Así lo ha asegurado el que fuera jefe de esta brigada entre 2005 y 2009, Santiago Suárez García, que a través de WhatsApp mantiene contacto con los brigadistas que el pasado martes se desplazaron hasta Totalán para ayudar en las labores de rescate del pequeño Julen.
La dureza y estabilidad del terreno marcarán el ritmo de avance de la Brigada de Salvamento Minero de Asturias que se encargará de conectar el pozo por el que cayó el pequeño Julen y el paralelo que se está excavando para llegar hasta el nivel en el que creen que se encuentra.
«Me consta que tienen ganas de empezar porque llevan muchos días allí inactivos», ha subrayado este minero prejubilado antes de advertir que también saben que «deben dejarse llevar por el cerebro, y no por el corazón, sobre todo en casos en el que hay implicados críos o gente conocida».
Aunque la ley exige que en los rescates los equipos estén compuestos por tres brigadistas, Suárez García ha señalado que en este caso seguramente no bajen más de dos porque no cabrán en el túnel inclinado que van a excavar y porque tampoco van a correr ningún riesgo.
Estos hombres están acostumbrados a trabajar en condiciones mucho más peligrosas, con atmósferas explosivas como las que provoca el gas grisú en las minas de carbón, y en túneles de medio metro de diámetro -el pozo paralelo de Totalán es de 80 centímetros y el que van a excavar de un metro de ancho por 1,20 de alto- en los que tienen que portar además el equipo autónomo de respiración.
En este caso, Suárez García desconoce si los brigadistas deberán llevar ese equipo o si les facilitarán oxígeno desde el exterior, pero lo que no les va a faltar es un martillo de aire comprimido, hachas y madera para entibar (apuntalar) el pequeño túnel que deben horadar.
El mayor problema al que pueden enfrentarse es la dureza del terreno que podría retrasar el rescate y obligarles a utilizar algún tipo de explosivo, similar al que utilizan los Tedax para desactivar bombas, que les permitiría remover el terreno mediante microvoladuras.
«Esperemos que el terreno no tenga una dureza excesiva», ha señalado su antiguo compañero, que confía en que tampoco sea excesivamente blando o inestable, porque eso les obligaría a entibar cada poco y eso retrasaría el rescate.
En una mina, la brigada avanzaría unos cinco metros, la distancia que separa ambos pozos, en unas siete horas, «pero esto no es carbón», ha reconocido el exbrigadista, que no se arriesga a predecir cuánto pueden tardar en conectar ambos extremos.
Lo que sí tiene claro es que es un trabajo que «cansa mucho» por lo que los mineros podrían relevarse cada hora y media o dos horas y que posiblemente, cuando hayan avanzado poco más de un metro en el túnel horizontal, con una perforadora manual, hagan un sondeo de unos 20 centímetros de diámetro a través del cual poder introducir una cámara para comprobar si Julen se encuentra a esa altura.
«Son hábiles y están bien preparados», ha señalado al referirse a sus antiguos compañeros y miembros de un cuerpo de élite que está a la altura de los mejores del mundo, sobre todo a la hora de hablar de rescates con equipos de respiración autónoma de larga duración.
Para formar parte de la brigada deben haber pasado diez años en minería de carbón, y un mínimo de seis con la categoría de picador, barrenista o minero de primera, tener más de 35 años, haber superado pruebas de esfuerzo y capacidad pulmonar y superar un examen psicológico.
Es importante esto último porque, según reconoce Suárez García, hay que actuar con cabeza, sin poner en peligro a gente de alrededor, y saber desconectar ya que «normalmente, rescates felices hay pocos y el trabajo, a veces es desagradable, aunque luego se compensa cuando logras ayudar a alguien y sacarlo».
Jaime Martín