El acto celebrado ayer tarde en el Teatro Monumental ha estado muy concurrido, con una gran mayoría de miembros de las Comisiones Obreras, los abogados que fueron, y son, defensores de las causas laborales en la Magistratura, y muchos antiguos militantes del Partido Comunista de España, sobre todo abogados y juristas. Un acto de izquierda guiado por el recuerdo, no por el rencor, para evitar que el olvido caiga como un velo oscuro sobre lo que sucedió el 24 de enero de 1977. Como ha dicho Alejandro Ruiz Huertas, superviviente, porque la memoria es la linterna para el futuro.
Recordemos un poco. España sufrió, desde la muerte de Franco, muchos embates de la extrema derecha y sobre todo de los terroristas de ETA (éstos, hasta casi antes de ayer). Todo dependía entonces de un hilo, y el aparato franquista no estaba ni mucho menos desarticulado.
El asesinato de los abogados de Atocha, entre ellos mi amigo Luis Javier Benavides, de Villacarrillo (Jaén), y mis entonces camaradas Javier Sahuquillo y Lola González Ruiz, no fue un acto aislado sino una acción premeditada, con una trama interna muy compleja que nunca de esclareció. Sólo fueron condenados los asesinos armados, unos perfectos malhechores imbéciles que creían así salvar España del comunismo amenazante y los inductores más directos. Los demás permanecen hasta hoy en el anonimato.
Aquel atentado pretendía desbaratar el proceso hacia la democracia, provocando una reacción violenta de los comunistas, los únicos opositores al franquismo realmente organizados. Pero les salió el tiro por la culata, nunca mejor dicho, pues la reacción fue todo lo contrario. El entierro, masivo, multitudinario, se llevó a cabo en un silencio sobrecogedor, sin una bandera, sin una pancarta, sólo con nuestro dolido, sombrío silencio. El Partido Comunista de España garantizó, con centenares de obreros en el servicio de orden, que se cumpliese a rajatabla la consigna de no caer en la provocación. Pero no fue necesario, todos sabíamos, todos éramos conscientes.
De aquel atentado y de la reacción cívica, ordenada y ejemplar de los comunistas, de la indignación de todos los liberales y demócratas españoles, derivaría la pronta legalización del PCE el siguiente Sábado Santo, la legalización de Comisiones Obreras y la Ley de Amnistía General. Además, claro, de las elecciones del 15 de junio. 1977, que empezó muy mal, sería un año bisagra en el proceso de la transición.
Manuela Carmena, nuestra alcaldesa, la promotora y jefa de los dos despachos de Atocha, la abogado laboralista que desde los años sesenta estuvo al pie del cañón en la defensa de los obreros y empleados, nos dijo ayer tarde unas palabras: la brutalidad inexplicable de aquel acto fue un ataque directo contra aquellos abogados que habían decidido, por pura ética, hacer lo que se debía y, con la ley en la mano, defender a los más desfavorecidos y desamparados. «Quiero recordar más su vida -dijo- su entrega y compromiso, que su muerte».
Los abogados laboralistas inauguraron una nueva forma de ser abogados, eran levadura nueva, aplicaban, nos contaba Carmena, el uso alternativo del Derecho, inspirándose en las Convenciones internacionales, muchas de ellas ratificadas por España, y por los Derechos del Hombre garantizados por la ONU.
“Me siento orgullosa –nos dijo Carmena- de que Madrid sea una de las pocas, quizás dos, ciudades del mundo que tiene un monumento al abrazo, esa escultura de Juan Genovés (presente en el acto), que está en Antón Martín, frente al despacho de los hechos, que simboliza no sólo la reconciliación, la amnistía, sino el deseo de paz y fraternidad”. Un buen símbolo para una capital europea.
Y aprovechó también para decirnos que hoy todavía es necesario defender a los desfavorecidos pues, según constata el Ayuntamiento, la desigualdad aumenta en Madrid desde hace unos años.
Durante el acto hubo dos licencias líricas muy acertadas, la elegía de Miguel Hernández a Ramón Sijé, compañero del alma, compañero, y la tonada de 'Let it be'. Ha sido un acto austero, contenido, en el que han participado más de setenta y cinco organizaciones y grupos de la sociedad española, desde el PP hasta ERC.
Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye