jueves, octubre 3, 2024
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Gutiérrez Aragón crea una fábula de resistencia pasiega en «El ojo del cielo»

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Barcelona, 23 may (EFE).- Cuatro mujeres fuertes, un padre misteriosamente huido y Abderramán, el moro, son algunos de los personajes de «El ojo del cielo», una suerte de fábula creada por Manuel Gutiérrez Aragón con la que homenajea a los «resistentes» habitantes de la comarca cántabra de los Valles Pasiegos.

Moviéndose entre el realismo y la magia, en un universo familiar y rural, el cineasta ha explicado hoy en Barcelona que en esta ocasión ha partido de la realidad de los valles del Pas, «un lugar misterioso, durante mucho tiempo desconocido, que dio lugar a leyendas vejatorias sobre sus habitantes».

Publicada por Anagrama, la novela narra la peripecia de cuatro mujeres: Margarita, una madre joven y guapa, pero siempre de mal humor, y de sus hijas Valen, Bel y la pequeña Clara, quienes en el año 2008, en plena crisis económica, viven sin un padre que ha huido por unas deudas, y «al borde del abismo, en una cabaña, tras ser desahuciadas».

La editora Silvia Sesé ha considerado que en apenas 170 páginas, el escritor toca numerosas cuestiones, desde la crisis a otras que tienen que ver con el paisaje de un lugar «en el que suceden hechos fantásticos».

El título tiene que ver con «una bola gigantesca», la esfera de un radar de la OTAN que se ve «desde todas las partes del valle, en lo alto del pico del Fraile, que está allí para localizar aeronaves, que pasan de Europa a África, y que es una metáfora del narrador omnisciente, que lo ve y lo cuenta todo, aunque a veces puede escapársele algo, como ocurre con los radares», según el autor de Torrelavega.

Conocedor del valle desde pequeño, ahora ha vuelto allí literariamente en reconocimiento a unos habitantes que «han resistido», durante siglos, mientras sobre ellos todo lo que se decía era «peyorativo, lo que era debido a que el lugar era poco accesible y vivían muy pobremente».

A esa gente, en el siglo XXI, «también les llegó la crisis como a todos y las cuatro protagonistas de la novela deberán dejar el pueblo para ir hasta una cabaña en el fin del mundo y llevar allí un vida abismal y ‘abismada'».

Gutiérrez Aragón es consciente de que no ha sido políticamente correcto porque «la madre es un poco madrastra -tiene un cinturón con el que arrea a sus hijas-» pero «la vida cotidiana en esos paisajes es muy dura, no ha llegado el confort de la comodidad».

En medio de esa dureza vital, aparece un personaje como el árabe Abderramán «quien cuenta historias fantásticas y maravillosas como de las ‘Mil y una noches’, sobre su vida de heladero en la corte de Marruecos, con alusiones a Henry Kissinger o Jacques Chirac».

Otro personaje que tiene su peso es el narrador ocasional Ludi Pelayo, que ya apareció en otra novela anterior suya, «Cuando el frío llegue al corazón», y que aquí es el amante casado de Valen.

Sobre las tres hijas de la historia, Gutiérrez Aragón ha sostenido que son «tres hermanas de padre ausente -un hombre que se ganaba la vida vendiendo exquisitos helados-, del que no quedan ni siquiera fotos, porque la madre las ha roto, aunque existen las que él tiraba, en las que su sombra se proyecta».

Como en las fábulas, la hermana mayor es una mujer trabajadora, mientras que la segunda estudia en un instituto lejano, sacrificándose la familia por ella, sin que lo agradezca, mientras que la tercera es Clara «una niña discapacitada, coja, que no asiste al colegio y, que para mi sorpresa, es la que más éxito está teniendo entre los lectores».

Incidiendo en Margarita, la madre, ha dicho que su mal carácter y su «punto de crueldad» es consecuencia de que «debe hacer de padre y madre, de dueña, ama y patrona de la casa». «Cuando se vive en un valle como el del Pas y sin dinero, encima no va a tener buen humor», ha apuntado.

Sin embargo, ha bromeado que «con la que está cayendo» en los últimos meses «habría que pensárselo» si escribiera ahora la novela y creara este personaje.

Por otra parte, ha opinado que los Valles Pasiegos, «un mundo real, pero muy cercano a la ilusión», que han sobrevivido «a la iglesia, a la trashumancia o al Banco de Santander, igual con la globalización están en mucho más peligro, porque su sistema de explotación de la tierra es muy frágil». EFE

id/fl/msr

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