El Banco Popular reconocía a finales del anterior trimestre, 305.152 accionistas, en la información al accionista de su página web. El año anterior la entidad reconocía que el 62% del total poseían menos de 1.000 acciones cada uno, totalizando el 2,1% del capital del banco adquirido hace tan sólo unos días, por el Banco Santander. Estas cifras, no actualizadas, se corresponden con el año 2015 y son solo indicativas. Es decir, no recogen la evolución del accionariado en la convulsión de los últimos días, pero sí indican que llegaron a tener, tras la ampliación del año 2016, casi 200 millones de euros invertidos, que ahora se pierden.
Obviamente, el poder del accionariado se encontraba en los grandes accionistas. De hecho, 126 accionistas, concentraban el 62% del capital del Banco y cuatro de ellos controlaban el 20,85%. En suma, el poder accionarial se encontraba muy concentrado y la masa accionarial era muy extensa. Pequeños accionistas, en busca de un pequeño capital.
Dentro de estos pequeños accionistas, el grupo más representativo son los propios empleados y extrabajadores de la entidad, que a lo largo de su vida profesional han comprado acciones en un ejemplo de fidelidad a una marca. Ahora esa marca, el Banco Popular, a la que tanto han dado les ha dejado en la estacada en un momento muy delicado y han quedado atrapados en el valor del Popular.
Accionistas controlados dentro de la casa
Este es el caso de J.R (prefiere no revelar su nombre, a pesar de su enfado con la entidad). Este exempleado del Popular entró en el banco cuando apenas tenía 20 años y que ha permanecido en la entidad más de media vida, 44 años. Allí, se hizo un hombre y allí conoció a la que hoy es su mujer, que entró a trabajar tan sólo seis meses después que él. «Por lo menos, el Banco Popular me sirvió para conocer a mi mujer», afirma J.R en un tono que mezcla matices de tristeza y rabia. Rabia por ver lo que le ha ocurrido a un banco que hasta hace poco más de diez años era la entidad financiera más rentable y fiable de España. «Antes, los trabajadores de la competencia nos envidiaban. Es cierto que no éramos los que más cobrábamos, pero la familiaridad del banco y la fiabilidad despertaba envidias en el sector», explica J.R, que con 63 años lleva cerca de dos prejubilado.
Como tantos otros trabajadores del Banco Popular, J.R decidió invertir en su momento en acciones de la entidad debido a las grandes condiciones que ofrecía el banco y motivados por los propios servicios centrales. «En Recursos Humanos nos freían a ofrecernos acciones y nos invitaban a adquirirlas para tener accionistas controlados dentro de la casa», relata. La manera de 'captar' a estos pequeños accionistas dentro de la empresa era fácil: «El banco nos daba lo que nosotros llamábamos 'anticipos', que consistía en adelantarnos un dinero a tipo de interés 0% para comprar acciones del banco». «Como no me costaba ningún tipo de interés yo pensé: «Mira, ahí les dejo un pequeño capital a mis nietos», afirma con tristeza J.R.
Pero la gran ilusión de este extrabajador de dejar una pequeña herencia a lo que más quiere en su vida, sus nietos, se ha hecho mil pedazos desde que la pasada semana Emilio Saracho anunciara la venta de la entidad al Santander. Hasta el traspaso del banco, J.R contaba con más de 8.000 acciones gracias a una inversión de cerca de 50.000 euros. «El jueves 8 de junio me metí en mis posiciones dentro de mi cuenta virtual y comprobé como mis acciones habían desaparecido… Ya no tengo nada», afirma este afectado por la venta del Popular.
Pagar por algo que ya no existe
La desgracia de J.R no acaba aquí porque este extrabajador no sólo ha visto como sus acciones desaparecen, sino que tiene que seguir pagando algo que ya no existe: «Todavía no he terminado de pagar mi último anticipo, por lo que me encuentro en una situación en la que tengo que pagar por algo que vale cero«. A pesar de no ser muy optimista, no piensa quedarse de brazos cruzados y advierte que peleará por lo suyo. «Ya me he inscrito en varias plataformas y mi ilusión es aunarnos todos los afectados para hacer fuerza, porque cuanto más seamos más nos escucharán», amenaza J.R.
Desgraciadamente, el caso de J.R no es el único y aunque a él no le ha supuesto un drama personal sí afirma que hay excompañeros suyos que están en una peor situación. «Una cosa es que no me falte para comer y otra cosa es que me roben directamente 50.000 euros de mi bolsillo. No quiero que me tomen por tonto y voy a reclamar lo mío, aunque lo único que me quede sea la pataleta», espeta enojado.
Ron y Saracho, en el punto de mira
Para este extrabajador los culpables de la pésima situación del Banco Popular tienen nombres y apellidos propios: Ángel Ron y Emilio Saracho, los dos últimos presidentes de la entidad. «Tras la muerte de don Luis (Luis Valls-Taberner Arnó) llegó Ron y con él la más absoluta miseria. Lo ha hecho todo mal. Además, se quiso hacer el 'machito' con operaciones incomprensibles, aunque todo le estaba empezando a venir mal a base de tener el apoyo de los consejeros que no tienen nada que ver con la banca», afirma J.R. Pero Saracho tampoco se queda atrás, según la particular visión de este exmpleado con más de 40 años de antigüedad: «Él y el señor De Guindos han aprovechado la situación para vendérselo a Ana Botín porque estos tres han sido compañeros de trabajo en Londres».
Ahora, a J.R ya sólo le queda intentar recuperar sus 50.000 euros y buscar la manera de escapar de la trampa que ha supuesto la solicitud del último anticipo de acciones. Aunque realmente lo que más le preocupada es la situación en la que han quedado los que hasta hace dos años eran sus excompañeros. «Hay personas muy válidas con 40 y con 50 años que pueden verse en la calle con una mano delante y otras detrás», finaliza.
Carlos Lospitao