Emocionada pero dolida. En pocos meses, María Dolores de Cospedal ha passado de serlo todo en política a no ser nada. De ministra de Defensa a simple diputada, y de número dos del PP a las migajas que puedan caerle del candidato que gane, léase Pablo Casado, porque si lo hace su archienemiga Soraya, el silencio será sonado.
Pero Dolores de Cospedal ha demostrado tener más orgullo que Don Rodrigo en la horca y, con emoción y alguna lágrima de por medio, se ha reivindicado a sí misma y a su ya exjefe de filas Rajoy con tanto ardor y tanta pasión que han admirado a los compromisarios. Al menos a los propios.
Aunque ha dicho «adiós», podría ser como el de Rajoy: «Me voy, pero me quedo».
Iván Delgado