miércoles, octubre 2, 2024
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Samanta Villar desnuda a Hero

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La empresa murciana conservera Hero se sintió el viernes la necesidad de comentar, con tanta ironía como poca elegancia, las impresiones de la presentadora y escritora Samanta Villar sobre su maternidad. Villar ha planteado un serio problema a Hero, reprochándole el uso en sus productos del aceite de palma.

Un tuit agresivo y, muy especialmente, el uso del aceite de palma, le crea a la sociedad un problema de reputación corporativa: ni aportación nutricional ni sostenibilidad. El aceite de palma es un producto cada vez más rechazado por los consumidores responsables. La agresividad en las redes de una marca es, todavía, peor.

La pasión familiar de Hero, una cuestión de mercado.

Hero define a la familia como uno de sus valores. Su cuenta de explotación lo demanda: la evolución de la natalidad en España reduce el mercado interior y la obliga a exportaciones que sufren cierta volatilidad. Se conocen las cifras cerradas de 2015, que revelan una caída en las ventas del 14,69% en los tres últimos años.

Desde 2001 la plantilla se ha reducido en un 11%, si hablamos de las cifras con las que se cerró el 2015. En suma, el grupo murciano necesita del crecimiento de la población para mantener sus mercados.

Un loable y responsable objetivo en el que, probablemente, el 'community manager' de guardia el pasado viernes puso un exceso de pasión: decidió intervenir en las impresiones que la escritora había hecho públicas sobre su maternidad

No solo decidió despreciar a la presentadora como “acomodada y famosa” –ya se sabe que los profesionales de prestigio, salvo que consuman Hero, no tienen un comportamiento responsable como padres o madres– sino que cerró el famoso tuit con una ironía algo agresiva: “Ánimo Samanta, tus hijos te querrán igual”.

La marca, en realidad, no intervino en una conversación, consejo que se da a cualquier entidad que explora las redes sociales, sino que tomó posición con bastante agresividad porque deseaba, dice Hero en un comunicado, «transmitir una visión optimista de la maternidad y la paternidad». Samanta Villar es una madre pesimista y depresiva, quiere decir la empresa, al parecer. O quizá que las mujeres no solamente no deben decidir sobre su maternidad, sino no expresar los sentimientos que le producen.

Hay momentos, sin duda, en que la reputación corporativa se defiende mejor con el silencio.

Insostenible, irresponsable y nutricionalmente no recomendable

La presentadora ha respondido a Hero recordando el uso del aceite de palma en sus productos. Una herida más seria todavía que la infringida por la incontinencia del community manager.

El aceite de palma es reputado, desde hace tiempo, como poco saludable debido a los ácidos grasos saturados que contiene. El aceite de palma es una de las peores alternativas alimentarias, al decir de los expertos, y no se encuentra si no es en alimentos procesados, los que más bajo interés nutricional tienen, y además suelen ser carcinogénicos.

En Europa un 61% del aceite de palma utilizado se destina a industrias alimentarias y cosméticas, un 19,7% a biodisel y un 9% a producción de electricidad. Como se ve un producto ubicuo cuya calidad nutricional es extraordinariamente baja. En España se importan cerca de 2.000 toneladas de aceite por el que se pagan más de mil millones de euros.

Las palmas de aceite son originarias de África occidental, pero a principios de siglo XX se extendieron masivamente al sudeste de Asia. Indonesia es el mayor productor actual de este producto.

El tipo extensivo de producción provoca deforestación –desaparición del hábitat de los orangutanes – y se produce a expensas de la biodiversidad y de los ecosistemas en los países en que se produce. Actualmente, un tercio de todas las especies de mamíferos en Indonesia están considerados en peligro. La producción de aceite de palma se ha relacionado con los principales violaciones de los derechos humanos, incluido el trabajo infantil en las zonas remotas de Indonesia y Malasia.

Mal lío para Hero, y todo por un maldito tuit. Ay, las redes.

Miguel de la Balsa

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