La batalla de Lepanto, de la que este jueves día 7 se conmemora el 450 aniversario, fue el triunfo de «una alianza de circunstancias» forjada con el único objetivo de frenar el expansionismo otomano en el Mediterráneo Occidental, afirma el investigador Àlex Claramunt.
Con motivo de esta efeméride que cambió probablemente el curso de la historia en la región mediterránea, la editorial Desperta Ferro ha sacado a la luz «La mar roja de sangre. Lepanto», una obra colectiva en la que participan diez historiadores españoles, italianos, anglosajones y turcos y en la que se ofrece una nueva perspectiva global de aquella batalla, de la que en la actualidad el público apenas tiene muy distantes referencias.
En declaraciones a Efe, Claramunt, editor de la obra y uno de sus coautores, afirma que Lepanto «fue una victoria cristiana que demostró que el Imperio otomano no era invencible».
En el prólogo de la obra el historiador, marino y académico de la Historia Hugo O’Donnell y Duque de Estrada, afirma que «solo los súbditos de Felipe II (…), los del papa, los de Venecia, los del gran maestre melitense (de la Orden de Malta) y los de Génova, y otros ‘potentados’ menores italianos, participaron en nombre de la cristiandad en esta última cruzada», cuyo personaje aglutinante fue el papa Pío V.
Una «alianza de circunstancias», como la califica Claramunt, entre estados con notables diferencias en muchos ámbitos, sobre todo en el comercial, en una época en la que España era la primera potencia mundial pero en la que el Papa tenía no solo poder espiritual sino un importante poder territorial que muchas veces chocaba también con los intereses españoles.
Todo ello pasa a un segundo plano ante la amenaza otomana y por todo ello se conforma la flota que le hizo frente y la derrotó en Lepanto.
«Pío V actuó con un vigor tal, que posibilitó una alianza de circunstancias» entre estados que a menudo «no tenían intereses compartidos», recalca Claramunt.
Al mediodía del 7 de octubre de 1571 una gran flota otomana y otra similar compuesta por navíos (sobre todo galeras y galeazas) de la República de Venecia, de la armada Pontificia y de España – la conocida como «Liga Santa»- libran en el golfo de Lepanto una batalla en la que se están jugando el dominio sobre el Mediterráneo, largamente ambicionado por la Sublime Puerta, como se conocía de manera áulica al Imperio otomano.
«En Lepanto se rompe el mito de que la armada otomana era invencible. Significó un revulsivo importantísimo para los cristianos de la época, para quienes hasta ese momento los otomanos suponían lo mismo que habían supuesto los hunos para las gentes de la Europa del siglo V», afirma Claramunt.
A juicio del investigador, «la batalla de Lepanto nos permite comprender por qué vivimos en un Mediterráneo como el actual, por qué existe esa cesura entre el islam y la Europa cristiana, que, pese a que actualmente hay mucha más integración», más comunicación entre ambos, «siguen siendo mundos distintos».
Lepanto «tuvo un impacto psicológico tremendo y supuso el principio del fin del poderío naval otomano en el Mediterráneo», comenta Claramunt, para quien después de la batalla los otomanos no emprendieron grandes campañas marítimas y decidieron destinar muchos más recursos a fortalecer al ejército que a mantener una flota fuerte.
«La batalla de Lepanto y los acontecimientos que la rodearon son sumamente complejos e imbrican el estudio de la diplomacia y las relaciones internacionales, de la administración y el desarrollo del Estado moderno, de la tecnología naval y militar, de las artes y la literatura», afirma el investigador y editor de la obra.
Fue, en definitiva, una batalla en la que se decidió el dominio sobre el Mediterráneo, tan ambicionado por la Sublime Puerta, y fue también un enfrentamiento no solo geoestratégico, sino también ideológico, entre dos mundos, dos formas de entender la vida y la realidad – el islam y la cristiandad-, representados en aquella ocasión por el rey Felipe II de España (cuyo hermano bastardo, Juan de Austria, comandaba la flota de la Liga Santa) y el sultán Selim II, hijo del célebre Solimán el Magnífico.
Por decirlo con palabras de Miguel de Cervantes, el soldado más famoso que combatió en aquella batalla, en la que quedó con el brazo izquierdo inutilizado (pero no manco) de un arcabuzazo, Lepanto fue «la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros».
Fernando Prieto Arellano