Si en todos los ámbitos en que se conoce y practica la Mediación produce beneficios, en el ámbito educativo más aún. La filosofía que subyace a la Mediación, es decir los estilos comunicativos y relacionales pacíficos –aquello de “hablando, se entiende la gente”- se puede aprender, siendo idónea para este menester una etapa como la adolescencia en la que los seres humanos construimos la identidad. De esta manera, sentamos las bases de una cultura de paz, tejiendo con valores como el diálogo y la empatía las redes de interacciones positivas entre los ciudadanos actuales y también entre las generaciones de ciudadanos que construirán el futuro.
Todo este reto lo he querido transformar en un programa formativo de aprendizaje teórico y vivencial para que los adolescentes interioricen el diálogo y la gestión constructiva de conflictos y los lleven también a otros contextos distintos del escolar. Lo desarrollo en un libro del que soy coordinadora y autora: “Gestión positiva de conflictos y mediación en contextos educativos” (Reus, 2014) Su implementación en centros educativos, más aún de secundaria, arroja resultados positivos y esperanzadores, creciendo la propuesta de su ampliación a la formación del profesorado y las familias.
Ayer cerraba el módulo que sobre Mediación Educativa imparto en el máster con una mesa redonda de experiencias prácticas. Estaba formada por mediadores entre iguales de cuatro centros educativos. Además de contarnos cómo se han formado y se organizan, compartieron con nosotros, con una naturalidad y eficacia comunicativa admirables, qué ha supuesto para ellos ser mediadores en conflictos de sus propios compañeros y compañeras. Se llenó el espacio de dignidad y de esperanza. Y yo me quedé pensando qué pasaría si esta formación que les damos sobre gestión de conflictos, de emociones y de comunicación eficaz, la extendiéramos a todos los niños, niñas y adolescentes del país. Desde luego, otro tipo de sociedad tendríamos. Y otro tipo de modelos relacionales recibirían las futuras generaciones.
Dotar a los niños, niñas y adolescentes de habilidades para comunicarse y gestionar sus conflictos y emociones de forma positiva compete a todas y cada una de las personas que estamos implicadas en su educación. Los modelos relacionales y comunicativos, los modelos de abordar las diferencias, son responsabilidad de todos. Ellos formarán la sociedad del mañana. En cómo la organicen y gestionen tendremos una responsabilidad compartida.
¡Todo un reto!
Mari Luz Sánchez García-Arista