El juez ha ordenado el ingreso hospitalario para el militar expulsado de las Fuerzas Armadas, Andrés Merino, que permanecía en huelga de hambre desde la pasada semana. Apostado en la misma puerta del Ministerio de Defensa, el exmilitar ha llegado al límite físico y el juez se ha visto obligado a dar la orden.
Se trata de la tercera ocasión que Merino se planta frente al Ministerio de Defensa para exigir una pensión que en sus palabras “le corresponde”. En las anteriores ocasiones el exmilitar no contaba con la sentencia firme que obligaba al ministerio a asumir el pago, está vez era diferente. Con la sentencia en la mano, Merino explicaba a estrelladigital.es que “han pasado seis meses de la publicación de esa sentencia y aquí nadie mueve un dedo”.
La historia del exmilitar va fuertemente ligada con el sacrificio, el esfuerzo y la injusticia. Merino tuvo un accidente en Afganistán, allá por 2004, al caerse de un camión y dañarse la columna. Un tribunal médico le dio la clasificación de apto con limitaciones coeficiente 3. “Debería haberme ido a un puesto administrativo, a una unidad más tranquila, es lo que marca la ley. Pero no fue así”, explicó a estrelladigital.es
Cuando llevaba dos meses en Almería, sufrió un nuevo accidente. Se cayó por unas escaleras, lo que le repercutió en las lesiones que tenía por el anterior accidente. “Tuvo que ser operado de nuevo. Y la operación no salió bien”, explica Merino. En total, tiene diagnosticadas seis hernias de disco, tiene implantados seis tornillos de titanio en la columna y tiene que ir permanentemente acompañado de muletas.
En 2013, el Ministerio rescindió su contrato de larga duración (que habría terminado en 2022) por “insuficiencia de condiciones psicofísicas, ajena a acto de servicio”, lo que suponía quedarse sin trabajo y sin pensión. Tras ello, Merino comenzó una batalla judicial e hizo pública su historia.
Maltratado por quien habría dado la vida ha malvivido desde entonces. “He perdido mi casa de Murcia porque no he podido hacer frente a la hipoteca, tuve que malvender mi coche e irme a vivir a Burgos con mis abuelos”, cuenta indignado.
Ahora, viven en la pequeña casa él, su mujer, cuatro de sus seis hijos y sus dos abuelos, “todos con una pensión de mis abuelos de 700 euros y la ayuda de 400 euros que recibo”, explica con indignación.
La guerra para Merino no ha acabado, sino que no ha hecho más que comenzar. Antes de su ingreso ya advirtió de que se va a quedar en las puertas del Ministerio de Defensa “los días que aguante sin comer”. Ahora que ha sido decretado su ingreso ha vuelto a advertir de que cuando salga volverá a la puerta del Ministerio de Defensa.
P. Riaza