lunes, noviembre 25, 2024
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Las lágrimas del bloque técnico

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Barcelona se ha roto en dos. Al otro lado de El Prat el hilo musical sigue sonando en los hoteles, los taxistas continúan negándose a bajar la bandera si el destino está muy cerca y los cruceros se empeñan en alumbrar el puerto como si fuera el mes de agosto. Pero una pequeña parte de la ciudad llora. Recluido entre las cuatro paredes del bloque técnico de la terminal 2, el dolor se vive de puertas para adentro. Las lágrimas de los familiares de los viajeros del Airbus A320 se han quedado ahogadas, escondidas, confinadas entre los bloques de hormigón. Como el grito mudo de El Padrino. No se escucha, pero desgarra.

Esto no es un 20 agosto de 2008. Aquí no hay cadáveres. No hay sangre. No hay morbo. El aeropuerto se ha convertido en la feria de los periodistas. Y los turistas preguntan sorprendidos qué ha pasado. La prensa les informa, para eso está. Y se echan la mano a la boca. Dos coches de los Mossos d’Esquadra vigilan fuera del bloque técnico que nadie acceda; dentro, otros ocho agentes lo cercioran. Xavier Porcuna, el intendente portavoz de los Mossos, se atreve a salir. Le llueve un aluvión de cámaras. “La hipótesis terrorista no forma parte del dispositivo”, niega sin lugar a la especulación. Desde primera hora de la mañana los Mossos, la policía científica, la jurídica, la nacional, la Guardia Civil y Cruz Roja se han centrado en los familiares de las víctimas. También en que no salga una foto suya más si pueden evitarlo.

“Hay 14 personas de Cruz Roja, entre ellos psicólogos, personal de trabajo social, dos traductores de alemán y socorristas”, asegura una portavoz a EstrellaDigital.es. ¿Socorristas? “Sí, ellos saben primeros auxilios”. Están preparados para tratar una crisis de ansiedad. Mantendrán el apoyo psicológico y emocional a los familiares “hasta que sea necesario”. Están en alerta y han movilizado a otras veinte personas para actuar en otros municipios, también a la Cruz Roja alemana para que dé apoyo en Dusseldorf.

Era un vuelo de andar por casa. De esos en los que se puede viajar sólo con el DNI y que en dos horas y media recorre 1.300 kilómetros. Barcelona-Dusseldof. Fuera del bloque técnico nada ha cambiado. Otro Dusseldof-Barcelona llegaba a las 21:20 horas a la terminal 2 de El Prat con la misma compañía, Germanwing, la filial de Lufthansa. Ni siquiera hacía el amago de retrasarse.

La situación en el aeropuerto empezaba a aclararse, paradójicamente, a medida que entraba la noche. La vicepresidenta de la compañía en Europa, Heike Birlenbach, pronunciaba: “This is a tragic moment for Lufthansa”. (Este es un momento trágico para Lufthansa). Ha dado la rueda de prensa en inglés. En Cataluña. Y ha salido por hacer presencia. Birlenbach no tenía datos, pero tampoco quería aventurar. Aseguraba que hablar de que había supervivientes era una especulación. Al igual que hablar de que se estaban realizando pruebas de ADN a los familiares de las víctimas del accidente. No se ha pronunciado ante la pregunta de que pudiera tratarse de un atentado terrorista, pero tampoco sobre los motivos. Simplemente ha hablado de las malas condiciones meteorológicas. Mientras, en Barcelona el cielo estaba gris, plagado de nubes y llovía. El mosso Xavier Porcuna era más rotundo: “La policía judicial está tomando muestras de ADN a los familiares de primera línea. Son padres e hijos de las víctimas. Están elaborando unas fichas que se llaman ‘avant morten’ con el perfil genético para ayudar a la policía francesa en la identificación de los cuerpos».

Los equipos de rescate franceses buscan a los 148 viajeros en la zona de Prads-Haute-Bléone, entre las localidades de Digne-les-Bains y Barcelonette. Es una zona escarpada a donde la primavera no ha llegado. Sólo hay nieve y se tarda ocho horas en acceder al epicentro de la tragedia. Los Mossos d’Esquadra recuerdan que el avión no se caído en territorio español y por tanto sus esfuerzos van dirigidos a atender a las familias, no a trasladarlas al lugar del accidente.

Algunos familiares se han quedado congelados en el aeropuerto de El Prat. Otros han accedido a repartirse entre los tres hoteles de Barcelona que han puesto a su disposición. Pocos saben dónde están, pero como la ciudad, están rotos en dos.

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