Joan G, el hombre que golpeó en la nariz a Lidia C. cuando retiraba lazos amarillos en Barcelona ha denunciado a la agredida. Pero su relato de hechos no le deja en buen lugar. Narra que se encontraba paseando por la calle de Pujades cuando vio a una pareja que estaban retirando lazos amarillos y los tiraban al suelo.
Joan G. se aproximó a ellos y les recriminó su acción. Dirigió su reproche a Lidia. Pero Lidia, según el relato del agresor, hizo caso omiso de su queja y siguió tirando lazos amarillos al suelo. Joan amenazó con avisar a la Guardia Urbana, según su denuncia. Joan G. admite que se puso nervioso y «como la mujer no le hacía caso le giró la cara de manera brusca con la mano, momento en el que la mujer agredió a G». Ambos cayeron al suelo, según el relato de G., y allí continuaron «agrediéndose mutuamente».
El relato de G. omite un hecho: el puñetazo que le dio a Lidia y le desvió el tabique nasal, algo que comprobaron y pusieron por escrito los mossos en su atestado.
La paradoja es que el relato que ha planteado Joan G. retrata que fue él quien inició la agresión verbal y física y busca un eufemismo «le gire la cara bruscamente con la mano» para lo que el marido de la víctima define como «un bofetón y luego un puñetazo». Joan G. no tiene pudor en presentar un parte médico para acreditar sus daños sufridos en la «agresión» de Lidia: erosiones en la piel y que le duele un tobillo sin lesión aparente.
Tanto la denuncia contra Lidia C. como la obtención de un parte médico para acreditar sus propios rasguños fruto del forcejeo le fueron aconsejados a Joan G. por los mossos intervinientes. Lidia, por el momento, no ha podido aún denunciarlo por las secuelas del impacto en la cara del puño de Joan G.
Carlos Quílez