Cargan fardos que alcanzan los 100 kilogramos de peso, soportan empujones, aguantan gritos de las autoridades y combaten por ser las más rápidas y eficaces. Este es el día a día de cientos de mujeres porteadoras que cada mañana cruzan la frontera entre Marruecos y España, entre dos y tres veces, para comprar los máximos artículos posibles en territorio español y cargarlos hasta suelo marroquí, donde les esperan varias carretillas y vehículos para recoger los bultos. La esclavitud de estas 'mulas' tiene un precio: 10 o 15 euros al día, 20 euros, un día muy bueno. Durante las últimas semanas, en el paso del Tarajal (Ceuta) se han vivido momentos de verdadero pánico en el que el riesgo de aplastamiento era evidente. La situación vivida el pasado miércoles, 15 de marzo, recordó a la vivida el 25 de mayo de 2009 cuando dos mujeres perdieron la vida en una avalancha en el paso fronterizo.
Es un negocio, un verdadero negocio que mueve miles de millones de euros al año. Unos millones de euros manchados de sudor y lágrimas. Sudor y lágrimas de unas mujeres, las porteadores, que se ven obligadas a cargar fardos que doblan su peso. Calcetines, calzoncillos, pañales, mantas, zapatillas de segunda mano, zumos, galletas, arroz, chucherías, neumáticos usados, chatarra… En lo bultos de las 'mulas' cabe cualquier cosa. Aunque en los últimos años, el producto estrella son los textiles de origen chino. Los réditos de este 'contrabando' legal, junto con el blanqueo de dinero del hachís, han supuesto que las sucursales bancarias de Ceuta y Melilla sean las que más dinero acumulan en depósitos después de las de la capital, según un informe de Caja España.
La gran mayoría de estas 'mulas' son madres solteras, viudas, maltratadas o con maridos inválidos que necesitan el dinero para poder sobrevivir. Cuanto más peso, más dinero. Por este motivo, no dudan en poner en riesgo su propia integridad física. Cargan más peso de lo que su propio cuerpo puede soportar. De hecho, es habitual ver imágenes en las que mujeres caen desplomadas de espaldas por la propia carga del fardo. Para evitar esto, muchas de ellas han decido adoptar otro tipo de técnicas. La de rodar el bulto como si de un viejo neumático viejo se tratara es la más utilizada.
El retrato que se vislumbra en el momento de cruzar la frontera de regreso a Marruecos recuerda más a un campo de concentración que a un paso fronterizo entre dos países vecinos. Los porteadores son separados entre hombres y mujeres y la Policía Nacional española intenta controlar como puede la situación, pero en muchas ocasiones se ven sobrepasados por la gran afluencia de gente. Aunque lo peor para las 'mulas' está al llegar al cordón de seguridad para entrar en territorio marroquí. Es allí donde sufren vejaciones, maltratos y sobornos por parte del cuerpo policial de Marruecos, según denuncian múltiples oenegés, como 'Digmun'.
Todo vale si no toca el suelo
La Legislación marroquí ha ayudado de cierta manera a favorecer este tipo de contrabando legal. Las leyes del país vecino estipulan que cualquier persona puede introducir en Marruecos todo lo que aguante su cuerpo sin tocar el suelo y sin ningún tipo de ayuda como como la de una carretilla.
La pésima situación de las porteadoras se ha podido ver reflejada durante esta última semana en el polígono del Tarajal. Desde la reapertura del nuevo paso de mercancías el pasado lunes, 13 de marzo, las avalanchas de personas en su intento de cruzar la frontera lo antes posible ha sido la nota dominante. Con el fin de mejorar la circulación en la zona y evitar un mal mayor, las autoridades así como las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad han decidido concentrar a las personas con bultos en una zona del polígono más próxima al Tarajal II, de esta manera el tránsito por los polígonos es más cómodo y el caos está más controlado. O al menos esa era la teoría que hasta el momento no se ha hecho realidad.
Todo parece tranquilo y según lo previsto. Los hombres por un lado y las mujeres por otro en orden y a un ritmo asumible por las autoridades desplegadas, pero en tan sólo unos segundos todo cambia. De repente, el flujo de personas comienza a aumentar de tal manera que las autoridades no son capaces de absorber tantas personas. Comienzan los tapones, las avalanchas, los gritos, los pisotones y los momentos de tensión. Sólo el buen hacer de los agentes de la Policía Nacional evita que ocurra una desgracia. Las imágenes grabadas por 'Ceuta Actualidad' muestran la realidad que viven cada día estas mujeres.
Para evitar este tipo de situaciones se ha limitado a 4.000 el número de porteadores que podrán acceder a Ceuta y se dosificará la entrada con la intención de evitar acumulación en los polígonos. Además, se ha advertido a la comunidad de propietarios de los polígonos que la regulación de los flujos de mercancías y de personas en el interior de los mismos no será asumible por la policía, ya que no está dentro de sus competencias. Por último, se ha reforzado la seguridad privada que se encarga de ayudar a la Policía Nacional ha ordenar a los porteadores, controlar los bultos y vigilar el acceso a los polígonos.
Medidas todas ellas que podrán evitar una desgracia, pero que no cambiarán la realidad y el día a día de las mujeres 'mulas' que cada mañana, salga el sol por donde salga, ponen en riesgo su propia salud para poder tener un sustento económico que les permita poder llevarse a la boca y volver a tener fuerzas para aguantar jornadas de 'trabajo' insufribles para la mayoría de los seres humanos.
Carlos Lospitao