lunes, noviembre 25, 2024
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Condenado a 81 años un ginecólogo por tocamientos a sus pacientes

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 El Tribunal Supremo (TS) ha confirmado la condena de 81 años de prisión a un ginecólogo por abusar sexualmente de 24 pacientes durante sus reconocimientos entre 2003 y 2006, y también tendrá que pagar una indemnización de 6.000 euros a cada una de las mujeres por perjuicios personales y morales.

En su sentencia ell Supremo rechaza los recursos presentados por el condenado, Sami Y., el Institut Català de la Salut -responsable civil subsidiario- y una aseguradora, y mantiene todos los términos del fallo de la Audiencia de Barcelona, excepto en cuanto a la indemnización de una víctima, donde lo estima parcialmente.

El relato de los hechos probados de la Audiencia, que fija un límite máximo de cumplimiento de 13 años y medio de prisión, recoge que los abusos se produjeron mientras realizaba exploraciones sin la presencia de la auxiliar de enfermería en la consulta en la que el especialista atendía en un Centro de Atención Primaria (CAP) de Barcelona y en consultas privadas.

La Sala de lo Penal de TS señala que Sami Y. sometió a sus pacientes a «manipulaciones rigurosamente ajenas e incluso contrarias a las exigencias de la 'lex artis', instrumentalizándolas y degradándolas como personas a la condición de puros objetos de una gratificación sexual por completo ilegítima».

La sentencia considera que hubo un prevalecimiento porque el condenado se aprovechó de la buena fe y de la confianza que tenían en él las pacientes, «abusando en su propio interés de la posición de preeminencia, frente a ellas, derivada de su condición profesional».

Sostiene que de otra forma no podría haber actuado como lo hizo y que de ninguna manera se puede hablar de consentimiento de las pacientes, «sino de extrañeza y perplejidad, en cierto modo paralizante, por lo insólito de la situación».

Sami Y., para quien el fiscal había pedido más de 200 años de cárcel, negó en el juicio que hubiera abusado de ninguna paciente, y afirmó que era «cariñoso», y quizás un poco diferente al resto de profesionales. «Soy amable, escucho a los pacientes, les hablo», declaró, y consideró una agresión muy grave a su persona y como profesional que se lo estuviera acusando de realizar tocamientos, trabajar sin guantes y aprovechar los momentos en los que no había enfermeras en el CAP para abusar de las mujeres.

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