Los gobernantes de los países de la Unión Europea prometieron este jueves ocuparse pronto del problema de la integración de los gitanos tras un agrio enfrentamiento interno que ha eclipsado la agenda de una cumbre con la que querían presentarse más unidos ante el mundo. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, y el de la Comisión de la UE, el portugués José Manuel Durão Barroso, mantuvieron este jueves ante sus colegas un enfrentamiento dialéctico inusitado a propósito de las expulsiones de gitanos rumanos y búlgaros de Francia. A decir del primer ministro búlgaro, Boiko Borisov, el intercambio llegó a ser «violento, aunque ningún otro participante se atrevió a calificarlo así.
La canciller alemana, Angela Merkel, se limitó a reconocer que los gobernantes comunitarios, reunidos en realidad para abordar cuestiones de política exterior, «no ahorraron palabras» cuando surgió la cuestión de los gitanos.
Sólo las disculpas de la vicepresidenta y comisaria Viviane Reding han permitido rebajar un poco la tensión entre París y Bruselas. Pero las espadas siguen en alto porque, como recordó Barroso a los medios, la Comisión «va a cumplir enteramente su papel» y va a investigar si el Gobierno francés ha violado las leyes europeas que protegen la libertad de circulación y prohíben la discriminación por razones étnicas.
La clave está en una circular ministerial, cuya existencia el Gobierno francés ocultó a Bruselas, en la que se señalaba claramente a los campamentos de gitanos como objetivo de la represión policial. La comisaria de Justicia y Derechos fundamentales y vicepresidenta de la Comisión tuvo anoche que retractarse de sus palabras que sugerían un paralelismo entre las expulsiones de gitanos de Francia y las deportaciones de la Segunda Guerra Mundial.
Todos los líderes europeos, incluido el propio Barroso, consideraron este jueves los comentarios de Reding «exagerados». Y «tomaron nota» de la declaración de Barroso «en nombre del Colegio (de comisarios)» en la que «se distancia de las afirmaciones hechas por la comisaria». Según el resumen ofrecido al final del encuentro por el presidente permanente, Herman Van Rompuy, los Veintisiete llegaron este jueves a otros puntos de consenso en relación con la polémica.
Así, todos reconocen, como defendía el Gobierno francés, que «un Estado miembro tiene el derecho de tomar medidas para hacer respetar el estado de derecho en su territorio». Pero al mismo tiempo, como insistía Barroso, recuerdan que «la Comisión tiene el derecho, e incluso el deber, de velar por el respeto del derecho comunitario por los estados miembros». Además, los gobernantes subrayan que «la regla esencial en las relaciones entre los Estados y la Comisión es el respeto mutuo».
Y recuerdan, por último, que «la prohibición de toda forma de discriminación sobre la base de la nacionalidad o la etnia constituye un elemento fundador de la Unión Europea».
El «consenso» permitió a Sarkozy comentar en rueda de prensa que Francia continuará desmantelando «todos los campamentos ilegales» del país.
El enfrentamiento entre Bruselas y París a propósito de las expulsiones de gitanos eclipsó el resto de las conclusiones de la cumbre celebrada este jueves.
Los europeos avanzaron, sin embargo, en la reflexión sobre cómo coordinarse en política exterior y cómo definir y defender mejor sus intereses ante el mundo.
En un momento en que Europa empieza a poner en marcha los pilares de su futuro servicio diplomático, los gobernantes se comprometieron a fijar posiciones claras antes de cada cumbre bilateral con un país tercero, especialmente las que celebran con sus «socios estratégicos, de forman que los nuevos representantes (Van Rompuy, Barroso y Catherine Ashton) puedan defender el interés de todos con eficacia.
En los próximos meses, los tres, cada uno a su nivel, tienen previsto reunirse con los mandatarios de algunas de las principales potencias mundiales: China, Corea del Sur, India, Estados Unidos y Rusia, entre otras.