viernes, noviembre 22, 2024
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El crimen del concejal llanisco

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«Nací en Halle, Bélgica, en 1966. Soy hijo de emigrantes aunque a los 9 años volví a España. Nos instalamos en la Moría, en el pueblo de la Pesa de Pría. Me casé con 23 años, tuve dos hijos y ya soy abuelo». «Mi pasión siempre fue la mar, salir a la angula, al ocle».

Así resumió Ardines su biografía personal en la página web del Ayuntamiento de Llanes justo cuando empezaba un nuevo mandato. Era 2015 y el concejal que renunció a cobrar por su tarea de cargo público tenía «ilusión por trabajar», por cambiar el modo de hacer política.

«Mi gran aspiración -concluía en su escrito- es salir de este paso puntual por la política con la conciencia tranquila, tratando a todos por igual indistintamente de su ideología. ¡Espero acertar!».

Pero Ardines no pudo hacer balance de ese paso por el consistorio ni concluir su mandato. En la mañana del 16 de agosto de 2018 fue asesinado a escasos metros de su domicilio cuando se dirigía a faenar con su barco, el «Bramadoria». Su muerte conmocionó al municipio más turístico de la costa asturiana, que tardó en recuperarse del impacto.

Los rumores y las informaciones que especulaban sobre una posible vinculación política del crimen crisparon la vida de un pueblo que gobernaba un insólito cuatripartito formado por un grupo independiente (Vecinos por Llanes), PP, Foro y el concejal de IU asesinado tras desalojar al PSOE del poder después de casi tres décadas, un pacto que se repitió tras las últimas elecciones.

Pero mientras la prensa lanzaba hipótesis de todo tipo sobre la muerte del edil, los agentes de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que a las 24 horas del crimen se desplazaron al lugar de los hechos, comenzaron a trabajar en varias líneas de investigación y decidieron profundizar en una: la del móvil sentimental. Acertaron.

Ardines, de 52 años, fue víctima de una emboscada cuando salía de su domicilio en Belmonte de Pría (Llanes) para dirigirse al puerto y salir a faenar con su embarcación. Lo hacía casi a diario, a hora muy temprana para después atender a sus obligaciones municipales.

Ya a finales de julio, el concejal encontró un obstáculo en el camino rural que enfilaba cada día desde su casa: una valla de obra que esquivó sin bajarse de su furgoneta coche.

Pero el 16 de agosto eran ya tres las vallas que sus asesinos habían colocado, así que Ardines se apeó a retirarlas. Fue en ese momento cuando le rociaron los ojos con gas pimienta y le propinaron varios golpes en la cabeza y en la nuca. Pudo recorrer 70 metros, se desplomó y murió.

De escenario del crimen habían desaparecido los objetos con los que fue golpeado, que siguen sin encontrarse. Sí se fijaron los investigadores en un mancha oleosa que a la postre resultó ser gas pimienta.

A modo de anécdota los investigadores cuentan a Efe que uno de los agentes olió la mancha y le pareció que podía ser aceite con pimentón.

Mientras los laboratorios de la Guardia Civil analizaban la muestra, los encargados de las pesquisas no querían perder tiempo e indagaron en varios kilómetros a la redonda por si se hubiera celebrado alguna feria de pulpo donde se hubieran utilizado vallas. No era descartable que alguna de las tres que taponaron el paso del concejal estuviera impregnada de esa sustancia oleosa.

En medio de un hermetismo casi absoluto, la Guardia Civil fue trabajando y descartando hipótesis hasta quedarse con la que les llevó hasta Pedro L.N.A., convencidos casi al cien por ciento de que el móvil del crimen era sentimental y abandonando otros que pudieran estar relacionados con la actividad política de la víctima.

A los investigadores les cuadraba el perfil de Pedro como posible autor de un crimen por celos. Tenía varios antecedentes, alguno de ellos también por motivo sentimental.

Hasta su esposa parecía sospechar de él, porque cuando apareció el cadáver de Ardines mandó un mensaje a su marido. «Pedro, ¿qué has hecho?».

Los agentes de la UCO ya habían descubierto que el concejal mantenía una relación sentimental con K.B., la mujer del sospechoso y prima a su vez de la esposa de Ardines. Ambas parejas salían juntas habitualmente y formaban parte de un grupo de amigos que disfrutaba de fiestas y cenas en el verano llanisco.

Como aparece en los ríos de tinta que se han escrito sobre el caso, en una de las salidas a cenar de ambas parejas, Pedro grabó, con su móvil escondido bajo una servilleta, una conversación entre su mujer y Ardines mientras él iba al baño y confirmó sus sospechas.

Movido por los celos, Pedro, residente en Amorebieta (Bizkaia), urdió su plan y se puso en contacto con Jesús M.B. para que le consiguiera algún sicarios, dada la relación de este intermediario con el mundo delincuencial.

Pedro ofreció 25.000 euros para él o los sicarios que aceptaran el encargo y 10.000 al intermediario, que finalmente contactó con dos argelinos: K.M. y D.B.

El 27 de julio, Pedro viajó al concejo de Llanes sin comunicárselo a su mujer. Iban muy a menudo allí, donde tenían vivienda, por empeño de su esposa. A él, relatan las fuentes consultadas, no le atraía mucho la zona, pero estaba muy enamorado de su esposa.

Hizo el viaje de ida y vuelta acompañado del intermediario y de uno de los sicarios (la única vez que Pedro vio a uno de los presuntos asesinos) para mostrarles dónde vivía el edil, dónde trabajaba, el itinerario que hacía cada día, el camino que llevaba a su casa….

Aunque Pedro podría ser el autor material, el móvil le localizaba en su casa de Llanes en el momento en el que se produjo el crimen. De todos modos, indican las fuentes, se comprobó que hubo un espacio temporal en el que no hizo uso del teléfono y suficiente para llegar hasta el lugar de los hechos.

Los investigadores fueron encajando piezas en unas pesquisas difíciles y que constataban que había más de un autor material. Les resultó un poco extraño, además, que no se utilizara arma de fuego al ser obra de sicarios, pero tiraron del hilo y descubrieron cómo finalmente se fraguó todo.

Reunieron pruebas suficientes y detuvieron a Pedro, al intermediario y a uno de los argelinos. El otro huyó a Suiza consciente del cerco policial, pero en el registro de su domicilio en Bilbao se encontró el bote de spray de gas pimienta que utilizaron para rociar los ojos de la víctima.

Es precisamente el único objeto que utilizaron que se ha podido recuperar.

Ya ante el juez, el presunto inductor del crimen dedicó solo seis minutos a su declaración para negar su vinculación con los hechos, testimonio que no le sirvió para eludir la prisión preventiva junto al supuesto intermediario, Jesús M.B., y al argelino D.B.

El testimonio de D.B. sí arrojó algo de luz porque declaró que recibieron 25.000 euros cada uno de los sicarios, mientras que otros 10.000 fueron para el intermediario.

K.M., el otro sicario, permanece detenido en Suiza por delitos cometidos en ese país, lo que retrasará hasta octubre o noviembre la instrucción del caso a la espera de que las autoridades helvéticas autoricen la extradición solicitada por el juzgado de Llanes.

Un año después la familia de Ardines sigue esperando a que se cierre el proceso judicial tras verse obligados, poco días después de las detenciones, a pedir en un comunicado remitido a Efe «el máximo respeto» para su memoria y «empatía» hacia su dolor.

También a la espera sigue en el puerto de Llanes el ‘Bramadoria’, el barco con el que el concejal se procuraba el sustento tras renunciar a cobrar por su tarea política y hacia el que se dirigía para faenar un día más. Sus asesinos le atacaron a pocos metros de su casa y de la del presunto inductor del crimen.

 

Estrella Digital

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