Patricia Aguilar, la joven rescatada de una secta en Perú, comienza a salir de la boca del lobo tras 18 meses de amenazas y abusos de un gurú que anuló su voluntad. Su historia es solo un grave ejemplo de la desprotección legal que sufren miles de víctimas y familiares de captados por todo tipo de sectas.
Hace dos meses y medio que Patricia regresó a su casa en Elche (Alicante) junto con su padre y el bebé que tuvo durante su cautiverio en la selva de Perú después de que el líder de la secta, Félix Steven Manrique, ahora en prisión por trata de seres humanos, fuera manipulando durante años y siendo menor su mente.
Su infierno, relata a Efe su prima y portavoz de la familia, Noelia Bru, «tiene que servir para algo porque hay que cambiar las cosas y dar soluciones al vacío legal que existe. Hay que dar respuestas a la desesperación de las familias cuando acuden a la policía y los jueces y les responden que no puede hacerse nada».
Bru avanza que en breve solicitarán la colaboración ciudadana para impulsar una reforma del Código Penal que tape jurídicamente el agujero que existe sobre los delitos sectarios, de forma que se tipifique el delito de «persuasión coercitiva«.
Ya cuentan con el apoyo de asociaciones de prevención de sectas, colectivos de desaparecidos, de psicólogos y de otras víctimas como la familia de la mujer y su hija de 6 años que esta misma semana han sido halladas en Cuba tras ser captadas por una santera.
El primer paso lo ha dado la familia de Patricia junto con Carlos Bardavío, uno de los pocos abogados en España especialista en el fenómeno de las sectas y que cuenta con la primera tesis sobre la regulación penal de estos abusos en la que se incluye la iniciativa del delito de persuasión coercitiva.
A Bardavío acudió la familia de Patricia al enterarse de que acababa de publicar su extenso estudio sobre la materia, que se presentará el próximo martes en el Colegio de Abogados de Madrid con la asistencia de la letrada de la familia de la joven, María Teresa Rojas.
Una problemática en auge, ya que se calcula que en España unas 400.000 están inmersas en alguna de las 400 sectas de diversa índole. Más allá de las de corte religiosos y esotérico, en los últimos años han irrumpido con fuerza las sectas pseudoterapéuticas.
Sean del tipo que sean la raíz en todas ellas es la misma: una persona o un grupo dominan a otro individuo o colectivo de forma progresiva y sutil con el objetivo de limitar en su beneficio su capacidad crítica de la realidad.
«Un lavado de cerebro en el que se empuja al captado a su incapacidad de forma paulatina, a un sistema totalitario», defiende este abogado que gráficamente compara este sometimiento al ejercido por los maltratadores.
También equipara la visión policial y jurídica actual de las sectas con la que en los años ochenta se tenía de la violencia machista, donde no existía formación y las víctimas incluso recibían mofas cuando explicaban el maltrato psicológico que sufrían de sus parejas.
«La voluntariedad en los tribunales se sigue trabajando de forma muy antigua o dicho de otra forma, el concepto de violencia se ejercita actualmente con formas mucho más modernas», explica Carlos Bardavío que propone castigar con penas de entre 5 a 8 años de prisión a quienes mediante violencia, intimidación o engaño coercitivo o técnicas de persuasión coercitivas físicas o psíquicas impidan la libre formación de la voluntad y la libertad de decisión.
Su iniciativa contempla como técnicas de persuasión coercitiva las conductas que produzcan control social, emocional, ambiental, cognitivo o volitivo de los estados disociativos de la realidad.
Para Emilio Molina, vicepresidente de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP), miembro de la Red para la Prevención del Sectarismo y Abuso de la Debilidad (RedUne), el problema es gravísimo porque no se trata de «charlatanes», sino de verdaderas organizaciones de expertos en manipulación mental que «hackean» tu manera de pensar.
Cuando alguno se ha dado cuenta de que estaba dentro de la tela de araña y acude a denunciar se encuentra con incomprensión y en la mayoría de los casos con el archivo. «has sido tonto por comprar o dar ese dinero y no se investiga más», dice Molina
Este ingeniero informático lleva cuatro años combatiendo las «poderosas y lucrativas» sectas pseudoterapéuticas que llevan incluso a enfermos de cáncer a abandonar tratamientos o a ciudadanos a comprar productos totalmente inútiles porque han sido captados por un gurú que no tiene cortapisas legales para engañar a un persona.
«Explotan miedos, vulnerabilidades, hacen que desconfíes de la medicina tradicional y que rompas con cualquier persona de tu entorno que te pueda dar una visión crítica», explica Molina que considera necesario concienciar a la población de los riesgos de este tipo de pseudociencias.
Redacción