miércoles, noviembre 27, 2024
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El cinismo del asilo belga

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Ayer se cumplió el centenario del nacimiento de Miguel Hernández. Lo ocurrido en Bruselas, declaraciones de responsables políticos belgas incluidas, recuerda uno de sus versos: “Una gota de pura valentía vale más que un océano cobarde”.

Los belgas, que presumen de haber tenido asilados a Victor Hugo y a Marx, llevan años mintiendo sobre el acceso al derecho de asilo, y especialmente desde que los nacionalistas y reaccionarios partidos flamencos han asumido esa responsabilidad. El presuntuoso responsable del asilo belga, un nacionalista de extrema derecha, ofrece su cobijo al fugado Puigdemont, mientras en su país vienen recortándose desde hace años los derechos de inmigración y de asilo.

El verdadero rostro de Theo Fracken

Este mismo año, el jefe de las fuerzas turcas, establecidas en los cuarteles de la alianza atlántica ubicados en Mons (Bélgica), enseñaba a sus soldados la lista de una decena de oficiales turcos que habían solicitado asilo en Bélgica, con motivo de las represiones de Erdogán. Llegada de “forma extraña”, es decir, filtrada a las autoridades turcas por los responsables belgas, la lista demuestra que un turco no es lo mismo que un fugado catalán.

Theo Francken, el valedor de Puigdemont, que a punto está de crear un crisis en Bélgica, lleva todo su mandato reduciendo un derecho de inmigración y asilo que, por otra parte, forma parte más del mito que de la realidad belga. El tal Fracken, el más extremista – próximo al fascismo- dirigente belga, ha sido uno de los responsables europeos más críticos con los acuerdos europeos sobre refugiados. Utilizó la expresión “limpiar”, en Facebook, comentando una operación contra emigrantes ilegales, envió cartas a los solicitantes de asilo iraquíes solicitando que las retiraran.

La política de inmigración y asilo belga

Francken impulsó una política que permite, desde enero de 2017, encerrar a niños, sea cual sea su edad, en una prisión desconocida y sin conocimiento de sus padres, si estos carecen de papeles de residencia. La Liga de los Derechos del Hombre ha denunciado el conjunto de la política belga que ha sido, por otra parte, condenada por la Corte Europea de Derechos Humanos, por permitir expulsiones colectivas especiales prohibidas por el derecho internacional.

Los permisos de emigración belga empezaron a ser restringidos con la crisis económica de los setenta. Las emigraciones española, griega o portuguesas (todas sujetas a dictaduras) nunca se basaron en el asilo. Desde los ochenta las condiciones de asilo se endurecieron –con la excepción de los acuerdos de acogida a refugiados chilenos y a los vietnamitas-.

Progresivamente, se han aplicado mecanismos contra la emigración y el asilo, al que se ha acusado de ser inmigración económica oculta. Las reformas del 91 y 92 han ampliado las facultades de expulsión del gobierno belga: solo un 3% de la inmigración belga deriva del derecho de asilo.

Bélgica y las relaciones de asilo con los españoles

Frente a la mitología nacionalista, vasca o catalana, ni Bélgica ni los flamencos han apoyado especialmente el progresismo español a lo largo de la historia, antes al contrario.

En una nota escrita por el director de la política exterior belga en 1936 se lee: «No vamos a desprestigiarnos por esa gentuza», refiriéndose a los voluntarios belgas de las Brigadas Internacionales. Poco antes, relata la profesora de la UNED, Marina Casanova, el embajador español de la República Española había escrito: “El Rey (Leopoldo III) representa al fascismo”.

En aquel momento, como lo será a lo largo de la historia de las relaciones bilaterales con España, los principios eran dos: satisfacer a la derecha católica y salvaguardar los intereses económicos.

En la Segunda República, las empresas belgas, y a su través el rey belga, recibían grandes beneficios “que le llevaron a recelar de la política republicana y, en cierta manera, a apoyar a los rebeldes” señala Marina Casanova. Controlaban los tranvías de Madrid y de Bilbao, el Consorcio de Almagrera, la Compañía Asturiana de Minas, Wolfram de Balborra, les Verreries Espagnoles y Potasa de Suria, entre otras.  

El franquismo no cambió esta cultura belga en las relaciones diplomáticas con España. A pesar de la fuerte politización de la emigración española, el sucesor de Leopoldo, Balduino, tenía una posición política derechista y muy conservadora en términos religiosos. Unido en matrimonio con la española reina de los belgas, Fabiola, simpatizaba con el régimen franquista.

La emigración española, animada por el franquismo y recibida también en Bélgica por razones económicas, como la griega y la portuguesa, las tres dictaduras europeas, no fue nunca objeto de asilo político. En la misma época, Bélgica no recogía asilo o inmigración de su colonia africana (el Congo, independiente como República Democrática desde 1960).

Terroristas de ETA intentaron utilizar la legislación belga para evadir la justicia española, apoyados por los nacionalistas flamencos. No obstante, el recurso al asilo belga es una mitología nacionalista: solo cinco lo han solicitado en veinte años y solo una (Natividad Jáuregui, asesina del teniente Ramón Romeo, sus compañeros de comando fueron condenados a 28 años) obtuvo no el asilo, sino la libertad.

Empeoramiento de las relaciones

La compleja coalición de Gobierno belga ha permitido a los nacionalistas flamencos el flirteo con el Gobierno de Puigdemont, aunque ante las tensiones creadas en Europa por la tentación de la concesión de asilo, el Gobierno ha debido cerrar la puerta a Puigdemont, aunque no se va a librar de fuertes tensiones.

Las relaciones Hispano – Belgas ya se han resentido y el ministro de exteriores ha debido enviar emails al embajador, que ni siquiera se pone al teléfono del Gobierno.

Domingo Labrador

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