con otras podría producir un efecto dramático. ¿Quién evalúa los efectos reales de ése «cóctel»?
381 pesticidas fueron detectados en cantidades detectables por los métodos utilizados
El informe de la EFSA que se ha dado a conocer estos días nos da fríamente una serie de datos. Por ejemplo, que el número total de diferentes pesticidas buscados en todos los países del Área Económica Europea fue de 888. De ellos, 381 pesticidas fueron detectados en cantidades detectables por los métodos utilizados. ¡381!. No está mal, desde luego, tanto pesticida diferente en tantas frutas, hortalizas y demás. ¿Cómo podemos saber que cóctel químico se forma dentro de nosotros cuando vamos comiendo día a día, cerezas, espinacas, lechugas, tomates, repollos, patatas, manzanas, peras,…? Es más, ¿nos hemos planteado que ése cóctel es aún más complejo, toda vez que ésas sustancias se transforman en otras dentro de nosotros y se mezclan, a su vez, con otros cientos de posibles contaminantes que no son pesticidas con los que también pueden interactuar?. ¿Quién es el sabio que puede saber de verdad el riesgo generado por todo esto? ¿Son acaso dioses omnisapientes los expertos de la EFSA capaces de estimar millones de posibilidades? ¿Cómo se atreven a mostrar tanta «seguridad» y, lo que es peor, a intentar, con tanta soberbia, que nadie cuestione sus juicios, ni siquiera tantos y tantos científicos que discuten sus métodos?
El informe de la EFSA hace una pobre aproximación al problema de la exposición simultánea a varios pesticidas. Se limita a consignar datos como que en todos los países se detectaron muestras que contenían a la vez varios residuos de pesticidas. En concreto que en 18.881 muestras (26.5 % del total) se detectaron dos o más pesticidas, pero que solo un 0.4 % de las muestras excedían más de un LMR. Dice que el pimiento fue el alimento con el mayor porcentaje de muestras con varios residuos de pesticidas diferentes que excedían el LMR. Las peras, con un 57% de las muestras, fueron el producto con más presencia de múltiples residuos de pesticidas entre los alimentos cubiertos por el programa coordinado de monitorización de la UE. Las combinaciones más frecuentes de dos pesticidas en una muestra fueron las de boscalid/pyraclostrobina (240 muestras, 11.0 % de las 2,184 muestras de peras), boscalid/chlorpyrifos (164 muestras 7.5 %) and boscalid/dithiocarbamatos (152 muestras, 7.0 %).
¿Sin efectos sanitarios?
Finalmente, al hacer su evaluación final del riesgo sanitario que la presencia de residuos de pesticidas en la dieta puede entrañar en Europa, la EFSA hace un balance muy llamativo. No hay practicamente riesgo alguno. La evaluación de riesgo a través de la dieta realizada para estimar la exposición de los consumidores a largo plazo concluye que no existía riesgo sanitario para los consumidores para 169 de los 171 pesticidas evaluados. Para dos pesticidas (dieldrin y heptachlor) el peor caso de exposición estimado, dice la EFSA, excedería el valor toxicológico de referencia indicando un impacto potencial sobre la salud. Son sustancias que, curiosamente, hoy en día no están autorizadas para su uso como pesticidas pero que debido a su uso histórico y su alta persistencia y capacidad de bioacumularse siguen presentes en la cadena alimentaria. Y como son sustancias que no se usan, claro, cargar sobre ellas no sería lo mismo que, por ejemplo, cargar contra alguno de los pesticidas líderes de ventas actualmente.
Añade la EFSA que la evaluación de riesgo enfocada sobre la exposición a corto plazo reveló que no debía excluirse una preocupación sanitaria en 253 casos si los productos que contenían altas concentraciones eran consumidos en gran cantidad. ¡Solo en 253 casos de entre decenas de miles de muestras tomadas!. Finalmente, se realizó una evaluación de riesgo agudo para peras que contenían múltiples residuos de pesticidas con el mismo efecto toxicológico y se determinó que 2 muestras de peras excedían el umbral toxicológico para efectos acumulativos. En resumen, que salvo ésos casos muy minoritarios, teniendo en cuenta las decenas de miles de muestras tomadas, «no había problema».
A lo largo y ancho de algo tan vasto como un continente, a lo que se ve, todo está controlado. De entre millones y millones de frutas y verduras producidas en cientos de miles de puntos diferentes y vendidas en una miríada de lugares, no había nada reseñable, más allá, al parecer, de dos peras y poco más. La EFSA en el continente de las maravillas.
En algunos sectores de la población persiste aún cierta tendencia a la fe ciega en las autoridades
La población europea, a pesar de que en buena medida sabe poco de muchos de los detalles concretos de la cuestión, percibe que algo no cuadra. Y por eso, y con razón, recela, tal y como muestran los sondeos del Eurobarómetro, ya citados. En un continente donde tanto crecen las alergias alimentarias, el cáncer, los problemas de fertilidad, no falta quien sospeche que hay algo que no va bien. Y que acaso no sea todo cosa de dos peras entre cientos de millones de frutas y hortalizas.
Lo que cabe preguntarse es cuanto recelaría la población, o más aún que eso, si estuviese todavía mejor informada acerca de ciertas inconsistencias. Porque es un hecho que en algunos sectores de la población persiste aún cierta tendencia a la fe ciega en las autoridades o también una propensión a decir aquello de «mejor no saberlo» cuando se le plantean ciertas cosas acerca de la contaminación alimentaria. Y ésos enfoques ayudan a que ciertos disparates perduren.
Algún día, Dios lo quiera, la mascarada terminará. Algún día ciertos soberbios actores que se obstinan en repetir guiones bien aprendidos -y dictados por lobbies de la industria que, como el International Life Sciences Institute (ILSI) andan por los despachos de ciertas agencias reguladoras como Pedro por su casa- deberán terminar su representación. Algún día ciertas ventas de humo acerca de la supuesta «seguridad» de una serie de cosas, acabarán en medio de los abucheos y de la lluvia, metafórica, de una serie de hortalizas y frutas cargadas de pesticidas. Lo que no se sabe es si alguien les reclamará por los efectos que haya podido tener para la salud y el medio ambiente, todo lo que defendieron.
Algún día deberán explicar, por ejemplo, por qué solo se testaba parte del contenido de los productos pesticidas y no el contenido completo, aun cuando se sabe que muchas veces el efecto de la mezcla total puede ser muy superior al de solo el principio activo. O, en fin, muchas otras cosas.