Podemos afronta el nuevo escenario electoral con la aspiración de romper el «empate» con el PSOE y arrebatarle el liderazgo de la izquierda; un papel que se ha esforzado en preparar durante los últimos cuatro meses de negociaciones, en los que ha intentado rentabilizar al máximo los 300.000 votos que les separaron de los socialistas el pasado 20 de diciembre, tratando de llevar en todo momento la iniciativa y poner al PSOE contra las cuerdas.
De hecho, el partido liderado por Pablo Iglesias asume la cita del 26 de junio como una «segunda vuelta» en la que, no obstante, habrá con toda probabilidad una gran novedad, la alianza entre Podemos e Izquierda Unida, con la que la formación morada pretende volver a «patear el tablero», a pesar de las reticencias internas que esta opción todavía genera en el sector que lidera el secretario Político, Íñigo Errejón.
No obstante, estos recelos no representarán previsiblemente un problema ya que la influencia del 'número dos' del partido a la hora marcar estrategia se ha reducido, como se visualizó con la decisión de Iglesias de destituir de la Secretaría de Organización a Sergio Pascual, quien era mano derecha de Errejón; un episodio que abrió una de las peores crisis interna que ha sufrido Podemos, y que llegó en el peor momento: en el ecuador de las negociaciones.
«El PSOE debe elegir»
Durante estos cuatro meses de diálogo frustrado, Podemos ha tratado desde el primer día de llevar la batuta y ha ido poniendo sobre la mesa diferentes ofertas con un objetivo común, además del de formar gobierno: instar al PSOE a elegir entre la izquierda o la «gran coalición» con el PP.
El día después de las elecciones generales, Podemos planteó una serie de condiciones irrenunciables, entre ellas, el derecho a decidir, a pesar de ser inasumible para el PSOE. Ya entonces avisó al candidato socialista a La Moncloa, Pedro Sánchez, de que tenía dos opciones: o entregar el gobierno al PP o negociar con Podemos sus demandas y liderar un gobierno alternativo.
Para elevar su presión, Iglesias trató incluso de explotar la división interna del PSOE. «Hay dos partidos socialistas», aseguró ante su dirección el 3 de enero, una reunión en la que apeló al «PSOE sensato» y cargó contra el que, a su juicio, compartía «hoja de ruta con el PP y con Ciudadanos»,
El verdadero órdago de Iglesias llegó el 22 de enero, tras su primera reunión con el Rey, cuando ofreció al PSOE formar un gobierno de coalición de las fuerzas progresistas, presidido por Sánchez, con él de vicepresidente, y con un reparto proporcional de Ministerios.
El hecho de que hiciera pública su oferta en una rueda de prensa, sin informar antes a Sánchez, generó un gran malestar entre los socialistas, que encontraron en Ciudadanos un socio más «fiable». Las relaciones entre el partido morado y el PSOE se enturbiaron aún más. De hecho, Iglesias y Sánchez no hablaron por teléfono de esta propuesta hasta dos días después.
La reunión que mantuvieron una semana más tarde Iglesias y Sánchez, después de que éste último hubiera recibido ya el encargo del Rey para formar gobierno, tampoco sirvió para desencallar la situación. De hecho, el líder de Podemos aprovechó este encuentro para trasladar personalmente a Sánchez su ultimátum: O Ciudadanos o Podemos.
El intercambio de programas y propuestas que se sucedió después tampoco surtió efecto, ya que el PSOE seguía rechazando la propuesta de Iglesias de formar un gobierno de coalición; una opción que requería además el apoyo de los independentistas catalanes -lo que implicaría para Sánchez saltarse la línea roja que le fijó su comité federal-.
Podemos entrevió una posibilidad de acercamiento con los socialistas cuando ambas fuerzas se sentaron a la mesa 'a cuatro' promovida por el líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, entre estos tres partidos y Compromís. La semana del 22 de febrero, que arrancó con esa cita de las cuatro formaciones «progresistas», y que incluso acogió la primera reunión bilateral de los equipos negociadores del PSOE y Podemos, acabó sin embargo con el partido morado más alejado que nunca.
El 24 de febrero, antes de celebrarse la que iba a ser la tercera reunión del espacio 'a cuatro', los de Iglesias se levantaron de la mesa después de que Sánchez y Rivera rubricaran su acuerdo de legislatura. Tras denunciar que se trataba de un pacto «excluyente» e incompatible», los de Iglesias confirmaron en aquel momento su voto en contra a la investidura de Sánchez.
El discurso del líder de Podemos durante ese debate tampoco ayudó a calmar las aguas, ya que aprovechó la que fue su primera intervención desde la tribuna del Congreso para recuperar su tono más duro y cargar contra el PSOE «de las manos manchadas de cal viva» y de las «puertas giratorias» que, a su juicio, estaba impidiendo a Sánchez pactar con Podemos.
Tras la investidura fallida de Sánchez, Podemos mantuvo su negativa a acercarse a C's a pesar de las reiterados llamamientos de Sánchez a explorar un acuerdo 'a tres' -de hecho, los socialistas reafirmaran su pacto con el partido de Albert Rivera y se comprometieran a acudir juntos a cualquier reunión-.
Cese de Pascual y silencio de Errejón
Iglesias trató de forzar la separación de PSOE y C's al convocar de nuevo la mesa 'a cuatro' el 10 de marzo; un intento fallido, ya que los socialistas decidieron cumplir su palabra con el partido naranja y no asistir. Además, el plan de Podemos de retomar la iniciativa quedó pronto diluido por la crisis interna que comenzó a fraguarse con la dimisión de una decena de dirigentes del partido morado en Madrid, todos ellos próximos a Errejón.
La disputa llegó hasta la dirección estatal cuando Iglesias decidió el 15 de marzo destituir a Pascual como secretario de Organización. No obstante, Podemos desvinculó esta situación de la estrategia en las negociaciones con el PSOE, negando que Errejón y sus colaboradores fueran más proclives a una abstención en la investidura de Sánchez.
Iglesias trató de zanjar la crisis poniendo al frente de la Secretaria de Organización a Pablo Echenique, una figura de consenso en el partido. No obstante, el silencio que guardó Errejón durante los trece días siguientes no ayudó a suavizar la situación.
En el plano de las negociaciones, los intentos de Iglesias para mantener un encuentro a solas con Sánchez por fin surtieron efecto tras el parón de Semana Santa. Aun así, ni la reunión que mantuvieron el 30 de marzo los dos líderes, ni las «cesiones» que Iglesias le ofreció -como por ejemplo, renunciar a pedir la Vicepresidencia- desbloquearon el pacto, ya que el PSOE seguía negándose a alejarse de Ciudadanos, y Podemos, a renunciar al gobierno de coalición 'a la valenciana'.
Aunque Sánchez consiguió por fin sentar en la misma mesa a Podemos y Ciudadanos el 7 de abril, la primera reunión 'a tres' entre estos partidos sólo sirvió para constatar el distanciamiento entre el partido morado y el naranja. Al día siguiente, Iglesias convocó una consulta a sus bases para fijar la posición de Podemos, y lo hizo pidiendo el 'No' al gobierno basado en el pacto PSOE-Ciudadano. Como era de esperar, los simpatizantes respaldaron la postura de su líder, con casi el 90% de los votos.
A medida que avanzaba el mes de abril, el propio Iglesias iba rebajando públicamente sus expectativas sobre la posibilidad de llegar a algún acuerdo con el PSOE. De hecho, antes de confirmarse la repetición electoral, ya se había abierto internamente el debate sobre el modo de concurrir a los nuevos comicios, que incluía a un nuevo actor con el que el acuerdo no fraguó en diciembre: Izquierda Unida.