Las cafeterías Nebraska han echado el cierre. Un solitario cartel en uno de sus establecimientos, ubicado en el número 109 de la calle Bravo Murillo de Madrid, así lo anuncia: 'Señores clientes Nebraska cierra sus puertas. Disculpen las molestias'. La historia se repite en los locales de Gran Vía, Alcalá y Goya. La capital de España dice adiós a la emblemática cadena de restauración tras más de medio siglo de existencia después de que el grupo propietario, Nebraska Blanco Hermanos, fuera adquirido el pasado 21 de diciembre por el fondo Corpfin Capital Real Estate, empresa dedicada a la inversión y la gestión inmobiliaria.
El cierre de los establecimientos dejará en la calle a los 92 trabajadores que integran toda la plantilla de la marca hostelera cuando finalicen sus vacaciones. Muchos de ellos han desarrollado toda su vida profesional en el setentero interior de las míticas cafeterías. La dramática situación era conocida por los empleados desde el pasado 27 de diciembre, fecha en la que se llevó a cabo la compraventa del grupo. Sin embargo, no hubo preaviso en el cese de la actividad ya que fue el martes -tan sólo un día antes de cerrar al público- cuando tuvieron conocimiento de dicho cierre y de sus consiguientes despidos. El Grupo Nebraska ha alegado que llevaban varios años de pérdidas, lo que implicaba ya la inviabilidad económica del negocio. Ahora, todos los trabajadores se encuentran pendientes de la reunión que la corporación mantendrá con el comité de empresa el próximo miércoles 18 y en la que se pactarán sus indemnizaciones.
El futuro de los locales es aún una incógnita. En declaraciones al diario 'El País', la sociedad ha asegurado que «no sabe que pasará; los locales de Nebraska podrían ser cualquier cosa: desde un comercio de moda a otro local de restauración«. Su estratégica ubicación en varias de las arterias más comerciales de Madrid convierte a los cuatro locales en codiciados objetivos para el sector de la moda. En función de la localización de cada uno de ellos, se calcula que podrían ofrecer rentabilidades que oscilan entre el 4% y el 6%. Mientras tanto, los nuevos propietarios están analizando las posibilidades que ofrecen los locales para decidir qué hacer con ellos, incluida la opción de revenderlos a alguna otra empresa especializada dentro del sector de la restauración aunque, a priori, no sería la alternativa más rentable, según apuntan los expertos.
Nada hacía presagiar el triste desenlace de las cafeterías Nebraska cuando el pasado 6 de enero la página de Facebook de la cadena invitaba a todos los madrileños a disfrutar de su roscón de Reyes. De hecho, muchos curiosos se han asomado este jueves por el cierre de los locales de Gran Vía o Goya y han podido comprobar que el mobiliario permanecía perfectamente colocado, como si de un momento a otro estuviera a punto de abrir sus puertas. La mítica cadena ha formado parte de la historia de Madrid durante más de cinco décadas. Vecinos de la capital y foráneos han disfrutado de sus desayunos, sus meriendas o sus cenas a lo largo de todo ese tiempo en un lugar que era punto de encuentro.
El primer local fue inaugurado en la década de los 50 en Cuatro Caminos, concretamente en la calle de Bravo Murillo. Con el paso de los años, se abrieron hasta seis establecimientos en la capital -actualmente eran cuatro los que permanecían abiertos-. Uno de ellos, el situado en Gran Vía, sufrió un espectacular incendio en su interior en las navidades de 2001. Su estilo basado en el típico restaurante americano de carretera, con sus sofás rojos de sky y sus sillas giratorias, lo convirtieron en un referente en la capital. Muchos se han quedado hoy sin una de sus señas de identidad: sus deliciosos perritos calientes. Unos viejos recuerdos que se han evaporado tras su inesperado cierre.
Madrid sigue, poco a poco, cerrando establecimientos de restauración con solera y dando paso a un sinfín de tiendas de moda. La clausura de las cuatro cafeterías Nebraska llega después del cierre de otros locales legendarios como el café Comercial, en julio de 2015, y la taberna Santa Bárbara, en agosto de 2016.
Samuel Jiménez