Salvo que la televisión o la literatura lo impidan, ya que parece contar con dos ofertas de diferentes programas de televisión y una de una editorial para contar en un libro todo su caso, la cuenta bancaria de Cristina Cifuentes podría entrar en números rojos en breve, dado la gran cantidad de dinero que va a perder con las renuncias a los cargos que ostentaba hasta la fecha.
La ya ex presidenta de la Comunidad de Madrid, que también ha renunciado este martes a su acta de diputada en la Asamblea de Madrid y que se ha retirado de la política tras casi 30 años ocupando cargos públicos y orgánicos en el PP, tiene ante sí una nueva etapa en la que cualquier otra opción laboral la recibirá con agrado para poder evitar las dificultades económicas que se le avecinan.
Lo que es complicado es que consiga algo con las remuneraciones que percibía hasta ahora ya que hay que recordar que con la decisión de renunciar a su acta en la Asamblea dejará de percibir los 3.503 euros brutos al mes de asignación y los 1.221 euros de indemnización, y con su adiós a la presidencia de la Comunidad de Madrid ya no ganará los 103.090 euros brutos anuales que otorgaba el cargo.
La política madrileña reconoció hace unos años, con el estallido de la trama Púnica, que ella no tenía ninguna propiedad a su nombre: «No tengo pisos, ni áticos, no tengo acciones, no tengo nada (…) En mi cuenta corriente debo de tener 900 euros. Soy una persona honrada que vive de su sueldo de funcionaria».
Ejemplo de ello es que Cristina Cifuentes vive de alquiler en un piso del barrio de Malasaña junto a su marido y padre de sus dos hijos, el arquitecto Francisco Javier Viyuela, quien tampoco puede aportar mucho dinero a la relación porque sufrió los efectos de la crisis, tal y como desveló la ex política en su conversación con Bertín Osborne: «Mi marido ha estado en paro mucho tiempo. Él no ha ingresado un duro en casa porque todo lo invertía en su estudio de arquitectura, pero a él le deben muchísimo dinero».
Otras opciones
La opción más sencilla para ella podría ser decantarse por la abogacía, ya que, a diferencia de su famoso Másters, ella sí tiene una licenciatura en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y es funcionaria del Cuerpo Técnico Superior, por lo que podría encuadrarse en cualquier bufete para volver a ejercer.
Si eso no la convence tiene, como ha quedado reflejado con anterioridad, la opción de aprovechar su tirón mediático en los medios de comunicación. Los canales de televisión y los programas de radio estarían encantados de contar con una mujer de tal carisma y con su gran don de palabra.
Precisamente por ese carisma tendría más bazas aún por jugar, ya que hay que recordar que en la década de los 90 dirigió con éxito el Colegio Mayor Universitario Miguel Antonio Caro. Esta opción quizás sea la más problemática ya que, pese a contar con el beneplácito de sus alumnas, dimitió de su cargo en el mismo después de una serie de misteriosos robos que las inquilinas del centro denunciaron.
Por ese motivo esa baza sería más complicada que la de introducirse de lleno en el mundo de la moda, dado su conocido gusto por la costura, especialmente española, y su apoyo a los diseñadores patrios, de los que fue asidua en sus desfiles. Su estilo, con predominio del color azul, la llevó a ser tildada como musa de la moda española.
M. A.