Desde primera hora de de la mañana del pasado domingo se empezaron a suceder los altercados. La Policía Nacional y la Guardia Civil intervinieron en diferentes colegios para detener el referéndum ilegal que había convocado Carles Puigdemont. Conforme transcurrieron los horas, el partido entre Las Palmas y el Barcelona empezó a acaparar focos. Primero con la decisión del club canario de portar una bandera española. Después con la decisión inicial del conjunto azulgrana de no disputar el encuentro. El equipo presidido por Bartomeu carecía de argumentos, después de que el entorno del Camp Nou escapara a todos los conflictos y los Mossos d’Esquadra garantizaran la seguridad para la disputa del envite.
Conforme el Barcelona tendía el pulso y amenazaba con jugar el partido, crecía la tensión entre los aficionados que se topaban con las puertas cerradas. “Primero decían que se suspendía, luego que el Barcelona era quién quería, pero la Liga y la Federación no, y al final que era a puerta cerrada”, relata a este periódico Leandro Deniz García (_Canes_), aficionado que se había desplazado desde las Islas para presenciar ‘in situ’ el encuentro. El joven explica el desconocimiento que vivieron hasta que llegó el comunicado oficial del Barcelona: “Nos informábamos por redes sociales. Nadie nos decía nada”. Tras conocer la noticia definitiva, cuenta que todos empezaron a marcharse, algunos con claros gestos de enfado. Como él, todos buscaron opciones alternativas: “Encontramos un bar dónde podíamos estar cómodos cuando habían transcurrido veinte minutos de partido”.
El partido, que se disputó a puerta cerrada después de que el Barcelona no quisiera arrastrar sanciones económicas ni deportivas, fue un acto de reivindicación, como expresó minutos después Bartomeu. “Fue una decisión política, unilateral y sin motivo. Solo pretendían llamar la atención, darle bombo a la idea de la independencia de Cataluña en un día que por los aledaños del Camp Nou había transcurrido con normalidad”, confiesa Leandro. Este mismo seguidor reconoce que los grandes perjudicados fueron los “aficionados” y culpa a ambas directivas: “Es lamentable lo que ha hecho Bartomeu y su gente con la afición, tanto del Barcelona como de Las Palmas, a la que su presidente, Miguel Ángel Ramírez no ha defendido a través de ningún comunicado”. “Solo ha dicho que eso es una pena y no nos vale”, apunta.
Más allá de la ilusión marchitada, los aficionados de Las Palmas han sufrido una importante pérdida económica. “Nosotros viajamos en un grupo, en un pack que incluía vuelo, estancia y entrada. Nos gastamos alrededor de 350 euros”. De esa cantidad, tan sólo tienen garantizada la devolución de la entrada: 49 euros. De momento, permanecen en conversaciones con la agencia La Molina para intentar que les sea retribuido el gasto al completo para un trayecto que tenía como único motivo presenciar el partido.
Aunque el dinero no es el único motivo que ha enfadado a estos seguidores. El tiempo perdido jamás podrán recuperarlo. “Nos levantamos a las cuatro de la madrugada el sábado para coger un vuelo de más de tres horas. Otros de otras Islas tuvieron que hacer noche en Gran Canaria. Una paliza y un gasto que sólo hacemos con la ilusión de seguir y animar a las Palmas”, zanja Leandro. Como él, han sido cientos de aficionados los que se han quedado sin presenciar el encuentro tras poner todo de su parte. La decisión de Bartomeu de politizar el equipo ha sido objeto de críticas por un amplio sector en las redes sociales.
Alberto Puente