La Audiencia Nacional ha condenado hoy a 92 años de cárcel al exdirigente etarra Eneko Gogeaskoetxea por intentar matar al Rey Juan Carlos en la inauguración del Museo Guggenheim de Bilbao en 1997, atentado que resultó frustrado gracias a la intervención de un ertzaina al que acabó asesinando a tiros.
La sección segunda de lo Penal considera probado que Gogeaskoetxea, junto a su compañero del «comando Katu» Kepa Arronategi -ya condenado por estos hechos-, trataron de descargar junto al museo tres jardineras en las que habían introducido sendas granadas autopropulsadas Mekar con las que pretendían cometer el atentado.
El plan, según la sentencia, consistía en colocar los maceteros para ser lanzados en dirección a las escaleras de acceso a la entrada principal del museo y «dadas las características de estas granadas, habrían perforado las paredes del museo, accediendo a su interior».
Según el relato de hechos probados, el 13 de octubre de 1997, cuando descargaban una de las jardineras, «fueron sorprendidos por dos agentes de la Ertzaintza que se interesaron por lo que hacían» y en ese momento «el acusado de forma sorpresiva y sin dejar a su víctima capacidad de reacción» disparó al agente José María Aguirre Larraona, ocasionándole la muerte, por lo que el tribunal le condena también a indemnizar a su viuda con 500.000 euros.
Tras cometer el crimen, el acusado huyó y obligó a un conductor a punta de pistola a llevarle a las inmediaciones de la estación de metro de Sarriko y después encañonó a otro conductor para que le trasladara hasta el hospital de Usansolo, en Galdakao, y se bajó en el aparcamiento.
Una vez allí, amenazó a una mujer con el arma para que se bajara de su coche, con el que huyó hasta Arrasate-Mondragón (Guipúzcoa).
Por todos estos hechos, el tribunal le considera autor de un delito contra la Corona en grado de conspiración; de los delitos de homicidio, depósito de armas de guerra, tenencia ilícita de armas y coacciones y de otros dos delitos de detención ilegal.
Para condenarle, los magistrados se apoyan en la declaración que prestó Arronategi ante la Ertzaintza cuando fue detenido el día en que se frustró el atentado, y en la que identificó a Gogeaskoetxea, primo suyo, como la persona que se había dado a la fuga.
Según esa declaración, el comando había recibido el encargo de matar al Rey durante la inauguración del Guggenheim, «siempre y cuando ello no implicara el riesgo de afectar a personas ajenas al aparato del Estado, en cuyo caso se limitarían a atacar el museo».
Sin embargo, cuando declaró como testigo en el juicio, Arronategi desvinculó a Gogeaskoetxea de esta acción y aseguró que si le implicó fue por las presiones psicológicas que, según él, sufrió por parte de la Ertzaintza y dio su nombre para no perjudicar a otros, sabiendo que el acusado se encontraba en Francia.
Aclaró además que el comando pretendía atentar contra el Museo Guggenheim pero no matar al Rey.
Para el tribunal, la declaración de Arronategi puede ser tomada como prueba dado que después la ratificó ante el juez de instrucción y en ella ofreció todo «lujo de detalles» sobre la participación del acusado.
Además, explicó que Soledad Iparaguirre, «Anboto», fue quien «marcó el objetivo del Rey o el Museo», pero que el principal era el Rey, si bien les encomendó no atentar «si hubiera civiles, en cuyo caso se accionaría contra el Museo cuando estuviera vacío».
Los magistrados -Concepción Espejel, Julio de Diego y Enrique López- consideran que la declaración de este etarra aparece corroborada por los testimonios de otros testigos de los hechos, que identificaron fotográficamente a Gogeaskoetxea «sin lugar a dudas».
Gogeaskoetxea era considerado uno de los máximos responsables del aparato 'militar' y 'logístico' de ETA cuando se produjo su detención en Cambridge (Reino Unido) en 2011