Nueve de la noche del miércoles 1 de noviembre. Los vecinos del número 58 de la calle Panizo escucharon un grito desgarrador. Yiovanni Ramírez, madre de Lisvette, volvía a su casa, ubicada en el barrio madrileño de Tetuán, después de dar un paseo de tres horas. En el interior de la vivienda, habían dejado a su hija Lisvette, una joven de 16 años a la que su madre había castigado ese día sin salir de casa por haber llegado tarde la noche anterior. Nada más llegar del paseo, encontraron a la adolescente muerta en casa. Estaba envuelta en una manta y desnuda sobre la cama de su habitación. Lisvette había muerto de un fuerte golpe en la cabeza. Nadie pudo hacer nada por su vida.
Durante el periodo de tiempo en el que los padres de la joven estuvieron fuera, la madre mandó varios mensajes de WhatsApp a la menor. Sin embargo, Lisvette nunca contestó. Preocupados, volvieron a casa donde encontraron su cuerpo sin vida. Aun así, ésta no se quedó sola en casa todo el tiempo. Alrededor de las 19:30, el inquilino al que la familia le alquila una habitación había llegado a casa ese día. Sin embargo, según su declaración, éste no escuchó ningún ruido durante todo el rato, salvo el grito de Yiovanni tras entrar en la habitación de Lisvette.
A pesar de la presencia del inquilino -un hombre español de 44 años- en el interior del domicilio, las sospechas nunca se han centrado en él. La joven había aparecido desnuda encima de su cama y, según revelaría la autopsia, Lisvette mantuvo relaciones con su verdugo antes de que éste le propiciase una serie de golpes que acabarían terminando con su vida. Además, la cerradura de la vivienda no estaba forzada por lo que Lisvette conocía a la persona que la asesinó. Los padres de la chica no tienen sospecha alguna de que el inquilino pudiera quitar la vida a su hija, pues confían en él y «mostró una reacción natural al enterarse de la muerte». Así que, ¿quién es el principal sospechoso? En las últimas horas, los agentes han centrado todos sus esfuerzos en dar con el exnovio de Lisvette quien se encuentra ilocalizable desde el pasado miércoles.
Según la versión policial, la joven aprovechó que se quedaba sola en casa para verse con su exnovio, al que había dejado recientemente. Por este motivo, la cerradura de la puerta no se encontraba forzada. Lisvette conocía a su agresor. El encuentro entre ambos no acabó bien y el sospechoso acabó golpeándola hasta acabar con su vida. Posteriormente, tapó su cadáver con una manta y huyó de la escena del crimen.
Desde entonces, el presunto asesino, mayor de edad, de origen dominicano y con antecedentes por violencia de género, se encuentra desaparecido. Su teléfono móvil continúa fuera de cobertura, ha cerrado todas sus redes sociales y ningún familiar ni amigo ha conseguido contactar con él desde la noche del pasado miércoles. Según fuentes policiales, el sospechoso podría haber abandonado la capital madrileña.
De hecho, una vecina del barrio del número 58 de la calle Panizo aseguró ver a «alguien» del portal pasadas las 19:00 de la tarde. Sin embargo, ni en el portal del inmueble donde residía la joven ni en su calle, cercana al paseo de la Dirección y a Ofelia Nieto, hay cámaras de videovigilancia que pudieran haber captado al homicida.
La primera hipótesis con la que ha trabajado la Policía era que se tratara de un nuevo caso de violencia de género. Sin embargo, esta teoría ha ido perdiendo peso a medida que pasaban las horas. En le domicilio familiar vivían su madre, su padrastro, dos hermanastros y una hermana. Además, en el interior de la vivienda también vivía un inquilino al que le tenían alquilada una habitación. Todos ellos han asegurado que Lisvette era una chica «tranquila» que «apenas salía de casa». De hecho, no usaba redes sociales y solo salía con chicas.
El asesinato de Lisvette ha trastocado
Andrea Morea