En la selva colombiana, el calor y la lluvia siguen sin dar tregua, pero en los recónditos y espesos parajes de esta zona del trópico el ambiente es distinto. Estos lugares, casi imposibles de localizar si no se conoce la zona, han sido el escenario de cruentos enfrentamientos y escondites de la guerrilla durante casi 60 años. Pero ahora todo es distinto. Las constantes refriegas entre los miembros de las FARC y la Policía Nacional y los soldados colombianos, han dejado de ocupar el día a día de los escondites los grupos. Ahora, los guerrilleros y representantes del Gobierno conviven en los antiguos campamentos de la guerrilla. Comen en la misma mesa, duermen en las mismas tiendas de campaña y ven, con paciencia, cómo poco a poco el proceso de paz iniciado el 1 de diciembre va quemando etapas. Con ellos, más de 430 observadores internacionales de la ONU, 18 de ellos españoles, vigilan de cerca si se cumplen los acuerdos. “Estamos ayudando a hacer realidad un momento histórico”, asegura desde Bogotá el teniente coronel Segundo Martínez, uno de los españoles desplegados en el contingente a mediados de noviembre.
Pero no siempre es fácil. La tensión del conflicto ha ido desvaneciéndose desde que el 28 de agosto del año pasado se firmara el acuerdo de paz. Pero es un proceso gradual, en el que aún quedan conatos violentos fuera de las sendas del acuerdo. “Recientemente, se produjo un enfrentamiento entre gente de la guerrilla y del ejército dentro de la zona veredal. Escuchamos varias ráfagas de disparos automáticos”, explica el teniente coronel Martínez. “La refriega se saldó con un solo herido de bala pero fue bastante importante, teniendo en cuenta que se produjo entre un grupo en desmovilización y el ejército en una zona en la que la fuerza pública no puede entrar”, continúa el militar, que regresa a España este mes de junio.
Este teniente coronel español ha pasado tres meses en la “sede local” de Colinas, en el Departamento de Guaviare, donde se ubica uno de los campamentos más grandes de las FARC, con casi 500 guerrilleros y milicianos que se están desmovilizando. “El jefe de ese campamento era Mauricio Jaramillo, conocido como ‘El Médico’”. El teniente coronel habla de Jaime Alberto Parra, uno de los dirigentes más importantes y conocidos de las FARC y que, precisamente, ha tenido un papel muy importante en las conversaciones de paz.
En mitad del proceso de desarme, las FARC han entregado ya el 60% de las armas que habían registrado y sus guerrilleros están desmovilizado, aunque a paso lento. “Ha habido muchísimos problemas. Hemos ido acumulando muchos retrasos y se ha tenido que volver a poner en marcha un calendario actualizado”, explica el coronel Alejandro Rubiella, jefe del contingente español desplegado en Colombia.
Un ejemplo de la complejidad del proceso es la desmovilización de los guerrilleros. “En total, hay censados unos 2.700 milicianos -personas vinculadas a las FARC pero que no vivían en campamentos y tenían labores de información-. Por el momento, solo se han integrado 800. Es uno de los aspectos que está ralentizando el proceso”, explica el coronel. Tampoco el gobierno está cumpliendo con los plazos para la construcción de unos campamentos para la reinserción, donde los ya exguerrilleros «quieren montar unas cooperativas tipo ‘kibutz’ israelíes (cooperativas agrícolas), sociedades comunitarias. Esos construcciones deberían estar acabadas hace meses», relata el coronel.
En cualquier caso, “Han sido muy ambiciosos en cuanto a los plazos”, explica el militar español, implicado en el proceso de planeamiento de la misión en la sede nacional, en Bogotá. La complejidad política del conflicto y las presiones de una y otra parte por conseguir hacer bien lo acordado se ha convertido en una de las dificultades con las que tienen que lidiar los observadores.
Día a día en una selva en desmovilización
“Amanece muy temprano, sobre a las 5 de la mañana ya es de día”, explica el militar español, que durante los siete meses que ha pasado en Colombia se ha acostumbrado a que todos los días sean igual. “No hay estaciones: los días son igual de largos, siempre está lloviendo y hace el mismo calor”, relata desde Bogotá, el teniente coronel a su vuelta del campamento.
Su misión, como la de los otros 12 observadores españoles desplegados en las sedes locales, consiste en vigilar que se cumplen los acuerdos firmados entre ambas partes, en su caso, desde el puesto de mando de la sede de Colinas. Desde estos campamentos, se realizan dos o tres patrullas al día con lo que llaman “mecanismo tripartito”, un sistema por el que en cada fase y lugar en el que se lleva a cabo la misión hay representantes del Gobierno colombiano, de la guerrilla y de la ONU. Vigilan las poblaciones cercanas y las llamadas zonas veredales transitorias de normalización, un “sistema de separación de fuerza, como en cualquier postconflicto”.
Allí se encuentran los guerrilleros en desmovilización las fuerzas del Gobierno no tienen autorización para entrar. “Las FARC no pueden hacer determinadas cosas, el Gobierno no puede hacer otras y hay otras que no pueden hacer ninguno de los dos. Son zonas de convivencia para evitar enfrentamientos que puedan poner en peligro el proceso de paz”, explica el militar. La misión de observación “requiere una disponibilidad permanente 24 horas”, certifica el teniente coronel.
Un funcionario de la ONU de origen colombiano fue secuestrado hace más de 40 días y no ha sido liberado por el momento
Por eso, la misión es especialmente dura para los observadores desplegados en las sedes locales, según explica el coronel Rubiella, que mantiene contacto con todos los españoles desplegados. “Llevan viviendo más de siete meses en tiendas de campaña, llueve mucho, hace calor… las condiciones no son óptimas. Las sedes suelen estar muy aisladas, con lo que están trabajando 24 horas al día, siete días a la semana”, relata el jefe de la misión española en una conversación telefónica desde Bogotá con este diario.
Además de aisladas, hay zonas especialmente conflictivas. Precisamente la sede en la que estuvo desplegado el teniente coronel Martínez es una de las más peligrosas. Dos grupos disidentes dentro de las FARC -unas 400 personas en total- llevan realizando varios ataques, el último, contra la propia ONU. “Se recibieron alertas de que la ONU podía ser objetivo, lo que se materializó con el secuestro de un funcionario de origen colombiano hace algo más de 40 días y no ha sido liberado por el momento”, cuenta con preocupación.
Otro aspecto crucial en esta misión es la presencia de mujeres, tanto de la misión de observación internacional, como de la propia guerrilla y del Gobierno. “Cuando se generó la misión, la ONU hizo una recomendación a las misiones para aportar el mayor número de mujeres posibles, ya que se estima que entre el 30% y 35% de los guerrilleros de las FARC son mujeres”, explica el jefe del contingente español.
“En mi sede local, estábamos 17 observadores internacionales, ocho más del gobierno y otros ocho de FARC. De los 33, seis eran mujeres”, cuenta el teniente coronel Martínez, que explica que una de ellas, de nacionalidad portuguesa, era la encargada de los aspectos de género. “Un aspecto destacable es que en las FARC estaba prohibido tener hijos. Ahora con el proceso de paz está habiendo un ‘baby boom’ y se ha convertido en un tema sensible que tener en cuenta en el proceso”, destaca el militar español.
Siete meses de misión que continúa
Tras siete meses de misión, el primer despliegue de observadores españoles, todos ellos con experiencia en otras misiones en el exterior, continúa sobre el terreno con trabajos a distinto nivel en las sedes nacional, regionales y locales. Cinco de los observadores han regresado o regresarán entre junio y julio -la misión era para seis meses, salvo la del coronel, que era para un año completo-.
No tenemos ni fragatas, ni tanques ni aviones, pero tenemos nuestra formación, nuestra experiencia y nuestra forma de ser
El próximo día 25, España enviará el relevo de estas cinco personas para continuar con esta primera fase, que está previsto finalice el 27 de septiembre, cuando comenzará la segunda etapa. La ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, mostró su disposición a mantener el apoyo a la misión, aunque su segunda fase no está cerrada del todo, por lo que no es posible saber si España volverá a enviar observadores. “En cualquier caso, será una misión más pequeña”, anticipa el coronel, que se encuentra dentro de las negociaciones para fases posteriores.
En cualquier caso, desde la ONU se han mostrado altamente satisfechos con los observadores españoles. “Están demostrando un alto nivel. Cuando llegamos a Colombia, ya estaban repartidos todos los puestos de mando y ahora hemos conseguido tener seis mandos de puestos locales de 18, es bastante. Poco a poco, nuestros oficiales se han ido ganando un prestigio”, relata el coronel.
“No tenemos ni fragatas, ni tanques ni aviones, pero tenemos nuestra formación, nuestra experiencia y nuestra forma de ser, que nos ha hecho situarnos en una buena posición en esta misión. Por eso creo que estamos alcanzando una buena representación”, concluye.
Paula Pérez Cava