miércoles, diciembre 18, 2024
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Las imágenes que no gustan a nadie

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Sagrario Ortega

Madrid, 28 feb (EFE).- Apenas han sido proyectadas en el Salón de Plenos del Tribunal Supremo donde se celebra el juicio del «procés», pero ya hay unanimidad, desde un lado y desde el otro, de que las imágenes de las cargas policiales en el 1-O no gustan a nadie. Tampoco al exministro del Interior Juan Ignacio Zoido, que hoy ha declarado como testigo.

Dos horas y media (más que ningún otro testigo) ha durado el interrogatorio a Zoido, escuchado atentamente por el exconseller de Interior Joaquim Forn, que ha preferido situarse detrás de sus abogados para seguirlo. Después ha vuelto al banquillo de los acusados.

Con un tono tranquilo y sosegado, a ratos monocorde, el exministro del Interior ha repetido los mismos argumentos que ya esgrimió en su comparecencia en el Senado cuando, por iniciativa propia y a instancia de los grupos, explicó lo que ocurrió el 1-O.

Como era de esperar, las imágenes de las cargas han copado parte del interrogatorio. Aquellas que, aunque «parecidas» a otras, no son agradables. A Zoido no le parecen «desde luego» agradables. Similar mensaje al que ayer usaron sus antiguos jefes Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría.

Pero, como ellos, ha defendido esas cargas, porque a pesar de todo vio en ellas «proporcionalidad». Y, sobre todo, vio que eran necesarias ante los «escudos humanos» que impidieron a los agentes de las fuerzas de seguridad cumplir con su cometido: evitar la votación del referéndum ilegal.

Imágenes que el presidente del tribunal, Manuel Marchena, ha decidido que no se proyectaran a pesar de los intentos del defensor de Forn. El magistrado, que permitió que se exhibiera uno de los vídeos durante las declaraciones de los acusados, ahora ha pedido dejarlos para la fase de la prueba documental.

«Esos vídeos -le ha recalcado Marchena al letrado- no pierden ningún valor probatorio lleven impreso o no el criterio del señor Zoido».

Seguro en muchos momentos, sobre todo en su defensa de la legalidad y de la profesionalidad de los agentes de la Policía y de la Guardia Civil – de «probada capacidad incluso cuando son atacados», ha dicho- Zoido se ha mostrado más escurridizo en las preguntas de las defensas de los acusados relacionadas con el operativo o, más bien, con el diseño de este y con sus coordinadores.

«Imagino», «creo recordar», «no me consta» o «lo desconozco» son algunas de las respuestas con las que ha despachado las preguntas más incómodas. Pero ha sido más tajante cuando se ha desvinculado de la planificación del dispositivo: «Ni lo diseñé ni nada»; «No di la orden de quién lo tenía que hacer ni cómo lo tenía que hacer», ha zanjado.

Quizá Zoido no haya querido quedar como «chivato» y le ha costado pronunciar nombres. Ni siquiera el de su número dos, al que ha llamado por su cargo de secretario de Seguridad. Tampoco el de aquellos que el informaban, sus fuentes. Pero sí el del coordinador del dispositivo, el coronel Diego Pérez de los Cobos.

López de los Cobos y los jefes de cada una de las fuerzas de seguridad -ha incluido a los Mossos o «los mozos» para el abogado de Vox- son «los que pusieron en marcha» el dispositivo, los que siguieron tomando decisiones durante todo el día y, por tanto, quienes decidieron retirar a los agentes, ha terminado por aclarar.

Precisamente, parece que al exministro, como al resto, los incidentes le pillaron de sorpresa. Confiaba, porque también confiaba en ello Pérez de los Cobos, en que los Mossos cumplirían con lo acordado en las reuniones de coordinación.

Zoido ha sacado su faceta de ministro y, como en muchas ocasiones respondía a los medios de comunicación durante su cargo, ha trasladado el respeto a las autoridades judiciales -él también es juez- para justificar que algunas actuaciones no podía ni debía tener conocimiento. Y fin de la respuesta.

Su otra faceta, la de político, también ha dado la cara. Y ha sido en los momentos en los que ha puesto más énfasis y mayor tono en su monocorde relato, como cuando ha sustentado toda la actuación del Gobierno de ese momento en la necesidad de «mantener la vigencia de la Constitución y la soberanía nacional».

Otra de sus facetas, la del político más campechano, la ha dejado para mejor ocasión. La seriedad de su citación como testigo, como él mismo ha definido, no lo permitía.

Solo se ha permitido una frase más coloquial. «Hay mucha gente buena en Cataluña», ha sido su explicación de por qué en medio de la jornada del 1-O quiso trasmitir a la sociedad catalana un mensaje a la tranquilidad a través de televisión. EFE

so/rb/jdm

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