Los vecinos de Aguilar de Campoo (Palencia) han recordado este domingo el vigésimo aniversario del conflicto de Fontaneda y la intensa lucha de toda la comarca por mantener la industria galletera que llevaba 131 años en la localidad y finalmente fue comprada por la agroalimentaria Siro.
Los comités de empresa de las fábricas de galletas asentadas en Aguilar de Campoo: Siro, Gullón y Vida han organizado una concentración ante el aparcamiento donde un día estuvo la célebre galletera para conmemorar el aniversario de este conflicto que mantuvo en pie de lucha a los trabajadores de Fontaneda durante varios meses.
Aquellos días hubo de todo: marchas, encierros, reuniones, negociaciones y hasta canciones protesta con versiones de copla como la que ha vuelto a sonar este domingo al ritmo de la «Campanera», aquella que decía que por Fontaneda «se ha unido la villa entera» o esa otra de que «habrá que tener paciencia porque la lucha será larga/ porque seguís manteniendo vuestra intención de cerrar/ cuando se os ha dicho a España entera que Fontaneda es de Aguilar».
Y la lucha fue larga, duró más de ocho meses y empezó en abril de 2002 con un largo encierro dentro de las instalaciones que se prolongó por más de dieciséis horas y terminó con la entrada de los agentes antidisturbios, como recuerda veinte años después, en declaraciones a Efe, Alfredo Alonso, hoy jubilado y entonces miembro del comité de empresa.
«Yo creo que fue el momento clave de este conflicto. Sin esas imágenes que llegaron a toda España nos habría derrotado la multinacional», explica Alonso.
La multinacional era United Biscuits que quería cerrar Fontaneda y dejar en la calle a sus trabajadores, y aquellos días vio a un pueblo entero unido y a los medios de comunicación trasladando el conflicto a toda España y poniendo el foco en una nueva lucha de ‘David contra Goliat’ en la que no se ganó del todo.
«Sin los medios de comunicación habríamos vuelto a perder», afirma Alonso, que sabía lo que era perder porque les había pasado unos años antes, en 1996, cuando la familia Fontaneda vendió la fábrica que daba empleo a más de 500 personas, a la multinacional Nabisco por 6.000 millones de las antiguas pesetas y 123 personas se fueron a la calle.
El 92 por ciento de los despedidos fueron mujeres como Macu Coral, que se quedó sin empleo «con una indemnización miserable» y se unió a las protestas para apoyar a sus compañeros y defender a su pueblo «que se venía abajo», asegura a Efe.
Recuerda aquellos días con una mezcla de esperanza al ver que «muchísima gente» estaba apoyando a sus compañeros pero «a la vez muy triste» porque en el anterior conflicto estaban solos.
De aquel primer conflicto, en 1996, aprendieron que, como señala Alonso, si no se unían no podían «vencer a una multinacional que lo único que pretendía era cerrar Fontaneda».
Por eso en 2002 todo el pueblo se unió: los sindicatos, los políticos, las administraciones, aunque al final tampoco ganaron del todo.
«Empatamos», dice Alonso, porque fue imposible mantener la marca, la galleta María que fue el emblema de la localidad y de la lucha. Ni todo el empleo, 212 trabajadores siguieron, pero se habían quedado muchos por el camino (cuando empezó el conflicto eran 504), como se quedaron muchos acuerdos que todavía hoy no se han cumplido.
Para recordar aquella lucha y mirar al presente y al futuro, el artista local Juan Fuentes está trabajando en la escultura de la galleta María que será sufragada con la aportación popular para refrendar aquella unión.
«Es una escultura de la galleta que fue la esencia de la vida económica de esta villa y de toda una comarca», ha manifestado a Efe el artista que pretende dar forma de galleta al homenaje a todos los trabajadores y empresas que han sustentado la actividad en Aguilar de Campoo.
«Me gustaría despertar la emoción a través de un elemento simbólico que recuerde cada día que la industria galletera ha sido nuestro sustento y debemos apoyarla para seguir mirando al futuro», agrega.
Y el futuro está en personas como Alberto García quien, gracias a aquella lucha, trabaja desde hace catorce años en Siro, la empresa que mantuvo la actividad, y que construyó una nueva fábrica de pan en el polígono, donde hoy ya no se hace pan pero todavía trabajan trescientas personas que vuelven a ver nubarrones en el horizonte futuro de la compañía.
Almudena Perez