sábado, noviembre 23, 2024
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Los niños, las otras víctimas de la violencia de género

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El pasado 2 de noviembre, Imanol asesinó a su expareja, Jessica Bravo, frente a la puerta del colegio al que iba el hijo de ambos. El pequeño de seis años vio cómo su padre disparaba en la cabeza a su madre sin poder hacer nada. Más tarde, su padre huiría en un vehículo en el que se suicidaría tras estrellarse contra un muro. El pequeño se quedó huérfano en menos de un cuarto de hora. Sin embargo, Maia fue menos afortunada. La pequeña tenía dos años cuando su padre, Laurenti Mihai, le quitaba la vida el pasado 12 de noviembre. La madre de la pequeña, Victorina, una joven de 24 años, había salido de casa rumbo a la comisaría a denunciarlo por amenazas cuando recibió una llamada de su marido: «He matado a nuestra hija».

Como Maia, 23 niños ha perdido ha vida en menos de ocho años como consecuencia de los asesinatos de violencia de género. A todos ellos, hay que añadirles los 19 huérfanos que han dejado atrás los 60 asesinatos en lo que va de año. Los crímenes de violencia machista también truncan la vida de cientos de niños inocentes. 

Aramis Valdovinos, 18 meses

Aramis nació de manera prematura en julio de 2016 en el Hospital La Paz de Madrid. Este nacimiento provocó que la pequeña comenzase a padecer problemas de corazón, auditivos y respiratorios desde su primer día de vida, por lo que el hospital se convirtió en su segunda casa. El 3 de febrero de 2017 en los pasillos del Hospital La Paz de Madrid se escuchó un grito desgarrador en la habitación 207. Noemí Dávila, madre de Aramis, acababa de presenciar cómo su pareja, Vladimir, se lanzaba al vacío con la pequeña en brazos. Ambos perdieron la vida en el acto. 

«Me la has jugado, me la has jugado. Te vas a acordar. Te voy a dar donde más te duele». Éstas fueron las últimas palabras que Noemí escuchó de Vladimir. La pareja había estado discutiendo toda la noche hasta que el hombre decidió vengarse de su pareja. Aramis se convertía en la primera menor asesinada víctima de la violencia de género.

Daniel y Paula Bustamante, 8 y 5 años

Manuel Bustamante, el conserje de la piscina municipal de Campo de Criptana, Ciudad Real, se levantó de la cama el 29 de marzo con la intención de asesinar a su mujer, Ana María. Ese día, el hombre de 47 años había abierto la llave del gas a primera hora de la mañana. Esto no pareció ser todo lo rápido que él quiso así que decidió asesinar con sus propias manos a su mujer y asfixiar a sus dos hijos con las almohadas de sus propias camas. Daniel y Paula se habían preparado esa mañana para ir al colegio. Tenían tan solo ocho y cinco años. El conserje, conocido por su 'tics' nerviosos', se suicidó tras comer el triple crimen. Ese miércoles, Manuel no ayudaría con los deberes a sus hijos. 

Markel Malik, 12 años

«Lo más grande y hermoso que tengo en este mundo». Así titulaba Mounir Ayad una fotografía de Facebook publicada en mayo de 2016 en la que salía con su actual pareja, Raquel López, y con el hijo de ésta, Markel. Un año después, un 2 de mayo, los vecinos madrileños de la localidad de Alcobendas, se levantaban sobresaltados tras escuchar gritos y golpes. Raquel y su hijo Markel de 12 años habían sido asesinados a cuchilladas por Mounir, pareja de la mujer y padrastro del pequeño. La Policía encontró el cuerpo de la madre e hijo ensangrentados. El hombre, carpintero de profesión, se dio a la fuga. Ocho días después, dos agentes fuera de servicio le reconocieron sentado tranquilamente en un banco de un parque madrileño. 

Javier Curto, 11 años

Marcos Javier y Maica Curto estaban divorciados. El hombre, de 42 años de edad, contaba con una orden de alejamiento desde hacía más de cuatro años. Sin embargo, y a pesar de las amenazas, el pequeño de 11 años pasó el 7 de mayo -día de la madre- con Marcos. Ese mismo día, el padre de Javier había decidido cumplir la promesa que en algún momento le prometió a su exmujer Maica: «Te voy a dar donde más te duele». Marcos tenía que devolver ese día a Javier a su madre y la rabia comenzó a consumirle por dentro. Sin pensárselo dos veces, propinó a Javier un golpe seco con una pala en la cabeza quitándole así la vida. Escondió su cuerpo entre unos helechos en un bosque. Maica tuvo que reconocer el cadáver de su hijo cuando la policía lo encontró días después. 

Emmanuel Sánchez, 8 meses

Golpes, gritos y llantos salían el 1 de junio del interior de una vivienda ubicada en la calle Adolfo Suárez de la Frontera, en Cádiz. Sin embargo, en cierto momento en la casa se hizo en silencio. Isidro Sánchez rompió ese silencio para coger el teléfono y llamar a la Guardia Civil: «Hagan lo que tengan que hacer. Se ha producido una desgracia». Este hombre de 44 años acababa de confesar la muerte de su pareja, Sara Bernal, de 31 años, asesinada a golpes, y de su hijo, Emmanuel, de 8 meses, asfixiado. En el interior del domicilio los agentes también encontraron a una niña de 10 años, hija de Sara. Sufría sordera y no había escuchado los gritos. 

Sharita, 15 meses

El 1 de octubre, Barcelona estaba sumida en medio del caos. La celebración del referéndum ilegal llenaba las portadas de los periódicos y televisiones. Sin embargo, en el número 74 de la calle Llul, Felicidad y su hija Sharita vivían su propio infierno. La actual pareja de Feli, un hombre alemán de 33 años, mató de un tiro en la cabeza a ésta y a su hija de 15 meses. Posteriormente, se suicidó. Los Mossos encontraron los cadáveres de los tres en el suelo. Junto al cuerpo sin vida del hombre había un revólver. 

Maia Mihai, 2 años

Victorina, una joven madre de origen rumano de 24 años, le pidió el divorcio a su marido, Laurenti Mihai. Tres meses después, Victorina, cansada de los abusos y los golpes a los que estaba sometida, salía un 12 de noviembre de su vivienda ubicada en el municipio de Alzira, Alicante, rumbo a la comisaría con la intención de denunciarle. A pesar de todo este esfuerzo, la joven nunca llegó a comisaría. A mitad de camino, Laurenti la llamó: «He matado a nuestra hija». Victorina dio la vuelta y llegó a su casa corriendo entre gritos y lágrimas. Allí se encontró a Maia degollada entre un charco de sangre. Momentos antes, los vecinos de la zona vieron cómo el asesino se tiraba del balcón y caía sobre un coche. Sobrevivió. 

Andrea Morea

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